El Hurgón

Leo Bassi a punto de hoguera

La reciente demanda que abogados al servicio de la guarda de la fe católica han instaurado en contra del eficiente provocador escénico Leo Bassi, ante un juzgado de Valladolid, y la aceptación que de la misma ha hecho la titular de dicho despacho judicial, nos lleva a expresar una preocupación que, en muchas ocasiones hemos manifestado, con la intención de convocar a los sensatos a hacer un análisis, combinado con reflexión, para definir qué tan conveniente es para una sociedad matar todo germen de controversia, pues la experiencia ha demostrado que ésta, la controversia, manejada con maña por expertos en recreación y medios de comunicación puede convertirse en un aliviador transitorio de angustias sociales y postergar la movilización pública de quienes se quejan de carecer de pan y de empleo.

Por asociación, me sentí provocado por Leo Bassi en abril de 1998, en la localidad gallega de Cangas, durante una función a la cual me llevó Quico Cadaval, el extraordinario narrador oral gallego, porque como provinciano que soy, compartí con los nativos el sentimiento de rabia que ocasiona el acoso a la dignidad, y que debieron experimentar éstos, cuando este hombre, que asciende a los escenarios con la altivez de un monarca, mirando a todos por encima del hombro, quizás para dejar en claro de una vez que él será allí lo más importante, al menos por una hora, comenzó a mencionar los lugares en los que había actuado, todos ellos emblemáticos por pertenecer a países del primer mundo, y por último se quejó de que el azar lo hubiese tirado a ese población en donde, según él, iba a descender su prestigio.

Una herida en el amor de patria chica duele más que la hecha en el de patria grande, porque esta última es más fácilmente sustituible, debido a que está construida a partir de un amor utilitario, que se va diluyendo a medida que otros universos nos enamoran, y sin embargo los nativos de Cangas, haciendo una patética demostración, no solo de comprensión sino de exquisito sentido del humor, se abstuvieron de armar un alboroto moral, y mejor le dejaron al azar la tarea de crear las condiciones para que en el futuro, en algún otro sitio en donde Bassi se atreviera a ofender la dignidad de otra patria chica, sus nativos, más susceptibles, y por ende menos tolerantes con quienes van en contra de las tradiciones, le cobraran su impertinencia sacándolo a patadas, o a sombrerazos, como dirían quienes manejan lenguajes más piadosos y amañados.

Tal parece que el azar está haciendo ahora, que el juicio moral, tan esperado por quienes califican de impertinencias las acciones y palabras de este provocador escénico se de cita en Valladolid, una ciudad en donde el tiempo debe haber estado trabajando mucho, para hacer que las tradiciones permanezcan intactas, especialmente aquella que ha motivado esta conflagración moral, y que se conoce como la protección de la fe católica.

Todo indica, que los encargados de la guarda de ésta, un grupo de ínclitos y ceñudos abogados, expertos tanto en el análisis del catecismo como de los códigos, convencidos, tal vez, de que su misión legal consiste en limpiar los reductos de herejía que aún quedan en la tierra, y empeñados como estarán en enjuiciar a esta especie de hereje contemporáneo, para escarmentar a quienes insistan en convertir los escenarios en espacios para la provocación, la apostasía, la profanación, la injuria, la calumnia, etc, ofuscados como llegarán a estar por la imposibilidad de condenar a Bassi a morir en la hoguera, por ser ésta una práctica de bajo estilo, que le generó una pésima reputación histórica a la fe que defienden, sin lugar a dudas provocarán intensas jornadas reflexivas para idear un método de castigo igualmente candente.

Pero, cometerán un craso error, si porfían en su intención de limpiar totalmente de herejía la tierra, porque como comentábamos al principio de esta nota, sobre la inconveniencia de matar todo germen de controversia social, somos de la opinión de que si Dios se queda solo dirigiendo las conciencias humanas, ¿a quién, en lo sucesivo, se le endilgarán las culpas de los errores?

Reflexión, señores, reflexión; la vida, sin tener a quien culpar, se convierte en un embrollo.


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