Lo molesto de la risa
¿Es la risa ese inocente acto de distensión, que nos lleva a olvidar por un momento la tragedia de la vida cotidiana, y que después sigue de largo, dejando en nosotros solo un sentimiento de tranquilidad y de refrescante optimismo, que nos impulsa a retomar las tareas estancadas, o es ésta una estrategia solapada, en permanente crecimiento y sofisticación, para crear en nosotros un estado de conformidad y olvido?
Dicen algunos, por encima de todo, que la risa es salud, porque cuando logra hacer brotar lágrimas, lubrica y limpia los ojos, y que cuando esta llega a los límites de la convulsión, con el acontecimiento de la carcajada, hace vibrar la cabeza, y que todo cuanto ocurre en nuestro cuerpo, cuando reímos sin control, genera una sana fatiga que nos ayuda a eliminar el insomnio, y de lo cual se infiere, que la risa adormece.
La risa, lo hemos dicho, pero no sobra repetirlo, se encuentra en todas partes, y su objetivo es cada vez más un asunto de control social cuyo destino es crear en el individuo una sensación de dicha constante, aislante de la realidad.
La risa se halla entre nosotros, creando una apariencia de unidad, satisfacción e indiferencia, y habituándonos a ella, por impulso, porque su vecindad avasallante nos impide, por un exceso de confianza hacia ella, planteamos su utilidad, y por eso no alcanzamos a discernir qué ocurre, más allá de la simple distensión que experimentamos cuando reímos lo necesario con la intención de conjurar las presiones.
La risa es algo que, a pesar de su constante uso nuestra consciencia es cada vez menos capaz de controlar, porque los motivos de su despertar han cambiado tanto, que ya no es posible segregar, de una acción que la desencadena, la parte pertinente, es decir, la que realmente hace reír, y quizás es ésa la razón por la cual se ha convertido en un acto mecánico, cuyo despertar ya sucede con la sola mención de su nombre, y su comportamiento se asimila al de un deseo que, a fuerza de cumplirse se convierte en un hábito compulsivo.
Cada día no sólo es más fácil caer en la risa, sino que se ha vuelto una obligación social dejarse atraer por ella, y quien no ríe, termina convertido en un individuo sospechoso, sobre el cual se empiezan a hacer conjeturas acerca de las peligrosas diferencias de su pensamiento.
Son múltiples, y permanentes las actividades que, para su cuidado y fomento realizan las instituciones públicas y privadas que tienen la responsabilidad de monitorear la conducta de las personas, para tasar los niveles de tensión y aconsejar el desencadenamiento de la risa, para sortearlos. A todo se le intenta extraer sonrisa, cuando no risa, y por eso mantiene a flor de labios, una sonrisa, la presentadora de televisión, aún cuando esté leyendo las más trágicas noticias.
Quien no es capaz de mantener en su rostro un gesto de simpatía, para demostrar que está lleno de optimismo, porque a pesar de las circunstancias, se siente feliz, está perdido. Quien ingresa en la sala de espectáculos y por andar buscando explicaciones a lo que le están ofreciendo no ríe en el momento en que todos lo hacen, puede ser tachado de ignorante y de lento mentalmente.
Se ríe a destajo.
La risa ha dejado de ser un asunto serio, y las diferencias conceptuales entre lo cómico y el humor son cada vez más estrechas.
Eso es lo molesto de la risa, que ya no te hacen reír, pensando.