Sud Aca Opina

Licencia creativa

Hasta dónde un creador puede empujar los límites con su creación sin que esta tenga una repercusión negativa?

Para responder esta interrogante tendríamos que comenzar por preguntarnos ¿Qué es el arte?

Pueden existir muchos, cientos, miles de intentos de definición, sin que ninguna de ellas sea necesariamente la valedera.

Es una manifestación estética de la sociedad.

Es la más pura manifestación del espíritu humano.

Es el sentimiento de un creador llevado a una obra material.

Es la disciplina encargada de hacer preguntas, sin necesidad de responderlas.

Para no entrar en conflicto, la definición de Internet, el repositorio de la sabiduría contemporánea: “Arte es Actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”.

De esta definición, lo que me hace ruido es esto de “formas bellas”.

¿Existe realmente la belleza universal en que toda la humanidad esté de acuerdo? ¡Definitivamente no!

Si bien es cierto existen ciertas leyes de la composición que podrían hacer que una obra de arte se acerque más o menos al concepto de belleza, la creación artística no necesariamente debe ser bella. Al menos para mí, la creación debe provocar una reacción en el espectador para transformarse en obra de arte, y no necesariamente debe ser una reacción positiva. Creo que el aspecto de cuestionamiento es aquello que le da valor a la obra. Por supuesto me refiero a un cuestionamiento interno.

Desde siempre el mercado del arte ha contaminado el mundo de la creación, donde la especulación comercial se superpone y sobrepasa la estética de la obra. Se ha dado el caso en que un creador compra su propia obra en una subasta a un precio desorbitante, nada más que para hacerla subir de precio en la siguiente subasta.

Una definición que me parece más acertada, por supuesto sacada de Internet:
“Arte es la manifestación o expresión de cualquier actividad creativa y estética por parte de los seres humanos, donde se plasman sus emociones, sentimientos y percepciones sobre su entorno, sus vivencias o aquello que imagina sobre la realidad con fines estéticos y simbólicos”.

Creo que en esta segunda definición caben perfectamente el David o La creación de Adán, obras de Miguel Angel y la rueda de bicicleta o la fuente del Dadaísta Marcel Duchamp.

Si hay sentimiento o reflexión, si hay estética o composición, si hay belleza o simplemente nada… si me agradan o no, eso es algo tan personal como mi cepillo de dientes.

El arte mueve sentimientos, de agrado y de rechazo, de repulsión y de amor, de placer y de dolor.

Así como cualquier tipo de comida debería probarse al menos una vez como para tener el juicio fundamentado a la hora de elegir un plato, deberíamos tener una actitud similar frente al arte.

Puede que nos guste o no, pero al menos ya tendremos el criterio como para ir o no a una exposición de pintura o escultura, comprar las entradas o no para una sala de espectáculos donde se presente una compañía de baile o un grupo musical, presenciar un espectáculo callejero o seguir con nuestro camino.
La licencia creativa lo permite todo, pero somos todos y cada uno de nosotros quien decide que obra experimentar y cual no.


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