Prólogo: Josep Lluís Sirera
El 3 de julio de 2006, el metro de la ciudad de Valencia sufrió uno de los accidentes más terribles en la historia de este medio de transporte. Cuarenta y tres pasajeros de la línea 1 murieron y otros cuarenta y siete resultaron heridos.
Cuatro años después, las víctimas y sus familiares continúan pidiendo responsabilidades por aquella tragedia, sin que –por el momento– hayan obtenido ninguna respuesta mínimamente satisfactoria, por parte de los gestores del metro ni de las autoridades valencianas.
Estos hechos han sido, precisamente, los que han movido a un importante número de trabajadoras y trabajadores del teatro (dramaturgos, directores, actores) a montar la obra que ahora presentamos: Zero responsables.
No se crea, pero, que nos encontramos ante una obra de teatro político o, peor, de teatro de circunstancias: más allá de la tragedia concreta y de las historias personales generadas a su alrededor, los que integramos el colectivo hemos querido reflexionar con esta propuesta sobre los conceptos mismos de responsabilidad y de irresponsabilidad. O, mejor: sobre las circunstancias concretas que hacen que una determinada sociedad, tan moderna y avanzada como la valenciana, abdique en la práctica del ejercicio de uno de los derechos inalienables que tiene: la exigencia insobornable de responsabilidades a sus dirigentes y, sobre todo, a sus propias actitudes y comportamientos, en situaciones como la mencionada y también en otras que podríamos calificar como de cotidianas.
Porque de eso es de lo que, al fin y al cabo, trata esta obra: de las dimensiones, de las concesiones, que en el ejercicio de estas exigencias de responsabilidad vamos haciendo día tras día las valencianas y los valencianos. Concesiones y dimisiones muy a menudo inapreciables, pero igual de graves que aquellas otras que han permitido, en el caso del accidente del metro, que se cerrara la investigación de forma apresurada. Y que permiten, de forma análoga, que aceptemos de forma resignada situaciones cotidianas que tendrían que ser, igualmente, objeto de crítica y condena.
