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Libertad y amor de la pareja cine y teatro. PYKA de Cinema Sticado en la XXXVII MITCF de Cangas

El teatro es una fiesta. Da igual que nos represente una historia con unos personajes o que, sin más historias, se afirme en el gozoso misterio del juego real con nosotras/os. Da igual que sea un drama o una comedia. Da igual. Las artes escénicas son festivas siempre, incluso cuando abordan asuntos tristes o luctuosos.

 

En la Mostra Internacional de Teatro Cómico e Festivo de Cangas do Morrazo, Pontevedra (MITCF), la dramaturga María Armesto, su directora artística, dotada de una sensibilidad y un humor refinados y próximos, en los últimos años ha ido ampliando el espectro de programación, llevándolo más allá de lo que entendemos por comicidad. En la XXXVII MITCF 2020 el festival se ha solidarizado especialmente con las compañías gallegas, después de estos meses de parón obligatorio por el “Estado de alarma” y la pandemia del coronavirus. La anulación de muchas funciones o su aplazamiento, el recorte de los aforos y la crisis en general se están cebando, como ya es tradición, con los más débiles, en este caso con el sector de las artes escénicas. Así que, además de que resulta complicada la programación de espectáculos internacionales, debido a las medidas de seguridad, también está ese ejercicio de solidaridad, por parte de los festivales, para reforzar la programación autóctona, la fruta de temporada Km0.

Entre esos frutos, el viaje caleidoscópico que nos propone la compañía gallega Cinema Sticado, compuesta por Helena Varela y Xosel Díez. El 15 de julio estrenaron en la XXXVII MITCF de Cangas su última aventura, titulada PYKA.

Cinema Sticado es una compañía que, desde sus inicios, combina el cine en vivo con el teatro visual y de objetos.

Según el programa de mano, “PYKA es la historia y el remake de una película. El punto de partida es un relato familiar de Helena Varela que sitúa a su abuela Gelines como única testigo de una película perdida del director de cine Eisenstein, en colaboración con Olga Lebédev, y de la cual solo queda un documento sonoro y su título: PYKA”.

Si para Calderón de la Barca la vida es sueño, para Helena y Xosel, la vida no solo es sueño sino, sobre todo, juego. Y es, desde ahí, desde donde PYKA cruza varias historias de vida. La de la abuela de Helena (Allariz-Cangas), Gelines (Allariz-London), que vive una parte fundamental de su existencia en la capital británica, donde coincide con Olga Lebédev (Madrid-Moscú-Londres), para entablar una relación profunda, y la historia de Serguei Eisenstein (Moscú), autor, junto a Olga, de una película perdida, de la que solo se conserva un documento sonoro y el título: PYKA.

El espectáculo es como una especie de cuenta cuentos, realizados con diferentes tipos de recursos escénicos y audiovisuales de factura artesanal. Aquí radica una de las virtudes más fascinantes de esta propuesta, también de las anteriores de la compañía: la capacidad para utilizar recursos supuestamente sofisticados, como el live-cinema y todos los dispositivos audiovisuales y de software que esto implica, y, sin embargo, generar una actuación muy cercana y lúdica.

Toda la ejecución, en vivo y en directo, de lo audiovisual, en interacción con el teatro de títeres y objetos, la ausencia de una cuarta pared cinematográfica o dramática en todo el juego escénico, abierto a bocajarro hacia la platea, hacen de los espectáculos de Cinema Sticado un caleidoscopio. En él se mezclan fantasía (las historias) y realidad (la performance), lo artesanal (el trabajo de configuración de los pequeños sets de filmación, con objetos hechos a mano y con materiales primarios, cartón pintado y recortado, alambres para enganchar los muñecos, pantallitas para un teatro de sombras chinas, maquetas, como la del castillo de juguete, o la cabaña en medio de un lago, hecha con palos de helado y el lago con un celofán azul, etc.) y lo digital (cámaras de diferentes tipos, micrófonos, ordenadores, pantalla para proyección, etc.), lo actoral (diálogos de Helena y Xosel con títeres del tamaño de una persona, como en el bunraku, asumiendo personajes desde el rol de ventrílocuo o evocándolos físicamente, o directamente situados como narradores al público) y lo laboral (todo el trabajo real de configuración y reconfiguración del espacio escénico y sus dispositivos, los cambios de historia y modalidad teatral, las preparaciones y cambios de vestuario, de objetos, etc.).

A todo esto hay que sumar la capacidad inmersiva y, en cierto sentido, alucinatoria, de la música en directo interactuando con las imágenes. Un trío, compuesto por piano, violín y percusión (Brais González, Blas Castañer y Raquel Fernández), hace de la música acción escénica. Por veces crean atmósferas, en otras ocasiones contribuyen a incrementar la tensión dramática de las escenas que se proyectan en la pantalla, en otras secuencias generan efectos sonoros diegéticos que intervienen y afectan directamente en la situación. Además de eso, la partitura puede, incluso, evocar ese espacio sonoro de la película desaparecida de Eisenstein y Olga, con acordes del cine de aquella época, primera mitad del siglo XX, con compases envolventes y monumentales.

El entrelazo de las historias cruzadas, la de la abuela Gelines, que se conecta con la del director de cine ruso a través de Olga, nos lleva a un viaje casi de cuento de hadas, con un trasfondo político importante. El viaje, tramado textualmente por Xosel Díez y Julio Fer a la dramaturgia, se erige en una especie de alegoría que equipara la libertad en el arte a la libertad en el amor. El tatuaje de la abuela Gelines y la película de Eisenstein guardan las claves. PYKA, el film, está protagonizado por una pareja de títeres hechos con cerillas y es, contra la idea general que podamos tener del cine de Eisenstein, una historia de amor prohibido. Gelines vuelve a Allariz (Ourense) en alguna ocasión, por causas familiares, y en una celebración su hijo, el padre de Helena, le pide que se tape el tatuaje del brazo. Cuando lo descubramos tendremos la clave de bóveda, en una anagnórisis lograda sin necesidad de provocar una identificación psicológica o emocional con los personajes. Éstos son muñecos e imágenes, cuyo montaje y dimensión lúdica nos emociona. Figuras teatrales y audiovisuales que, como juguetes, le permiten a nuestra imaginación el privilegio de participar activamente y volar. Una artesanía que, sin recurrir a la representación dramática realista, nos roba con sus tiernas y bellas prestidigitaciones.

 

P.S. – Artículo relacionado:

El teatro del cine al vivo. Cinema Sticado”, publicado el 19 de junio de 2015.


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