La Vida Secreta de Petra Ledouc / Memé Tabares / 42 Festival Internacional de Teatro de Badajoz
Un espejo en el que mirarse como sociedad
Esculpe como un hombre. La tragedia femenina, a lo largo de los siglos, ha sido recorrer siempre el sendero detrás del género masculino. No a su lado, como iguales. Nannerl, la hermana de Mozart componía y tocaba como un hombre; Mary Shelley tuvo que esconder la autoría de su Frankenstein, alabado hasta que se desveló que lo había escrito una mujer. A lo largo de la historia, la mujer ha tenido que caminar de la mano (o detrás) del varón, viendo cómo su pasión era apagada de raíz, su ímpetu creador pisoteado, y sus ansias de liberación sometidas por la estructura social patriarcal. En algún caso, como el de Nannerl, ni siquiera nos queda la posibilidad de descubrir ocultas algunas de sus creaciones. Condenada al matrimonio, ya que cobrar por la música en aquella época se consideraba el equivalente de la prostitución.
Condenada a ser la hermana de, como tantas otras esposas de o amantes de. La vida secreta de Petra Ledouc, es el grito desgarrador de esas mujeres a las que arrebataron sus vidas. A las que arrancaron su pasión, su capacidad creativa. Mientras se alababa a los hombres, a ellas se les condenaba a la sombra o al olvido. No hay nada peor que el cautiverio a que te condena una sociedad. La imposibilidad de sacar fuera todo ese fuego, toda esa pasión que consume al creador y que es el sendero de su vida, su fuerza interna. De todo esto nos habla el texto de Memé Tabares. De la lucha de la mujer por alcanzar el lugar que se merece, de la dominación del varón a lo largo de la historia. Del castigo a la ardiente rebeldía frente a un mundo injusto para el sexo femenino. Un mundo que te puede conducir a la locura o la autodestrucción cuando tus ansias creativas se ven oprimidas, encorsetadas por una cultura histórica.
Inspirado en la vida de la escultora Camille Claudel, el personaje de Petra Ledouc (Maite Vallecillo), nos muestra un espejo en el que mirarnos como sociedad. Un espejo para avergonzarnos como especie. A Petra Ledouc le han quitado todo. Todas sus herramientas con las que expresaba su mundo interior, todas sus posesiones. Pero aún peor, le han robado el ser.
Mediante un simbólico juicio oral dirigido a un comité médico (el público), rompiendo la cuarta pared, Petra narra el tormento de la creación, el torrente desbordado del pensamiento que trata de hacerse carne, la herida luminosa siempre abierta en el alma del artista y la terrible lucha, cuando no se pueden expulsar los demonios. Y lo hace desde la voz desgarrada, rica en matices, fértil en inflexiones y sensaciones de Maite Vallecillo. Una voz que se convierte en parábola de todas las mujeres, de todas las Petras Ledouc que han visto devastadas sus existencias, apagado su fuego creador. La actriz impacta desde el primer diálogo, despedaza su alma, solicitando empatía con notable manejo del juego corporal, para arrastrarnos al infierno de la creación castrada. Una adicción que te arrastra a lo profundo, pero que ansías como a tu propia vida. No lo tiene fácil. El texto de Memé Tabares es certero como una saeta envenenada. Magnífico en el barniz externo, pero desgarrador y militante en el mensaje.
Los personajes germinan con facilidad a través de los distintos diálogos, van ocupando su lugar en el mundo (o en la ficción), la palabra es un instrumento para trazar caracteres y vivencias. Actitudes y sensaciones. La puesta en escena juega, acertadamente, con los tiempos. Con un continuo flujo y reflujo del pasado a presente, de las causas a las consecuencias, intercalando certeras descripciones. Los actores desarrollan los cambios de registro con naturalidad y somatización total de los distintos personajes: la madre, Bastián, la mujer, Julia, el médico… Un desdoblamiento notable, fluido y preciso. Pero Petra Ledouc también deviene metáfora de las prisiones interiores, de las cárceles del alma, de esos paisajes internos en que nos encerramos involuntariamente (amor, profesión, familia) y que condicionan nuestro devenir.
La propia autora-directora propone una espartana puesta en escena. Apenas unas banquetas y mesas constriñen el mundo interior de la protagonista. El fondo oscuro contribuye a crear un clima de desasosiego, de alienación y desaliento. El vacío ornamental encuentra su espejo en el vacío interior de Petra Ledouc, luchando contra sus demonios. Toda la estructura se apoya, pues, en la calidad actoral, en la desnudez escénica.
Maite Vallecillo derrocha sabiduría escénica. Nuqui Fernández se desdobla con fluidez y contención. Un camaleónico Jorge Barrantes, siempre en difícil equilibrio, dado el mundo casi irreal en que crecen los personajes. Sobre el escenario se exprimen la técnica brechtiana de distanciamiento. El discurso es resuelto con economía de medios, apuntalado en el texto y embellecido por la sólida argamasa de las interpretaciones; sin olvidar los generosos juegos corporales, regalando instantes de intenso y sincero teatro. Teatro puro y duro para una de las obras más intensas que he visto en los últimos tiempos. Acertada y envolvente la sección musical, un aspecto que apenas se tiene en cuenta y es una parte más del pathos de la dramaturgia. La autora ha incluido, acertadamente, la obra de otra mujer. La compositora Angèle David-Guillou y su obra hipnótica V. for Visconti, perteneciente al LP En mouvement. Una melodía simbiótica, una línea melódica repetitiva a base de corno inglés y saxofón, que contribuye a crear esa sensación de extrañidad y exilio interior. Una obra que introduce al espectador directamente en los convulsos sentimientos de la protagonista.
Memé Tabares ha destilado y alquimizado la invisibilidad femenina a lo largo de la historia, la terrible injusticia que condena sin juicio por haber nacido con un determinado género. Nunca podremos comprender el sufrimiento, la locura, la decepción o la humillación de haber nacido artista en un mundo de hombres, de ser condenada al olvido o al ninguneo por una sociedad nefastamente estructurada. Ahora estas mujeres surgen, palpitan, resurgen del océano de la historia desde la dirección y texto de Memé Tabares y las notables interpretaciones del esforzado elenco. Petra Ledouc es un hermoso canto de cisne, una desgarrada oda a todas las vidas que se perdieron, a todas las creaciones que nunca fueron. La herida luminosa nunca estará curada, pero al menos seguirá latente cada vez que se abra el telón para Petra Ledouc.
Francisco Collado
Obra: La vida secreta de Petra Leduc. Autora: Memé Tabares. Intérpretes: Maite Vallecillo, Nuqui Fernández y Jorge Barrantes. Espacio escénico: Memé Tabares. Diseño de iluminación: Pedro Luis L. Bellot. Dirección: Memé Tabares. Compañía: De Amarillo Producciones. Efecto Kepler.