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La Zaranda regresa con una obra contracorriente que mezcla danza, picaresca y un desolador humor

El Teatro de Rojas de Toledo acoge el estreno de ‘Todos los ángeles alzaron el vuelo’

El 7 de marzo se estrena en el Teatro de Rojas de ToledoTodos los ángeles alzaron el vuelo, la última producción de La Zaranda  Teatro. Más que nunca, tras 48 años de trayectoria, la compañía andaluza busca en sus abismos y llagas, y llega hasta los límites, intentando trascenderlos. “En esta obra cruzamos de lo más sórdido a la sacralidad, de las formas desgarradamente teatrales a la danza. De lo literario a las formas pictóricas. El vuelo no se detiene”, explica Eusebio Calonge, autor del texto. Para ello refuerzan su elenco con una bailarina de brío, como es Ingrid Magrinyá, y con una actriz como Natalia Martínez, que comparten escenario junto a Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez y Enrique Bustos bajo la habitual dirección de Paco de La Zaranda.

Por la obra desfilan “ángeles que arrastraron las alas por esquinas sombrías, por habitaciones por hora, consumiendo sus paraísos artificiales. Juegan con cartas marcadas su partida perdida de antemano. Acorralados por la violencia, le quedan sólo unos pocos sueños por gastar. Personajes que más allá de las tapias de la cárcel o los límites de la periferia, saben que la condena es su propia existencia. Un destino que no se puede esquivar, aunque sus corazones brujuleen tras el amor. Hasta de lo más sórdido surge la esperanza”, describen.

La Zaranda explora con esta obra el territorio más hostil de lo cotidiano mientras mezcla realidad y ficción, existencia y escenario. Desde la tradición picaresca, con su desolador humor, cruzando la lectura social en busca de un sentido de elevación, la compañía abre la puerta a lo poético dentro de lo sórdido, abriendo una ranura de luz en la oscuridad. “El teatro, si es un reflejo de lo humano, también lo debe ser de su misterio -añade Calonge- Debe hacer aparecer el sueño que cruza, los enigmas de cada pregunta que no sabemos responder. Partiendo de hechos asumibles como reales, las formas teatrales se desbordaron desde el principio de su cauce argumental por los estrechos márgenes de lo explicable. Porque el teatro no está para capturar la realidad sino para liberar su fuerza poética. Para esto hay que romper con ese realismo que petrifica un argumento, seca su imaginación y por tanto sus formas, en su pretendida similitud con la veracidad”. 

Esto hace que pueda ser un trabajo contracorriente, pero cree Calonge que “en esa fricción con la sociedad que se cruza, se mantiene el teatro vivo. Estamos en un época de letargo en la que el teatro es un mero discurso, más sumiso al poder cuanto más rebelde se cree”.

Con esta obra la compañía cumple 48 años de andadura por los escenarios a lo largo del mundo. Entendiendo siempre el Teatro como “misterio, riesgo, y ofrenda a las voces silenciadas”. 

El montaje es también un homenaje a Laura Gómez-Lacueva, que lo inició y no pudo acabarlo. “Un personaje ha hecho unir los dos polos, reunir dos mundos. Paradójicamente, el único tomado del natural. El espíritu de un loco que se amparó en un actor. Si no hubiese visto el alma de Humberto sobre el escenario, si hubiese quedado reducido a parodia, nada hubiese sucedido. Esa ruptura argumental con un libreto preconcebido es lo que marca una dirección y no dar unas pautas desde fuera”. 


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