Y no es coña

Las palabras, el amor y la salud

En los últimos cinco meses hemos recibido en el conjunto de la Zapatilla de Artezblai, dos abrazos, dos reconocimientos, dos homenajes, dos premios de instituciones a las que guardamos el respeto debido por su labor mantenida en el tiempo. El Festival de Títeres de Tolosa, Titirijai, nos colocó en su listado de amigos recomendados en el mes de diciembre pasado. Es una larguísima relación. Fue en el magnífico Topic, ese lugar donde el teatro de objetos tiene su historia y su futuro. Cuando estuvimos en el acto de liberación de los premios, se nos vino a la cabeza la difícil labor de una revista dedicada a la información de las Artes Escénicas, para tratar a todos los géneros, a todas las disciplinas de la misma manera. Allí recordamos las veces que los títeres han sido portada en ARTEZ, y no son pocas. Ni muchas. Pero nos complace poder figurar como allí se vio, como de las pocas que han determinado dotarle del valor real al teatro de objetos. O los títeres, las marionetas, los txotxongillos, teresetes, monecos, como quieran nominarlas, porque hay veces que las palabras nos iluminan y otras nos colapsan por su luz destellante.

El pasado sábado 5, Escenaamateur nos honró con uno de los Premios Juan Mayorga que concede esta coordinadora de la inmensa mayoría de la actividad en el teatro vocacional, amateur, aficionado que se realiza en el Estado español. Y allí se mencionó que son más de mil agrupaciones las que existen. Cifras realmente importantes y que deberían tener su consideración todas las instancias que pueden intervenir en esta actividad fundamental en toda la estructura social y cultural fuera de otras pretensiones que las del amor a hacer teatro, por hacerlo, por compromiso y no solamente por una proyección profesional, sino insisto, vocacional.

En la gala, habló, el hoy Excelentísimo Señor don Juan Mayorga. Escuchar a Juan es un placer. Uno se reconcilia con la razón, la poética de la creación, el gusto por la palabra justa y el que cada frase surja de un pensamiento, de una idea del mundo o de un gesto, una anécdota convertida siempre en categoría.

Pasaron ganadores de todas las categorías, vimos como una especial presencia de grupos y espectáculos asturianos, conocimos de experiencias realmente sorprendentes como un pueblo de 200 habitantes que organiza un festival o un instituto que organiza desde hace décadas uno de los festivales más importantes de teatro greco-latino hecho y degustado por estudiantes de secundaria. Los premiados decían las palabras que esas emociones construyen en el vacío de nuestra consideración dudosa de ser merecedores o no, del humilde orgullo o de la orgullosa humildad de ver cómo los otros, de tu misma tribu, han decidido reconocerte, hacerte ese agasajo, darte esa palmadita en el alma, ese empujoncito para perseverar y seguir acudiendo a los ensayos tras tu jornada de estudio o trabajo, a conformar un mundo posible lleno de utopías y verdades poéticas.

Pero el colofón lo puso Nuria Espert. Le dieron el Premio de Honor. Y Ella nos regaló su presencia, su humanidad, su gusto, sus palabras cinceladas en la verdad, en la experiencia, en la satisfacción de una carrera inconmensurable, de una ilusión primaria por la interpretación, el escenario, la palabra y el gesto justo que mantiene todavía hoy con 82 años. Y es bien sabido que Ella, la Espert, proviene del teatro aficionado catalán, que fue durante unas décadas una auténtica fábrica de vocaciones que en ocasiones desembocaron en grandes profesionales. 

Quedó claro que lo que predomina es el Amor al Teatro. Una vaguedad, porque decimos amor y nunca sabemos qué decimos con exactitud, pero uno intuye que se trata de pertenecer por activa y pasiva a ese mundo de hombres y mujeres que se dedican al Teatro, hasta que la muerte nos separe. Que en la salud y en la enfermedad, mantienen una fidelidad casi religiosa, que están dispuestos a salir al escenario, aunque estén sufriendo un cólico nefrítico. Que saben que el Teatro, individual y socialmente, es un bien, algo que debería recomendar la OMS. Cinco piezas de fruta al día y dos obras de teatro a la semana. Caminar cuarenta minutos y hacer o ver teatro por lo menos una vez cada quince días.  

Teatro, es Teatro, lo haga Agamenón o su porquero. 

 

 


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