Críticas de espectáculos

Le modele de Moliner o le ceremonial narcissique/Les marches de l’eté

Fotogramas
Obra: Le modele de Moliner o le ceremonial narcissique
Escritura coreográfica: Sylvain Méret
Intérpretes: Sylvain Méret, Claire Rosolin
Iluminación: Jean-Luc Terrade
Concepción y dirección artística: Jean-Luc Terrade
Producción: Les marches de l’eté, Compagnie Kairos
La Fundición –Bilbao- 29-10-06 – BAD
La inspiración de este acto narcisista son las fotografías del artista bordelés Pierre Moliner (1900-1976), y la manera de expresarlas escénicamente es a través de una iluminación preciosista que va delimitando el campo visual. Nos ofrece, fotograma a fotograma, una historia que se realiza en un tiempo y un espacio tratado a la manera de cámara negra, delimitado por la oscuridad de donde surge una cara, unas piernas, unas manos, un cuerpo. Tiempo suspendido en cada imaginario click, narración visual, fragmentada, con un movimiento que se pierde en el espacio iluminado, para caer en el fondo negro, lo que todo lo engulle, lo transforma en nada escénica, hasta que otro destello, otro foco, la luz, vuelve a trasformar el espacio neutro en un campo de imágenes, casi siempre en retardo, no es estatismo, sino con el tiempo suspendido, con el movimiento formando parte de otro lenguaje que nunca llega a sobresalir, acaso en la parte más racional entendamos que se mueve, pero en la parte más entregada al espectáculo, todo está quieto, como si nos pasasen una serie de diapositivas.
Pero no son diapositivas, son los movimientos, la cara, la espalda, las piernas de un bailarín que forma parte de un escritura escenográfica, es decir que es su tangible caligrafía, y que debe simplemente posar. Proponer, provocar a la cámara que es cada espectador, una cámara bifocal, dos ojos que miran y le dan dimensiones a lo que podría ser algo plano, frontal. Y dentro de esta sucesión de imágenes, una retórica erótica, un mundo sugestivo de inspiración erotómana, las piernas, los tacones de aguja, las medias de satén, toda una suerte de mensajes subliminales que se van amontonando, al igual que se van amontonando las piernas que luce el modelo, el bailarín, el actor, el soporte físico de este montaje metafísico. Una experiencia muy mística, en donde la luz pelea constantemente con la oscuridad para rescatar imágenes, fotogramas, que van conformando no una narración, sino una ensoñación a ritmo lento, casi balbuciente, como un largo suspiro.
Carlos GIL


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