La venganza de don Mendo/Tricicle
Parodia de una parodia
Obra: La venganza de don Mendo Autor: Pedro Muñoz Seca. Versión: Paco Mir. Produce: Vania Producciones y Tricicle. Intérpretes: Javier Veiga, Fermí Herrero, Frank Capdet, Laura Domínguez, Inma Ochoa, Carlos Heredia, Pepa Zaragoza, Diego Molero, Toni González, Maribel Lara y Rosana del Carpio. Escenografía: Jon Berrondo. Vestuario: Marta Wazinger. Iluminación: Nicolás Fischtel. Dirección: Tricicle. Teatro Principal de Zaragoza. 14 de julio de 2010.
“La venganza de don Mendo” es la obra (tal vez la única) de Muñoz Seca que mejor ha resistido el paso del tiempo. Estrenada en 1918, es paradigma de un género de dudosa calidad literaria (el astracán) que evidencia la decadencia del gusto y la crisis de sensibilidad teatral de un público que, en los albores del pasado siglo, escondía la cabeza debajo del ala, ante lo complicado de su realidad histórica. No hay tampoco en el texto un derroche de talento teatral (no lo es supeditar la acción y los personajes a toscos juegos de palabras) apareciendo éste de forma esporádica y limitado a algunas escenas sueltas, pero es, al menos discutible, que su valor teatral sea extensible al conjunto de la pieza.
La versión que pudimos ver el miércoles en el Teatro Principal de Zaragoza, está firmada por Paco Mir y dirigida por el Tricicle, un don Mendo “made in Tricicle”, que cosechó un rotundo éxito entre un público que rió mucho y aplaudió con ganas. La versión de Paco Mir es uno de los elementos de más valor de la propuesta. Se han recortado algunas partes que resultaban reiterativas, se han eliminado algunos chistes ligados a la coyuntura de la época y que hoy aparecerían carentes de toda comicidad, se han cambiado algunas palabras de difícil comprensión en nuestros días y se ha dialogado alguno de los monólogos. Con todo ello, se ha sacudido del texto parte del polvo acumulado con los años y se le ha dado más ritmo y dinamismo. La obra, una parodia en verso de los dramones históricos neorrománticos tan del gusto de la burguesía de finales del siglo XIX, se traduce en puro disparate escénico con algunos lances que tienen su punto divertido.
Tricicle da una vuelta de tuerca a Muñoz Seca y plantea la puesta en escena como parodia de la parodia. En un tono farsesco, absurdo por momentos, suma a los retruécanos y los juegos léxicos una serie de gags muy gestuales y altamente eficaces para arrancar la risa del público y conquistar su complicidad. El problema es que, aunque resultones y divertidos, no todos ellos muestran el mismo grado de inteligencia teatral, y termina acusándose una sensación de cansancio. La escenografía es poco estética aunque, eso sí, funcional, la iluminación errática y el vestuario aporta también muy poco.
Joaquín Melguizo.
Publicado en Heraldo de Aragón, 17-07-2010