¿De qué sexo es la palabra?

La verdad como escándalo o Conversaciones con la verdad

Está la verdad que uno busca en los espacios donde debe estar: lo social, cultural, jurídico y político, pero la verdad también está en las cosas pequeñas. En el ejercicio diario de construcción personal, ese individuo insólito, austero, miserable, que hace la suma o la resta de los otros. Esos otros seres importantes que toman las decisiones en los lugares importantes sobre las cosas importantes. Uno mira desde acá, desde abajo y elige: la verdad.

La verdad está. Uno la lleva a su casa para pelearse todos los días con ella, la mete a prepo en el corazón y le dice: me harás sufrir pero quiero que te quedes acá. Quiero que me despiertes en medio de la noche cuando la puta de enfrente nos quiera engañar. Están aquellos que te lideran, pero yo te llevo conmigo. Eso quiero, y eso elijo. A partir de ahora, vivirás conmigo esté donde esté, vaya a donde vaya, haga lo que haga.

Cuando empiezo un ensayo, les propongo a todos, a mis actores, y a mis colaboradores: vamos a jugar. Hasta el final, y cuando llegue el final, ese final que los demás piensan que es, buscaremos la puerta que está «después del final» para abrirla . Porque la verdad está en no rendirse frente al juego, y no se puede ser cobarde con la herida. Aunque sangres no debes dejar de jugar. Luego cuando estés recuperado podrás recoger tus ´partes esparcidas, esa sangre que manchó tu camisa, y tu falda. Pero no se puede renunciar al juego, porque sólo adentro de él encontrarás la verdad, que seguro nunca te hará feliz, pero no estamos hablando de felicidad.

Uno elige la verdad. Sí, uno se dice a si mismo, sin tener que gritarlo o llenar un formulario o postular para el concurso de turno. Uno toma esa decisión que no cambiará el mundo, ni te hará más cordial, ni mejor compañía. Uno elige, porque es imprescindible elegir¿Y qué vendría a ser exactamente elegir la verdad? Uno podría decir que es vivir sin mentiras, poniendo sobre la mesa los sucesos que nos atraviesan, esos acontecimientos no elegidos, el azar emocional que nos convierte en monstruos, en gusanos y pájaros. Sí, es parte de la elección. Pero me gustaría deslizarme, adentrarme en el pliegue que la verdad ofrece y que me dé luz para encontrar el juego.

Jugar.

Ese verbo central en la escena. Jugar en la vida. Y ¿qué vendría a ser jugar en un ámbito donde las reglas están todo el tiempo y uno quiere colocar las propias sin que eso implique un manual previo?

¿Qué es el concepto esencial de jugar? Jugar con reglas es muy fácil. Acordamos y empezamos. Luego en el camino uno se adapta, se enoja, sufre, se alegra. Jugar. Cuando el acuerdo se construye, cuando la libertad ingresa enseguida porque sino no hay juego posible, ¿cómo se aplica para que se entienda realmente?¿Qué es jugar en los pliegues de la verdad?

Uno empieza y se entusiasma, esa energía que hasta hace poco era ansiedad, pero ahora es: intensidad. Esa mano que avanza sobre la carne y se mete hasta el último tendón disponible, sin que el hueso detenga el ritmo. Y se hace el juego. ¿Cuánto dura? Sólo la libertad de cada uno y la capacidad de sostener la verdad sin que lo vulgar nos contamine, sin que el miedo nos acorrale.

Cuando el juego fluye no hay destino implacable.

Un actor juega, un director juega, un dramaturgo juega, un músico juega, un artista juega.

El juego pide rapidamente ser sistematizado, ordenado, organizado. El juego es tirano, y ahí nos quedamos con un desafío enorme sobre nuestra capacidad de desordenar el orden, esa trampa mortal que el cerebro impone en medio del caos: ORDENÁ. PONÉ NOMBRES.

El actor se retuerce y navega en la angustia, uno dirige y ve la angustia ajena en todos los ensayos, solamente madura y se convierte en personaje, y de ahí las reacciones, las situaciones, las circunstancias. No hay otro canal, no se produce desde otro lugar más que desde la aventura propia de entregarse sin red al deseo de vivenciar desde el juego la verdad, la que nos indica el único presente que nos hace ser y no representar.

Retomo los ensayos, después de unos días de vacaciones. Me esperan, me espera la etapa final de montaje, y todos los espacios de producción interna y externa de un trabajo escénico para ser compartido con otros. Uno se abandona y quiere ser mimado, pide un poco de sosiego y ahí todo se derrumba. No hay. Entonces el juego se activa desde la memoria, desde el residuo anterior y estalla. Ahí, creo, que sucede alguna de esas verdades que cada tanto nos visita. Será sólo ese momento, pero habrá valido la pena.


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