Los dispositivos teatrales
Aprender a vivir mejor en este mundo, en lugar
de tratar de construir uno según la idea preconcebida
del evolucionismo histórico (Bourriaud).
agenciamientos críticos
Los artistas no necesitan del viejo espíritu de cuerpo. Pero es verdad que no sólo se pertenece a dispositivos culturales, sino que cuando hay que enfrentarse al teatro como uno más de ellos, por simple pundonor artístico será más propicio combatirlo que adularlo. Así como los dispositivos, también los paradigmas pueden operar de orden. Pertenecer a un orden. Dentro de esos órdenes hay sistemas de control, cosas a las que hay que responder, otras en las que se debe creer so pena de que a cuento de las herejías devengan las excomuniones. Todo el tiempo se generan tales dispositivos, inclusive para salir del que se cree atenaza o no salir porque el estar atenazado, en el fondo, complace.
Alimentar al sector teatral de otros agenciamientos críticos, frente a las leyes imperantes como frente a las leyes no promulgadas, disputando procesos de subjetivación y socialización alternos, nuevos compromisos, que incorporen el fotomatón cambiante con que se representa al Otro. El Otro (finalmente iba a llegar el momento), es un aliado. Y aquello podría hacerse, siguiendo un concepto deleuziano, por dos vías principales: la primera, mediante la interposición de dispositivos «reflexivos» que permitan evidenciar las condiciones bajo las que los procesos de representación se verifican en el seno de las industrias del imaginario y el espectáculo, y segunda, mediante la generación autónoma de modelos alternativos, que puedan servir de instrumentos políticos eficaces en cuanto a los procesos de producción de individualidad y comunidad, proporcionando nuevas narrativas o nuevos dispositivos intensivos de experiencia e identificación.
La producción optimista no pocas veces, pasa por ser la consagración afirmativa del dispositivo en ejercicio, con lo que dicho entusiasmo no es sino uno más de los factores de condicionamiento a seguir los modelos dominantes. El ‘hacer teatro’ presupone la salida al camino pavimentado que lo asegura y el viaje por los terrenos alambrados y conocidos. Hacerlo (des-hacerlo) por los meandros desconocidos abraza espontáneamente la causa del desalambrar, de horadar los límites impuestos por los terratenientes. Los mecanismos totalizantes (totalitarios) de la pedagogía teatral, los mercados alimentados por modelos reproductivos, donde los agentes en su pequeñez, están imposibilitados de emprenderla contra el poderío de los modelos de platino iridado, surgidos de las usinas hegemonizantes. No hacerlo, re-hacerlo, sería más apropiado. Los caminos elegidos, no surgen, claro está, de evidencias preceptuales, sino de libres decisiones que se nutren de la especulación y la aleatoriedad. Cada lugar, cada grupo, un centro teórico alterno. Sentarnos también en las pequeñas plazas que representan nuestros lugares de trabajo y mostrarnos ‘indignados’. Aunque la indignación no se ostenta, se es un indignado. La represión está descontada, ergo, el alarde de nuevas proclamas serán un gesto de libertad significativa frente a ese juego sistémico de pensamiento adocenado. Propuesta: La política del pensamiento propio, a campo traviesa, por sobre las superficies cerriles de la represión estética.
siempre la misma historia
A modo de síntesis, plasmados en distintos artículos aquí publicados, si se personaliza una función lógica como la abducción, se tendrá un ‘abductor’, que será el agente que en medio de una masa explicativa, de una hipótesis, de una problemática aparentemente sin salida, introduzca un factor ‘nuevo’ capaz de hacer superar el estado fijo. Si se considera, por ejemplo, el ‘acting out’ del psicoanálisis, veremos que es la emergencia de una vivencia infantil que eclosiona y es capaz de subsanar un cuadro psicológico, operando como pulso moviente, destrabador de fijezas, renovador. Esa erupción del pasado personal, al ser inesperada puede considerarse como expresión pura, aunque el hecho de irrumpir, desacredite el ‘acting out’ como ‘acto loco’. Lo que importa aquí es el sentido de ‘emergencia’ que guarda el hecho y que revela contenidos olvidados, desconocidos, que están en la persona, donde una instancia de creatividad es la única que puede hacerlo aflorar. De la misma forma es mencionable la ‘enacción’, concepto puesto a punto por Francisco Varela, el biólogo chileno, que aplicado como ‘en-actuación’, refiere a un aspecto neo-paradigmático si es que se trata de ver qué hacer en un mundo de crítica a la representación y que aparece como una alternativa a ésta. Pero donde es verdad que la resistencia al cambio se suele justificar en tanto es difícil salir de la representación, ‘porque’ todo es representación. Con esto se alude a la supuesta preferencia de la gente a que en materia dramatúrgica ‘le cuenten una historia’, lo que en realidad es la indisposición a contar con las leyes que destraban los puntos fijos de la modernidad-posmodernidad, o de los viejos antagonismos occidentales. A todos estos conceptos se podría agregar varios otros: inspiración, serendipia, iluminación, adviento, epifanía, videncia, y tantos más. Lo interesante es que de la interacción de varias disciplinas, se puede llegar una síntesis que refleje ese origen polisémico y complejo. Un maestro en el ensamblaje de principios científicos aplicados a las artes es Raúl Ruiz, que hace años ha sepultado la linealidad para abrirse a la disrupción del azar, el caos y lo hace explícito en su furibunda crítica a la ‘teoría del conflicto central’, que es la transnacional globalizante (y hollywoodense) del aristotelismo.