Foro fugaz

Las Antígonas

En Irán, la revuelta de las muchachas condenadas al chador y al silencio me conmueve y me estimula. Todas ellas son Antígona, la muchacha casi adolescente que desafía el poder terrenal en nombre de un valor supremo. En Irán las mujeres han decidido que ellas son las soberanas de su cuerpo, fuerza insólita de la naturaleza, belleza de la vida, y que ya basta de sometimiento a un orden que se pretende religioso y que no es sino la proyección de la impotencia masculina. Al grito de Mujer, Vida, Libertad han tomado las calles en varias ciudades iraníes sin importarles la inquietante amenaza contra su integridad y su vida.

De acuerdo a las mejores tradiciones del Islam, según Rumi el sabio, la mujer es el reflejo terrestre de Dios, y debe ser respetada, impulsada, amada. Mientras que la libertad es un valor sagrado, y por ella se debe arriesgar la vida y la honra, como nos lo advirtió Cervantes. Esto es lo que observamos día con día desde el mes de octubre del año pasado en el territorio iraní, sometido a un gobierno religioso que interpreta a su manera los preceptos del Islam, sin tomar en cuenta que el mundo evoluciona, pues al parecer en ellos involuciona. Nuestras Antígonas musulmanas arriesgan su vida por la libertad. La sierpe blasfema de los religiosos no deja de amenazar, como una Gorgona activa.

El heroísmo femenino está ahí, lo vemos en quienes se arrancan un velo, que puede no significar nada, pero que en ciertas circunstancias es el símbolo de una opresión extrema. Las iraníes reivindican su derecho a la libertad aún con el riesgo de su vida. Tardarán en tirar al obtuso régimen de los ulemas, pero van a lograrlo, ya están en camino. Los sacrificios, como el de Antígona, nunca han sido en vano.

El terrible régimen islámico también ejecuta a los jóvenes que han manifestado al lado de las mujeres. En la tragedia griega que data de hace 2600 años, el tirano Creón también sacrifica a su hijo, pero no cede en su obstinación. Obtusos y obstinados, pues barbas y turbante no dan sabiduría, pretenden una relación íntima con la divinidad, cuando es el enemigo quien guía sus pasos.

La relación del Islam con la mujer siempre ha sido conflictiva: aquí quiero recordar la historia de Sherezada, la joven que salvó a sus semejantes gracias a su osadía en la narración. Es evidente que se trata de una argucia para contar historias; no obstante es sintomática del valor femenino en un reino musulmán. Recordemos que un sultán decide eliminar cada amanecer a una muchacha con la que ha tenido relaciones para evitar que se entregue a otro. La única que rompe el hechizo es esta chica que desafía el poder con la seducción de la palabra y de sus historias, y se salva al cabo de tres años, Mil y una noches, deteniendo así la masacre femenina. No me es desconocida la mala fama de Sherezada entre las feministas, razón no les falta si juzgamos con nuestros ojos, pero es un ejemplo del poder masculino, desafiado por la astucia y creatividad de las mujeres.

Al lado, en Afganistán, ocurre otra tragedia, más obscura, más siniestra, la del Talibán que está decidido a esclavizar a la mitad de su población: las mujeres. Aquí no hay Antígona, no hay opción, la más sórdida tragedia ocurre casi sin testigos, en el horror del encierro. Afganistán es una gran prisión para las mujeres. Y aquí la indiferencia es total, ojos que no ven corazón que no siente, dice el dicho. Una grotesca farsa con guiñoles barbones que decretan la sumisión absoluta, nefasta, cruenta del género femenino. Vean a cualquier dirigente talibán: parecen surgidos de una caverna del horror, y si no fuera por lo dramático parecería una broma de los Monty Python.

Así, de la farsa a la tragedia las mujeres aparecen como las depositarias de la lucha por la libertad, y las imágenes que nos llegan de Irán nos recuerdan el poder secreto de las nuevas Antígonas. Aquí y allá.

París, enero de 2023


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