Los niños oscuros de Morella / Albert Tola / Elena Fortuny
Jugando para sobrevivir
En Los niños oscuros de Morelia, Albert Tola se inspira en la historia desconocida, escondida durante mucho tiempo, de los 456 niños, hijos de republicanos, enviados en 1937, durante la guerra civil, al orfanato de Morelia en México y en el que muchos murieron en obscuras circunstancias. Ese episodio escondido de la guerra civil sirve a Albert Tola de metáfora, para hablar de las heridas que el franquismo y postfranquismo han dejado en las generaciones, incluso en la suya que nació después del franquismo, que siguen estigmatizadas por las secuelas de la guerra civil.
Hoy, más que nunca, para construir el futuro, es preciso liberarse de este peso.
La ficción y el presente, aquí y ahora del teatro son el único espacio en el que se puede representar lo irrepresentable, lo invisible. Para contar hoy la oscura historia de los niños de Morelia, Albert Tola recurre al procedimiento del teatro dentro el teatro, es decir el juego teatral, lo que crea una distancia.
El juego de lo que realmente ocurrió.
Dos niños viajeros del vapor a México, Pablo, superviviente y Gracian, que se suicidó, interpretan, a través de sus juegos, a diversos personajes y reviven situaciones que ocurrieron antes, después y durante su viaje.
Albert Tola coloca esta serie de juegos en el barco, a la vez lugar de viaje entre la vida y la muerte y escenario del teatro, espacio ritual y simbólico entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Elena Fortuny sitúa su puesta en escena en un espacio donde se fusionan lo imaginario ficcional, lo lúdico, lo real y lo dramático.
Un espacio simbólico donde se celebra un ritual teatral de memoria. Un espacio sin escapatoria, premonitorio de la muerte.
Pocas cosas en el escenario. Una bañera de zinc que evoca a la vez el lugar del baño reparador o para suicidarse, el barco y un féretro.
En el fondo una puerta cerrada.
En las paredes un mapa con el itinerario del viaje de los niños desde Barcelona hasta Morelia y algunas inscripciones.
En el suelo una vela encendida, algunas flores y una maleta, con la que Pablo llega al principio del espectáculo. Al final, va sacará de ella fotos de los niños muertos en Morelia y cartas de sus padres, citando nombres de los niños, víctimas de maltrato en el orfanato, las fechas y las circunstancias de su muerte.
Elena Fortuny multiplica, con insistencia, las premoniciones, los indicios, del destino macabro de los niños y del suicidio de Gracián que, de vez en cuando, juega con un pañuelo ensangrentado. No se necesita insistir en este punto, además en el texto hay alusiones al suicidio, la única escapatoria para Gracián.
Los dos intérpretes encarnan, con sinceridad y autenticidad, a los dos niños con su mirada ingenua, su incomprensión del conflicto que divide a los españoles y de los acontecimientos que transcurren en su entorno.
Hay frescura y espontaneidad en sus juegos, en los que interpretan a los distintos protagonistas de situaciones que han vivido y al mismo tiempo, el presentimiento del peligro que les espera en Morelia.
Las breves secuencias se encadenan con un orden acronológico, ágilmente, con gran fluidez, creando una sensación de urgencia, como si estos juegos fueran la única forma de mantenerse en vida.
Un espectáculo potente y necesario que, sin ningún rasgo de patetismo ni sensiblería, abre algunas páginas poco conocidas o conscientemente olvidadas, de la historia de la guerra civil.
Irène Sadowska
Los niños oscuros de Morelia de Albert Tola – Dirección: Elena Fortuny – Interpretes: Gracian – Marc Pujol – Pablo – Rodrigo Garcia Olza – En el teatro Lagrada de Madrid del 12 al 15 de abril 2018 y en julio 2018 en el mismo teatro