Les Petits Riens – Don Juan/Ballet Biarritz
Dos delicadezas
Obras: Les Petits Riens de Wolfgang Amadeus Mozart y Don Juan de Christoph Willibald Gluck
Intérpretes: Magali Praud, Veronique Aniorte, Analiza Cioffi, Silvia Magalhaes, Camile Aublé, Giuseppe Chiavaro, Cédric Godefroid, Christopher Marney, Mikel Irurzun, Frederick Deberdt, Roberto Fórrelo, Miguel Pla Boluda, Arnaud Mahouy, Rosa Royo
Decorados y vestuario: Jorge Gallardo
Iluminación: Jean-Claude Asquié
Coreografías: Thierry Malandain
Producción: Ballet Biarritz
Gare du Midi – Biarritz – 25-02-06
Ballet de Biarritz presentó su dos últimas creaciones, dos piezas que forman un perfecto díptico, y que sirven para testar el actual momento de este ballet que entra en una etapa de madurez, fiel su director Thierry Malandain a una concepción del neoclasicismo que parece cada vez más fundamentado en una buena opuesta en escena. Los elementos escénicos, las sorpresas lumínicas, el propio vestuario van consiguiendo una textura que lleva a que el propio lenguaje danzístico parezca más fluido, más evolucionado, más libre, sin tantas ataduras formales. Hay disciplina, hay concepción previa, situación espacial para formar imágenes potentes, y cada uno de los integrantes va asumiendo con mayor organicidad la propia forma de expresarse.
Dos piezas con músicas casi cortesanas, ligeras, que son interpretadas con una misma idea estética, con el uso de toda la compañía en casi todos los tramos. “Les Petits Reins”, con música de un Mozart muy joven, es más juguetona, más juvenil, concebida en ocasiones con coreografías casi de patio de colegio. Pero rica en matices, muy divertida, contagiosa, dando un canto de vida en cada escena y con un juego metateatral que se resuelve de manera eficaz.
Don Juan es más taciturna, más sepulcral, más grave en su propia música de Gluck, y con un vestuario mucho más recargado de significados, y unos elementos escénicos que se convierten en parte importante de la propia coreografía. Requiere una mayor enjundia en los bailes, en los movimientos, pero no rehúsa la parte más abierta, casi festiva, pero siempre dentro del juego o lucha entre Eros y Tánatos, expresada a sí mismo en la parte cromática.
En ambas piezas hay que destacar la pulcritud de la puesta en escena, la limpieza de todos los movimientos, que tiene en el diseño de la iluminación uno de sus valores más remarcables por el arropamiento nítido que da a todos los pasos emocionales de las dos piezas, y su colaboración a crear las imágenes potentes que consiguen.
Carlos GIL