Siempre sospeché que los responsables de la explotación humana, los responsables de las guerras, son gente con una deriva psicópata y sin humor. Siempre pensé que el humor nos humaniza. ¡El humor y la diversión son tan necesarios! No el reírnos de los males ajenos, no el burlarnos de los demás, no los chistes vejatorios. Porque no siempre reír es algo edificante. La risa edificante es aquella que se basa en la empatía, en colocarse en el lugar de la otra, del otro. La capacidad, también, para relativizar el drama y para impugnar el fado trágico, cuando esa relativización, precisamente, viene de la capacidad para observar el absurdo y vislumbrar una salida posible a conflictos, problemas y desgracias. El humor es la primavera, es fecundidad, es dejar que brote la vida en todo su esplendor, incluso entre las grietas del asfalto.
Las tablas no son asfalto ni cemento duro. Las tablas son primavera que puede brotar incluso entre las estampas y las escenas más terribles. Las tablas son, además, el lugar, por excelencia, de la fantasía y el humor vivos, actuantes.
Sarabela Teatro estrenó en gallego uno de los dramaturgos más prolíficos y prestigiosos de la dramaturgia alemana actual: Roland Schimmelpfennig, traducido y representado en más de cuarenta países. Se trata de uno de esos autores cuyas piezas no sólo se caracterizan por la complejidad y la actualidad de los temas, estructuras y concepción de los personajes o de las voces que actúan en ellas, sino por imaginar un teatro en el que el propio teatro se deconstruye como un juego calidoscópico. En ese calidoscopio las escenas aparecen como rachas o fulgores, breves e implacables, aferradas a situaciones impactantes reconocibles de la realidad y, al mismo tiempo, con hendiduras o derivas de fantasía, como la vida misma.
Lo maravilloso y lo terrible pueden ser un dragón, representación áurea de la creatividad con la que el ser humano se puede trascender a sí mismo. Igual que se puede trascender a caballo del humor.
Sarabela Teatro estrenó el 23 de febrero, en el Teatro Principal de Ourense, ‘O DRAGÓN DE OURO’, con dirección y dramaturgia de Ánxeles Cuña Bóveda. Una especie de parábola que pivota alrededor de la historia de una muela agujereada, que se convierte en el catalizador de situaciones terribles y fantásticas, en las que la crueldad y el desvalimiento humanos se muestran como algo que no sólo nos asombra, sino que también nos puede divertir. Ahí el humor es fundamental para que la partida no esté perdida de antemano y porque en este juego, aunque sea teatro, nos jugamos algo.
Schimmelpfennig, en la conversación con el público, después del estreno en Ourense, comentaba que ya sabemos que el mundo va mal, ya sabemos de las catástrofes y de los múltiples problemas que nos atenazan. Por tanto, no es necesario ir al teatro para que te los vuelvan a mostrar o señalar. Habló de la capacidad, en un encuentro, para hacer surgir lo maravilloso. Y eso fue lo que aconteció en ‘O dragón de ouro’. Y si eso puede pasar significa que no todo está perdido y que, sin duda, hay esperanza. Aunque pueda parecer que nada cambia, algo está transformándose poco a poco, de manera casi imperceptible.
