Los modelos de producción teatral
Hace muchos años, décadas, cuando empezó una transición que podríamos llamar plaga, en la que se acabó el colectivismo creativo, en la que la palabra grupo se convirtió poco menos que en insulto, se empezó a usar lo de compañía, para acabar en multitud de casos en un núcleo minúsculo, normalmente una pareja, que se quedaba con la marca y se fueron convirtiendo en productoras con más o menos estilo propio al tener que iniciar de principio a fin cada proyecto, desde la dramaturgia hasta la dirección y contratar a los actores y actrices para cada caso. Es decir, el manual del productor independiente.
No tengo ánimo, ni argumentaciones que no sean tendenciosas para defender un modelo de producción u otro, pero el que exista un movimiento de una decena de grupos o compañías que mantiene una cierta coherencia en sus producciones, en donde existe un núcleo duro “creativo”, en diferentes campos, significa que al menos, estos quieren significar su postura en el mercado, su proyecto de continuidad en una manera de entender esto tan complejo como es hacer teatro profesional de alta calidad sin formar parte de un clan o de una institución pública. Por omisión, como mi ordenador, me apunto a este colectivo para apoyar una manera de producir que rompa con la tendencia absolutamente neoliberal que invade nuestros escenarios. Y, sobre todo, nuestros despachos de decisiones indecisas sobre el futuro de las Artes Escénicas. Y lo que más me duele, la incapacidad crítica de los informadores y aduladores de la prensa en todas sus variaciones que dan por bueno lo existente y lo convierten, por ignorancia, servilismo o contaminación publicitaria, en lo único y lo ideal.
Por eso que de repente un grupo o compañía periférica de Madrid, aunque no mucho porque Guadalajara está aun paso de la capital, pero a distancia galáctica en lo referente a lo teatral, celebre sus veinticinco años de vida y lo haga en una sala madrileña, la Cuarta Pared, con tres de sus espectáculos, es algo como para celebrarlo, pero celebrarlo de verdad, acudiendo a ver estas tres propuestas, una muy abierta a jóvenes, un teatro familiar realmente operante, social, comprometido, y dos versiones de Shakespeare, en unipersonal, narrando “Romeo y Julieta” o el “Rey Lear”, como si fueran cuentos. Es decir, unas propuestas realmente importantes que nos acercan a la calidad, el compromiso y la fidelidad a unas ideas construidas y reconstruidas desde la necesidad, la capacidad de resiliencia, el compromiso territorial, sabiendo que existen muchos lugares inhóspitos donde llegar con su tabladillo, con sus obras, ha significado mucho más que una función más que añadir a la lista, que han abierto circuitos casi secretos.
Me refiero a Ultramarinos de Lucas, un nombre de compañía que ya es un manifiesto en sí mismo, que, además, son Premio Nacional desde hace poco y que, sin quererlo, ayudan a reivindicar la producción sostenible, el trabajo de formación constante, la solidaridad, el colectivismo bien entendido, es decir, las dos obras de Shakespeare las dirigen y actúan dos miembros del grupo, en cada caso con los papeles invertidos. En la obra “Nada”, hacen como en cada representación, una tertulia con los asistentes. Y ahí volvemos a enganchar con algo importante, para recordar de dónde venimos: del teatro-foro, de la comunión más allá del propio acto, que es lo fundamental, de ser un espectador que paga, se sienta, disfruta o no, aplaude y se va, con sus sensaciones a compartirlas con su soledad o con alguien que no ha visto la obra.
Yo juraría que estos artistas juntos son muchísimo mejores que individualmente. Y lo anterior escrito lo podría decir de cientos de compañeras y compañeros que a lo largo de estos años han decidido ir al mercado de trabajo de series televisivas y repartos comerciales, donde solamente en muy contadas excepciones han logrado superar en calidad y proyección su trabajo en sus grupos de origen.
Es la lección magistral que recojo de Ultramarinos de Lucas. Y, además, por si acaso no se me ha entendido bien, sus tres propuestas que podrán ver esta semana y la siguiente en la misma sala Cuarta Pared, son buenas en el sentido teatral, cercanas, sin alharacas escenográficas, sin subterfugios dramatúrgicos. Y, además, los sábados se puede seguir el maratón shakespeariano y ver dos maneras actorales de afrontar el mismo esquema de trabajo. En fin, un aplauso interminable, un abrazo.
Y fíjense los jóvenes y medianos actores y actrices que existe una manera de hacer teatro, que llega a muchos espectadores, que da estabilidad económica dentro de unas circunstancias modestas y que ayuda a crecer individual y colectivamente para ser cada día mejor en su oficio. Cada individuo de los públicos, cada espectadora, de todos los lugares de la tierra donde alguien se decida a salir de su casa y se meta en una sala oscura o en un patio al aire libre para ver teatro, es un premio mayor. Esto de Ultramarinos de Lucas es para mí, el auténtico ÉXITO.