Zona de mutación

Los ‘qualia’

«Lo que se quiere sugerir con el nombre de ‘qualia’ es que el carácter de las experiencias es diferente» (John Searle). No es casual que la neurociencia se interese cada vez más por la experiencia del artista escénico, y viceversa. Los ‘qualia’ son acontecimientos mentales conscientes. La discordia sobre si la conciencia está en el cerebro o en el ser integral representado por cuerpo y persona, tiene un caldo de cultivo en el training del actor. Este puede atestiguar lo que el rango experiencial de los ensayos, como el del acontecimiento mismo de la función teatral en cada una de sus sesiones, genera en el psiquismo de quien juega ya no sólo a ser ‘otro’, sino diferentes juegos que amplifican el campo perceptivo reconocible de los seres humanos. Por esta sola asociación, se podría destacar el trabajo escénico del actor como un ámbito en el que se pone a funcionar una máquina de producir conciencia. Por lo mneso, es una manera de exacerbarla, haciendo que se mire a sí misma.

En el trabajo actoral se impone una gramática que arrastra pedazos de conciencia capaces de hacer generable un sintagma nominal particular. Toda sensación cualitativa es susceptible, capaz de acrisolar conciencia. El hecho de que el ser humano sea la única especie conocida capaz de conciencia, no significa en el juego escénico que las valoraciones positivas que de él se hagan, se acrediten a favor de una mayor ‘humanidad’. Sino que lo digno de destacar es el auto-centramiento en una mayor capacidad de ser consciente. Cualquier rol actoral depura y devela su carácter de ‘estado’. Las fluctuaciones del psiquismo en el trance actoral, no pueden sino verse como fluctuaciones del flujo consciente. Nunca tratamos la actuación como una manera de ser consciente. Y el trance actoral como una ostensión o aligeramiento de sus propiedades. Si por la conciencia pensamos, lo que la toma como objeto de ostensión no es sino la intensificación de la capacidad de pensar así como el lugar donde esto ocurre. El flujo consciente sometido al trance escénico estaría develándose como una capacidad del pensar en movimiento, una conciencia que se ejerce con el cuerpo, desbordando quizá el postulado de Searle sobre que aquella ocurre en el cerebro. En cuyo caso, es el cuerpo capaz de desatar o motivar el pensamiento o es el pensamiento localizado en el cerebro el que pone en acción a ese cuerpo. Pero estas son discordias científicas que serán dirimidas donde corresponda.

Lo que sí podemos sostener es que la actuación sería una forma de alterar las causas que producen una determinada experiencia perceptiva, o una manera de tener una experiencia sin verdaderas causas. O en todo caso, estas adscriben a ‘soluciones imaginarias’, soluciones del orden de lo ficticio. Esta solución imaginaria encubriría las motivaciones alterando la intencionalidad. Esta capacidad de autogenerar cualidades, son a conciencia de aquella alteración, con lo que esa ‘segunda intención’ camoufla un estado verdadero, por otro verdadero estado. Si la solución imaginaria repotencia la mente hacia cualidades superiores, es a evaluar. Casi como decir que agentes exclusivamente internos son capaces de operar sobre la mente como puede hacerlo un agente químico. El elemento fantasioso ¿es capaz de destrabar dones que el cerebro guarda y no se aplican a nuestros cuadros cotidianos? Se puede responder que hay un campo ampliado de conciencia, capaz de funcionar sin agentes químicos, sino exclusivamente inyectando a la conciencia más conciencia. No parecería ser sino ese el poder del trabajo creativo. En este sentido, el concepto de ‘qualia’ tornaría útil en tanto y en cuanto se pueda definir en términos de experiencia consciente.

El cuerpo lanzado al trabajo creativo es una instancia específica que el neurocientífico no debe subestimar, suponiendo que en el espacio tiempo en el que se da lo que entendemos como creación, hay alteraciones orgánicas, biológicas que bien pueden hacer pensar también, que en el ámbito de la conciencia, hay factores quien sabe si capaz de optimizarla, pero sí al menos de intensificarla.

El imaginario es una manera de que la conciencia capture una nueva dimensión de su naturaleza. Un salto cualitativo en su manera de ser natural.


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