Las Tesmoforias/Aristófanes/Esteve Ferrer
Jovial entretenimiento
De las fiestas Dionisias del año 411 aC data «Las Tesmoforias», comedia de puro divertimento de Aristófanes que le sirve de paso para poner una vez más en la picota a su rival del teatro Eurípides y al poeta trágico Agatón, de costumbres refinadas y afeminadas. Una comedia sin otra pretensión que entretener y regocijar al público con un asunto –poner en tela de juicio los «agravios» a las mujeres en sus tragedias- que se desarrolla en una celebración, la Fiesta de las Tesmoforias, reservada en la Acrópolis de Atenas a las mujeres casadas, en honor de las diosas Deméter y Perséfone.
El texto representado comparte la versión de Juan Copete y la dramaturgia del director del espectáculo Esteve Ferrer. Texto fiel a la propuesta de divertimento del autor griego, bien construido desde la observación actual de la gente corriente con cierta comprensión irónica de sus comportamientos humanos. Y con el intento de lograr -incluyendo algunos personajes y escenas- una mayor elevación dramática, ya que esta comedia es menos comprometida que otras. Resulta interesante el encuentro dialéctico entre Aristófanes y Eurípides, con el fin de dar comprensión e intencionalidad a lo que constituye uno de los casos más elocuentes de enemistad en el mundo grecolatino, no disimulada al hilo de la creación literaria (aunque a la escena de Copete le falte una mayor agudeza en el ejercicio de los diálogos que pongan de manifiesto la erudición, dominio del lenguaje y el ingenio en el uso de metáforas de los personajes). No obstante, la versión abusa un poco de ese lenguaje grueso y con resabios de frases gastadas por lo repetido que «hacen gracia».
La puesta en escena de Ferrer, con una particular mezcolanza de farsa, vodevil y astracanada, logra un espectáculo jovial, laboriosamente hilvanado -en un puzzle complicado de desdoblamientos- dentro de un ritmo trepidante que maneja con la precisión de un reloj. Alcanza situaciones hilarantes sensacionales, sobre todo a partir de las escenas en el Tesmoforión, donde pone ambición y hálito festivo, salpicando el montaje con la atmósfera de un modesto musical, que recuerda el peculiar estilo de la espectacular versión musical de «Las Ranas» que se estrenó en Broadway en 2004, por Stephen Sondheim . El punto más débil del montaje recae sobre cierto afeminamiento no convincente para determinados personajes.
La interpretación es muy entusiasta pero desigual. Esta cargada de desdoblamientos, donde destacan actores como Jesús Martin que, pletórico de facultades, borda ocho personajes secundarios. José Antonio Lucía se luce como narrador, con seguridad y humor, sólo ante el público, Simón Ferrero está genial encarnando la personalidad sui generis de Agatón. Sin embargo, Fermín Nuñez (Eurípides), Pablo Viña (Msícolo) y José Luis Martínez (Aristófanes) no consiguen sacar buen partido a sus personajes, sólo cumplen con discreción. A los dos primeros les falta credibilidad, sobre todo parodiando las escenas de las obras de Eurípides, y Martínez, que se desdobla en tres personajes, mantiene en todos la misma e inaguantable voz metálica.
Las que acrisolan un buen estilo interpretativo son las seis actrices del elenco: Ana Trinidad (Nania), Marta Calvo (Aspasia), Paca Velardíez (Nicómedas), Paqui Gallardo (Letona), Bely Cienfuegos (Crístila) y Piedad Gallardo (Filísta), todas como Tesmoforiantes, desplegando recursos expresivos y exactos llenos de matices en voces, gestos, movimientos y en gags que funcionan a la perfección, brillando en frenético y vital conjunto con una bien construida vía de acciones de divertimento y comicidad celtibérica, en sus roles de querer imponer el castigo a Eurípides por su perversa conducta con las mujeres.
Tengo que mencionar el fallo de la organización en los programas de mano, donde no se reseñan los personajes que interpreta cada actor.
José Mnauel Villafaina