Y no es coña

Lo activo de lo relativo

Cuando empiezas a liarte con el título es que suenan las campanillas del reloj de pared. Porque si entendemos que cumplir años es una cuestión hormonal, biográfica o relativa, las celebraciones solamente se pueden considerar como episodios administrativos que se pueden colocar en el activo o en el pasivo de la contabilidad. Lo cierto es que existe una tabla, un Excel, un calendario exógeno a tus necesidades vitales y artísticas que te va marcando el ritmo de angustia con sus plazos y expedientes. La inmensa mayoría de la nómina de las artes escénicas está más pendiente de las convocatorias y sus plazos que de las últimas novedades en libros sobre su propia profesión, sus maneras de afrontarla y cómo crecer en calidad y no en cantidad.

Por eso nos alegramos en modo combustión interna y contenemos esas alegrías para no contribuir al barullo cuando una compañía cumple cuarenta años, una sala independiente diez, una editorial ocho, una institución veinticinco y un bar dieciocho. Lo importante es pensar en algo que he escuchado recientemente y que me ha aliviado de manera casi absoluta: cuando vayamos cerrando, abandonando, muriendo, otros y otras ocuparán esos lugares. No sé si interpretarlo en términos militares, canónicos o dentro de un buenrollismo ancestral y quizás algo patológico. El mundo está cambiando a una velocidad que a veces es difícil seguirle el ritmo, aunque en términos estéticos, muchas veces nos demos cuenta de que se trata de unos avances circulares, no rectilíneos. Hasta que entendemos que no se avanza, sino que estamos en una suerte de retrovanguardia asustadiza. Un retorno de cuestiones que el siglo pasado colocó como maneras de acabar con los estancamientos, los miedos dejados por las guerras, una suerte de empujón sociocultural hacia lo imposible que cuajó en épocas doradas que, ahora, de manera tímida, aparecen envueltos en mantas que se venden como mantos.

Pero es indudable que mantener proyectos diez, quince, veinticinco, cuarenta o cincuenta años es loable, una manera de entender el compromiso, la historia, la evolución de la especie ya sea en producción, coreografía, dirección o iluminación. Mantener una cohesión entre más de dos y que exceda al proyecto unifamiliar es un logro inconmensurable. Quizás no haya que sacar pecho ante estas coherencias pues no parece que sea lo que se aplaude o se propicia, porque esa acumulación de quinquenios significa, a la vez, cumplir años a las personas que están al frente de ello y el edadismo, mezclado con el adanismo, crea unos monstruos que son aprovechados de manera cínica por todos los oportunistas.

Las instituciones culturales deben marcar estadios de posibilidades y contribuir al desarrollo, no ha crear estados de necesidad, dependencia y esclavismo delegado. Cuesta insistir una vez más, es difícil hablar de Teatro Privado sin tener que dar demasiadas explicaciones para delimitar qué tiene de privado exactamente, porque a excepción de algunos musicales de franquicia, las salas, las compañías, los teatros de las redes, además de las unidades de producción de los gobiernos, todos llevan uno o varios logos que significa que tienen una o varias ayudas institucionales que les permite la supervivencia. Esto significa que los que más ayudas reciben son las grandes productoras del oligopolio que, para mayor abundamiento, han encontrado una manera legal (se podría estudiar en serio este asunto) de colaborar con las unidades de producción que están alterando, todavía más, el mercado cautivo para hacerlo impenetrable para las compañías independientes o, al menos, sin esos vínculos tan estrecho entre el dinero público y las ganancias privadas.

Por todo ello, ya que estamos en tiempos electorales y que, por desgracia, muchos cargos, programadores y en otras instancias de la cadena de producción y exhibición dependen de los resultados para que se produzca su continuidad o cambien, abracemos estos meses que estamos viviendo de bondad generalizada, de cantidad de programaciones, por lo que en determinados rangos y términos hemos disfrutado de magníficas propuestas tano de producción propia, como de programación extranjera, celebremos todas las efemérides en el grado que creamos conveniente y determinado el mismo por su vinculación profesional o emocional, estemos atentos al marcador simultáneo y mandemos energías positivas a todas aquellas personas con las que hemos discutido, inventado, participado en proyectos durante las últimas décadas y que se encuentran pasando momentos difíciles-.

De momento, podemos decir que nosotros cumplimos cada día con efusión, como un logro incalificable. Cuando llegamos a la semana lo celebramos. A final de mes, tras esa tormenta de activos y pasivos, de liquidez, consideramos que ha pasado un año. Los editores y libreros especializados en artes escénicas contamos el tiempo como los perros. La cosa está muy difícil. Abrazos. Todo es tan relativo, que me he puesto reactivo.


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