Los premios que no premian
Se me ocurre que existen unos premios que no premian, sino que se premian. Unos premios que sirven para reconocer a quien los da y no a quien los recibe. Son unos premios que no unen, sino que despistan. Pero de todos los premios el mejor es el dotado con una buena cantidad de dinero, que los honores se esfuman al apagarse los focos. Dicho lo cual, y ante la falta de expectativas generales, quiero indicar que me parece de muy mal gusto que el mismo día que se proclaman los candidatos a los Premios Max, la Academia de las Artes Escénicas, suelte que inaugura unos premios que llevan el nombre de Talía, que se van a entregar el día 27 de marzo, es decir el Día Mundial del Teatro y que los concede el equipo directivo actual, es decir, aquí estoy yo, que ya he llegado.
Como decía algún titular de prensa inducido por la propia AAE, nacen los Goya del Teatro. Cosa que no puede ser más nefasta. Debo significar que yo pertenezco, porque pago mi cuota a esa Academia, que hace unos años intenté con otras personas contribuir en algo a sus actividades, pero que con la llegada del equipo anterior desistí, debido al tono presidencialista y fuera de lo que entendía podía ser trabajar en común y que con la nuevo equipo directivo ya no tengo ningún vínculo orgánico, pese a contar con personas a las que aprecio, admiro, respeto y con las que he tenido reuniones precisamente para ver la posibilidad de colaborar en alguna cosa.
Desde el nacimiento de la AAE la obsesión de sus equipos de dirección fue crear unos premios. Hasta hubo un año en el que se colaboró con los Max y las votaciones finales corrieron a cargo de los miembros de la AAE y así salieron los premios tan tendenciosos y desequilibrados territorialmente, por lo que este acto, que supongo estará aprobado en asamblea, que cumple con todos los requisitos internos adecuados, son la manera oficial de intentar reventar los únicos premios dedicados al teatro que hasta ahora tenían alguna repercusión social y, sobre todo, de posibilidades de hacer giras. Poca repercusión, es cierto, aunque últimamente ya figura la manzana en los carteles.
No comprendo como no se unen y se buscan situaciones de mejora. Esto de que cada cual tenga unos premios me parece infantilismo o complejos de inferioridad. Solamente veo una supuesta ventaja, los Max solamente atienden a los espectáculos que están bajo su gestión, los Talía (vaya nombrecito tan vintage) no tienen estructura ni cobertura suficiente como para que sean mejores, ya que por mucho que intenten hacerse ver, hay amplias zonas d l Estado español donde no tiene apenas implantación. Es lo que pasa mirando todo desde Madrid.
Supongo que esto me costará un expediente de expulsión, porque por muchísimo menos tuve una amenaza con la anterior presidencia, pero no estoy de acuerdo, o creo que es una decisión precipitada, que hay que buscar la manera de que unos Premios prestigien, tengan sentido, refrendo profesional mayoritario. De momento, los Max, tienen cobertura mediática. Tienen estructura para poder participar en igualdad de condiciones. Lo de ahora suena a improvisación, a acto de poca profundidad, de algo superficial, y no pongo en cuestión a los premiados, sino a cómo se los premia, y porque razones.
Hace muchos años desde ARTEZ dábamos unos premios absolutamente sectarios a quién nos parecía a nosotros en la redacción, con una zapatilla de cartón hecha por el amigo Antonio Al.lés, tristemente desaparecido. Tuvimos problemas de envidias. Se nos llegó a quitar publicidades por no dar el premio a alguien. Se convirtieron no en un acto festivo, subjetivo, tendencioso, sino en una colección de oprobios. Los dejamos de dar por muchas razones.
En los últimos tiempos han crecido los premios de índole privada, pública, locales, gremiales, y tengo que reconocer que por mi poca personalidad y la gran dificultad que tengo para decir que no a casi nada que tenga que ver con esto de las Artes Escénicas, hay años, que una de mi actividad más profusa es la de ser jurado. Hay premios que premian, que identifican. Otros que son actos egocéntricos y desmotivadores. Ojalá, mi consideración de estos premios Talía, cambie pronto, y no porque me castiguen los actuales gestores de la AAE, sino porque esté absolutamente equivocado y sean los más necesarios, mejor organizados, más limpios de todo el globo terráqueo. Y yo me alegraré mucho.