Los internacionales de cultura
Por un prejuicio, que nos lleva a catalogar todo cuanto está investido de cultura como sano políticamente, tenemos la tendencia a creer que todo lo conducido por quienes transitan los caminos del arte y la cultura es fundamentalmente bueno, incluida la burocracia que está al tanto de su desenvolvimiento, que no de su gestión y desarrollo, porque éstas son responsabilidades que sólo comprenden quienes se han debatido en la incertidumbre de la búsqueda de recursos y la incomprensión de su oficio.
Para quienes hemos tenido la oportunidad de mantener un contacto cercano con organismos internacionales o multilaterales, que se ocupan, entre otras cosas sugestivas de fomentar la educación, la ciencia, la cultura y otras ocurrencias en los países miembros, podemos afirmar que éstos son apéndices de las burocracias nacionales, y que reproducen esquemas políticos locales, porque quienes entran a formar parte de dichas organizaciones son portadores de actitudes políticas que encierran hábitos como el compadrazgo, el amiguismo y el intercambio de favores, porque quienes tienen la fortuna de llegar a ser parte de la planta de personal de estas entidades, son recomendados del poder local de cada país, y de lo cual se puede inferir, sin estrujar el cerebro ni obligarlo a hacer grandes elucubraciones, que deben atender, al momento de tomar decisiones, a las recomendaciones políticas de sus jefes.
La pertenencia a estas instituciones es una especie de premio que se concede a las burocracias nacionales, no por su trabajo interno sino por su servicio incondicional al régimen de gobierno, lo cual hace que carezcan de autonomía, porque dentro de ellos debe haber una distribución de prebendas que, aunque no sea milimétrica, pues habrá países miembros que por su riqueza e influencia tienen más poder, sí garantice un cierto equilibrio que aborte cualquier intención de pública discrepancia entre miembros, y justifique de esa manera su existencia, pues la génesis de estas organizaciones multilaterales tiene como punto de partida el romántico discurso de la integración, que es como suele denominarse a la prolongación del poder local hacia las instancias internacionales.
El pomposo nombre de internacional que llevan todos, y el sugestivo de multilateralidad, dan la impresión de que cuando acudimos a ellos nos hallamos frente a instancias abstractas, conducidas por personas abstractas cuyo objetivo es, justamente, sacar del camino las nocivas prácticas locales de selección afectiva, en las que influyen aspectos como la amistad, la vecindad y la recomendación política, pues se sugiere que la formación académica de estos funcionarios ha sido la necesaria para recibir un entrenamiento de objetividad, que sólo les permita ver la utilidad social, cultural, educativa y científica de los proyectos que se presentan a su consideración y evaluación; pero cuando nos enfrentamos a la tarea de entender cuáles fueron los criterios evaluativos empleados por éstos para descalificar tal o cual proyecto, consolidado en el tiempo, con demostración de eso que llaman ahora impacto social, y además con prestigio internacional, nos queda la impresión de que nuestro criterio evaluativo es demasiado simple y por eso no está habilitado para encontrar en los proyectos aquellos puntos esenciales necesarios para reconocer su importancia, y que esta facultad es sólo potestativa de estos prestigiosos administradores internacionales de la cultura.
En todo caso, lo que sí se observa en las decisiones que se toman en el seno de dichos organismos internacionales de cultura (para hablar solo de aquellos cuyo acontecer está más cerca de nuestra mirada, pues todo indica que entre todas estas entidades multilaterales, cualquiera sea su misión, hay similitudes en su comportamiento, porque responden a un origen eminentemente político), es que en sus posibles razones no hay diferencia con aquellas que casi siempre se ven en algunas instancias locales, en donde el dinero público se distribuye de acuerdo con claros criterios políticos, pues son los gestores conectados políticamente con el poder local los que más auspicios logran.
También existen los gestores, o para mejor nombrarlos, administradores culturales beneficiarios de la burocracia cultural internacional, que establecen con ésta una relación de complici…, queremos decir, una relación de reciprocidad, cuyo objetivo es mantener activas las prácticas del yo te doy, tú me das; yo te elijo, tú me eliges; yo te premio, tú me premias, etc, etc, etc.