Autora: Teresa Calo
Prólogo: Robert Muro
Nuestro protagonista se encuentra ordenando su casa antes de un traslado, probablemente originado por un desamor. Y, como nos pasa a todos los que hemos vivido esos momentos, cada objeto inanimado que decidimos tirar o guardar, nos enfrenta a nuestro pasado, a las historias de amor que fracasaron, a dolores ocultos, a sueños astillados…, a preguntas que rara vez tienen respuesta. Al día siguiente volveremos a la rutina, sí, pero la mudanza se habrá conformado como una especie de meta volante que permite evaluar lo hecho y lo que falta. El póster, el kimono de judo, el despertador, adquieren vida autónoma y participan de la historia aportando sentido. Otros muchos objetos interrogarán sobre el papel que cumple en la vida su acumulación inútil, excesiva. El agobio llevará a nuestro hombre a una espiral a cuyo final, intuimos, le espera algo nuevo, porque sus preguntas son relevantes y su nueva lucidez no tiene vuelta atrás. Si tuviera que expresar los contenidos de esta pieza a través de la figura de un cóctel, diría que tiene un largo chorro de comedia, un golpe de lima ácida y unas gotas de tragedia. Más no se puede pedir.