Los Chicos de la Banda.
La globalización de la infelicidad
.LOS Obra: Los chicos de la banda
Autor: Mart Crowley
Versión: Luis Antonio de Villena
Dirección: Pedro García de las Heras
Intérpretes: Jesús Cisneros, Juan Carlos Naya, Jesús Ruyman, Jesús Noguero, Pepe Pascual y Alejandro Tous entre otros
Teatro Lara (Madrid)
En 1968, “Los chicos de la banda” salían del armario costumbrista y represor, mostrando al mundo los múltiples rostros de un concepto estereotipado e injustamente prejuzgado. Mart Crowley abrió la caja de los truenos. El mundo comenzaba a despertar, mientras la infelicidad se ahogaba tras las puertas de una armario pequeño, estrecho y aislado. El telón del Theatre Four de Nueva York acogió el “osado” texto… Y todo pudo cambiar. Con una literatura cuidada y bien estructurada, Crowley ponía de manifiesto la realidad gay. Los sentimientos cotidianos, la lucha por la vida, los temores, la desconfianza, las inseguridades y la Amistad.
Todo pudo cambiar… Tal vez por eso, hoy, en pleno Siglo XXI, esta comedia, esta “tragicomedia”, por mejor decir, sigue descubriéndonos aspectos desconocidos, lejanos e inexplorados… Porque “todo” no cambió.
Hoy, la infelicidad entra y sale, no de armarios, sino de cotidianidades, rutinas y hastíos.
Hoy, la inseguridad y la desconfianza, extienden sus brazos, generosos, como una nube de contaminación sucia y pestilente. Hoy, el miedo y la lucha por la vida, siguen constituyendo las asignaturas pendientes de una sociedad acomodada y conservadora.
Hoy, “Los chicos de la banda” somos todos. ¿Quién no teme el paso del tiempo y su implacable sentencia… Quién no ha sentido como Hugo (Juan Carlos Naya)?
¿Quién no ha detenido su paso, trémulo, en el instante en el que su camino se bifurca en dos direcciones… Quién no ha sido obligado a decidir, indeciso… Quién no ha sentido como Diego (Jesús Noguero)?
¿Quién no ha temido querer a alguien… Quién no se ha sentido extraño en el mundo… Quién no ha sido Jaime, (Jesús Cisneros) alguna vez?
“Los chicos de la banda” no es la “comedia gay más divertida”; tal vez, porque sería injusto limitarla de ese modo y también, porque no es “divertida”, aunque las risas endulcen la fiesta de cumpleaños que, esa noche, se celebra. Jugar a la verdad es arriesgado e ingrato… Y esa noche en la casa de Jaime, se juega a la verdad más cruda, aunque el mismo anfitrión se alíe con la mentira para seguir viviendo.
Mart Crowley diseccionó de modo admirable la realidad, no del mundo gay, sino del ser humano. Luis Antonio de Villena, sólo ha tenido que actualizar tal operación, y situarla en nuestro país… Lugar y momento en los que la mayoría vive encerrada en un armario para no ver ni oír la realidad.
La puesta en escena ha sufrido comprensiblemente los cambios en un reparto irregular. Manuel Bandera, Enrique del Pozo o Emilio Linder, han pasado por esta “fiesta”… Y aún hoy, alguno de estos chicos, está un poquito lejos del personaje que interpreta.
No por ello hemos de obviar el estupendo trabajo de Jesús Noguero, como Diego. El amigo que opta, equivocadamente o no, por un estilo de vida clásico y conservador; así como, la favorable evolución de Juan Carlos Naya (Hugo). Un importante nombre de la escena, atrapado en una constante y ostentosa afectación que abandona, parcialmente, en esta obra de teatro. De cualquier manera, a estos “chicos” aún les falta dar el paso definitivo para convertirse en una “banda”. Aunque, quizá, no lo necesiten; al fin y al cabo, la infelicidad es tal, porque ni en la misma sociedad, se llega a respirar la solidaria unión que se supone.