Los años, el tiempo y la presencia
¿Qué es el tiempo? Miro las fotos que están en pequeños marcos por las estanterías de mi estudio. Hoy es fin de año y mañana comienza el 2022. En las fotos veo diferentes momentos, con mi abuela sentada sobre mis piernas, en una nochebuena de principios de los 90, en la aldea de Vilar de Ousón; con el poeta Uxío Novoneyra ojeando un libro, el 28 de diciembre de 1996, en Becerreá; con amigos muy próximos brindando, a principios de este siglo, en Barcelona; abrazado a mi pareja, hacia el año 2007, en un bar de Gijón… Todo eso sigue ahí presente, aunque forme parte del pasado. El pasado no existe como tal, está aquí ahora. Es una presencia. De no ser así, no podría existir, porque todo lo existente es en presente.
La presencia es esa cualidad, la del ser aquí y ahora. La presencia es algo magnético por su carácter procesual. Nunca la presencia es algo estático o fijo y, sin embargo, en lo efímero sigue siendo en presente continuo.
En una pieza de danza se acentúa el fulgor de la presencia, cuando quieres capturar esa imagen que tanto te fascina ya es otra sin dejar de ser aquella.
Las artes escénicas son las artes de la presencia. El arte de modular presencias.
Además, el tiempo es, también, una convención. Esta mañana escuchaba, en la radio, a un científico explicando los diferentes calendarios que, a lo largo de los siglos, diferentes culturas utilizaron. Según parece la adopción del mismo calendario en reinos tan próximos como Inglaterra y los reinos Ibéricos, no fue en la misma época. De ahí deriva que algunos sucesos históricos acabasen por desajustarse al hacerlos coincidir después. Por ejemplo, la muerte de Cervantes y de Shakespeare no aconteció el mismo día, tal cual figura tras la unificación de los almanaques. Por lo visto, hay unos diez días de diferencia entres esos dos infaustos sucesos.
El teatro también es una convención, en la que entramos para hacer o rehacer el sentido del mundo. En el teatro podemos jugar con el orden, la duración y frecuencia temporal. Viajar hacia adelante o hacia atrás en el tiempo, hacer que se ralentice o se acelere, jugar con la repetición, la iteración o la singularidad de los acontecimientos.
En el teatro ensayamos todas los mundos posibles y, a veces, hasta los imposibles creíbles. Como anotaba Aristóteles en su Poética (335-325 a. C.), es más recomendable lo imposible creíble, que lo posible increíble, aunque si coinciden lo posible y lo creíble, mejor.
No obstante, yo prefiero pensar que no hay nada imposible. Menos aún en estos primeros días del año nuevo.