Críticas de espectáculos

Lorca eran todos/Pepe Rubianes

Retrato en blanco
Obra: Lorca eran todos
Autor: Pepe Rubianes
Intérpretes: Alejandra Jiménez, Jonatan Minaya, Eloi Benet, Maite Molina, Jesús Brañas, Ainhoa Roca, Esteban Labari, Silvana Pérez, Emili Pere, Marian Bermejo, Laura González
Espacio escénico y vestuario: Antonio Belart
Iluminación: Josep Parramon
Dirección: Pepe Rubianes
Antzokia Zaharra – Donostia – 13-07-06
A partir de documentos de diversos autores, con declaraciones de los implicados en el suceso, Pepe Rubianes, recupera el pulso de sus ancestrales inicios en el mundo del teatro y teje un espectáculo sobre la figura de Federico García Lorca y se lo planta en un formato claramente inscrito en lo que en los sesenta y setenta del siglo veinte se denominó Teatro-Documento.
En este sentido el trabajo es impoluto. No se deja llevar por nuevas aportaciones escénicas ni tecnológicas. Se trata de ir trazando la figura de Lorca, una figura en blanco, con el poeta granadino interpretado por una mujer, lo que le dota de una carga simbólica, en una disposición escénica que descarga tensiones al resto de la situaciones, que son principalmente, los momentos de su detención en casa de la familia Rosales y su posterior fusilamiento. Tensión ambiental, discurso escénico llevado con mano firme en la dirección en donde desde la declamación a la gestualidad está perfectamente trazada, excesivamente dirigida, diría, pero que logra a su vez transmitir emociones, y sobre todo, y por encima de todo, logra una labor didáctica, recordar a quienes ya lo sabíamos o enseñar a los que lo ignoran que existió un levantamiento militar fascista, que se cometieron crímenes sanguinarios con impunidad, que hay concomitancias en aquellos tiempos, hace setenta años, y algunas situaciones actuales especialmente con la radical postura de la jerarquía católica y la derecha nacionalista española.
Muy medida, muy dirigida, la incorporación de una bailarina de flamenco le da prestancia, los textos y loas aproximaciones a los personajes históricos se toman con licencia creativa, yendo a al esencia, a su caracterología y su figuración política. Hay emoción, poética, una iluminación franciscana, lo mismo que el espacio escénico, la gestualidad de todos los intérpretes en sus momentos individuales y en los corales aportan seguridad y elegancia, una obra de las que ya no se estilan, con diez actores y un texto que hiere, que ilumina. Un retrato en blanco de un poeta asesinado. De un dramaturgo universal muy recordado.
Carlos GIL


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