El Hurgón

Las políticas culturales

Nos despedimos en la columna anterior prometiendo escribir sobre ciertos términos que ha debido asumir el sector cultural, con el fin de averiguar hasta dónde responden éstos a su definición y si producen por ello un verdadero desarrollo en el sector, y vamos a empezar hablando de la palabra política.

La palabra política, tradicionalmente entendida como la unión de habilidades de unos y otros para hacerse con el poder y administrar las prebendas, pronunciada en el entorno de la cultura se define como una directriz para llevar a cabo dentro de una sociedad los propósitos que, como objetivos se impone un organismo al momento de su creación.

La expresión, políticas, en este caso se entiende como las orientaciones que rigen la actuación de una entidad en un asunto o campo determinado, partiendo de unos antecedentes, pues cuando se trata de regular una actividad para convertirla en un proceso, ésta debe contar con un punto de partida y unos conocimientos del lugar en donde se va a llevar a cabo dicha actividad.

De lo anterior se infiere que la formulación de una política exige un conocimiento previo del medio para el cual se va a trazar ésta, y un conocimiento previo es la consecuencia de un estudio de campo, y un estudio de campo es el producto de muchos contactos con el lugar objeto de estudio, porque el conocimiento de un medio está relacionado con el proceso de la vida cotidiana. Así es que si el resultado de un estudio tiene como objetivo diseñar una política cultural, durante la ejecución de dicho estudio debe estar involucrada la comunidad beneficiaria, porque es la única que puede dar testimonio de sus arraigos, de sus antecedentes culturales, y de su vida cotidiana, que es dentro de la cual se halla la esencia social.

Hacemos la observación anterior, porque la experiencia enseña que las políticas, no solo culturales, sino de toda índole, diseñadas para incidir en el posible desarrollo de una sociedad son dictadas desde las altas instancias del Estado, y son, por lo general, consecuencia del parecer y las suposiciones de quien en ese momento administra un sector del mismo.

En cuanto al trazo de políticas culturales, el estudio de campo, con todas las implicaciones correspondientes posee debilidades, porque dicho estudio es delegado en la mayoría de los casos a personas que establecen solo vínculos transitorios con las comunidades objeto de estudio,

La debilidad de dichos estudios obedece también al hecho de que quienes son parte integral de estas comunidades sólo participan con aportes simplistas, y no se les permite ir más allá, porque existe la tendencia a considerar subalterna su capacidad de discernimiento, y porque quienes ordenan hacer los estudios tienen la convicción de que se trata de una actividad eminentemente teórica.

Por otra parte, en el trazado de políticas culturales suelen filtrarse los gustos artísticos y culturales de quien administra el área y las conveniencias de los amigos del mismo, porque la actividad cultural no está exenta del tráfico de influencias.

Son muchos los ejemplos que podrían presentarse para comprobar que entre la expresión políticas culturales y los hechos que éstas pretenden generar, no existe relación de causa – efecto, primero, porque abunda la improvisación en la exposición de motivos para trazar éstas, y segundo, porque una buena parte de ellas no son políticas de estado sino de gobierno y por esa razón cambia el sentido de las mismas con el capricho o voluntad del funcionario de turno.


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