Lars Eidenger, el actor para Ricardo III
Me producía turbación, y la historia procede de antiguo, cuánto me emocionaba y me interesaba la lectura de Ricardo III de Shakespeare y el hastío o la inquietud, cuando no el malestar, que me producía la asistencia a una escenificación de este mismo título ya en España o más allá de las fronteras. El análisis de las puestas en escenas me provcaban la misma sensación, inverosimilitud. ¿De quién? Ahí comenzaba el círculo vicioso del recuerdo de la representación a la relectura del texto, etcétera.
La tragedia de Shakespeare traza con nitidez y fuertes trazos la figura del Duque de York e hijo de Eduardo IV, Ricardo: hipócrita, taimado, impetuoso, deforme, seductor con las mujeres y zalamero e interesado con los súbditos más próximos. Sin embargo no es un hombre repulsivo, porque al tiempo es inteligente, sutil, tierno, con toques de simpatía y capacidad para embelesar, pese a su joroba. ¡Ah! Y joven, es el hijo de un rey que comparte escenas con él.
El recuerdo de los Ricardos terceros nos acerca figuras antipáticas, agrestes, malvadas, brutales, pendencieras y viejos. Con estos perfiles resultan de todo punto inverisímiles muchas de las escenas que funcionan como máquina de relojería en el texto de Shakespeare ¿Alguien es capaz de imaginarse que en unos pocos minutos Lady Ana quede «perdidamente enamorada» de un vejestorio, jorobado y antipático, delante del cuerpo caliente de su marido, el Príncipe de Gales, asesinado por el de York y que la seducción termine en un acto de amor? O bien ¿la recalcitrante maldad puede cautivar la amistad del duque de Buckingham? O ¿es creíble que el vejestorio tenga vigor para pretender conquistar a la hija de Isabel, esposa de Eduardo IV, para asegurar su reino? Y así otras preguntas que chirrían en las escenificaciones al uso de Ricardo III.
Ostermeier, como acostumbra va en directo al texto y borra de su imaginario cuantos recuerdos pueda guardar de propuestas anteriores: escucha a Shakespeare, en este caso, intenta, escrutando las palabras, introducirse en la cabeza del dramaturgo, sin intermediarios, ni estereotipos construidos por la tradición teatral occidental. Además realiza dos operaciones muy importantes: la primera no se detiene en la introspección psicológica de los personajes, porque para sus escenificaciones, no le interesan los resortes emocionales o conductivos, sino cómo son las relaciones humanas que se establecen entre ellos. Una vez conocidas, siguiendo la partitura escénica, establece los comportamientos, marca las actividades, diseña el entorno espacial en sentido amplio, escoge el reparto y obliga a la entrada y salida del actor en el personaje, sin que el primero quede manchado, tocado o afectado por los marcadores psicológicos del segundo.
La segunda operación ya la he mencionado, la elección del casting. Ricardo III, que además de joven debe aportar un comportamiento vigoroso y con la peculiar deformidad atractiva, será un actor maduro, con un físico interesante que supla las carencias de la naturaleza, y un savoir faire en el trato humano que atraiga. Estas cualidades las posee Lars Eidenger, un corpulento y bien proporcionado actor, muy dominador de la técnica interpretativa, que se ha convertido en el actor fetiche de Ostermeier.
Disponer de los actores adecuados al encarar un proyecto es una cuestión primordial sobre la que escribe Peter Brook en El espacio vacío: «Solo se puede abordar una obra de Shakespeare (y el aserto sirve para cualquier obra) cuando uno está convencido de que dispone de los actores adecuados. Es estúpido que un director diga: ‘Quiero poner en escena Hamlet’, y luego tenga que preguntarse quién va a interpretar ese papel. Es posible que uno lleve el deseo de trabajar con una gran obra durante años, pero la decisión práctica sólo se produce cuando uno ve ante sus ojos los compañeros indispensables, los intérpretes de los papeles principales». Y Ostermeier tiene bien aprendida esta lección, porque además de cerrar un elenco adecuado para Ricardo III, recientemente afirmaba en una entrevista: «mis decisiones sobre la escenificación de títulos esta íntimamente ligada a la potencialidad del elenco de actores de la Schaubühne».