Las listas y los tontos
¿Por qué existe esa tendencia abrumadoramente subjetiva a hacer las listas de los diez mejores algo? Pongamos la lista de los diez mejores espectáculos de 2016. ¿Quién la hace, cuántos espectáculos de los miles que se producen y programan ha visto el arriba firmante de esa lista? En ocasiones me parece que se trata de la lista de una empresa o de instituciones, como si el que paga manda y hace las listas. En otras es la subjetividad de un individuo que refleja tantos sus preferencias estéticas, como su limitación territorial, es decir todos los mejores espectáculos son de Madrid, Barcelona o Tokio, me da la mismo. A veces esas listas son hechas a base de colaboradores o incluso se da que se hacen a partir de una supuesta consulta popular.
En todos los casos hay una incapacidad objetiva de que nadie tenga conocimiento directo ni del diez por ciento de lo que se produce y exhibe en una ciudad, una región o un país. Quizás el que elabore la lista de los diez mejores de Soria lo tenga más fácil que el de Buenos Aires, pero al final operarán los mismos mecanismos de jerarquización a partir de un gusto estético que conforma una visión del mundo, es decir, que estamos hablando de política, porque al fin y al cabo a los teatros de Soria llegarán los espectáculos que el programador de turno decida exhibir y se dejará el noventa y nueve por ciento restante de posibilidades que no eligió.
Hay listas que me producen sonrojo, otras hilaridad, otras simplemente coincido en un elevado porcentaje de lo elegido, pero siempre me pregunto, ¿para qué se hacen estas listas? Parece que en este mundo que hemos construido en donde lo que no se pueda expresar en ciento cuarenta caracteres ya es considerado una novela decimonónica, hay que emitir siempre mensajes sencillos y claros. Y una lista, lo es. No hay matiz alguno. Se jerarquiza, se otorga un valor sin necesidad de dar ninguna explicación. Simplemente con la firma o firmas que la elaboran se certifica un autenticidad, aunque no una autoridad que la respalde ni un asomo de justicia.
Por lo tanto las listas, se hacen para los tontos. O los listillos que se aprovechan de ellas para su publicidad o para sus decisiones programáticas. Los que salen en las listas, las aprovechan, lógicamente, porque en el conjunto del sistema de producción actual, los criterios de programación son meramente mercantiles, no hay, salvo en gloriosas excepciones, discurso, sino una acumulación de circunstancias, de casualidades, de recomendaciones y alguno podría sospechar que las coincidencias no son sólo por el carácter funcionarial y sin muchos recursos de los programadores, sino de algo más que no se sabe concretar.
En fin, que adelante con los faroles, que cada cuál haga su lista, y hasta me dan ganas de hacer una lista , pero de los diez más tontos de todo este sistema. Pero me sale muy egocéntrica, ya que me pongo siempre el primero. No veo a mi alrededor ni a distancia a nadie más tonto y además más tonto inútil que un servidor. Así que ni esa propongo. La única que hago es la lista de la compra. Y no siempre. Feliz año sobre todo a todas mis admiradas listas, inteligentes y concienzudas actrices, directoras, dramaturgas, ivestigadoras, gestoras y técnicas que en el mundo son.