Luisa Fernanda
LUISA FERNANDA.
Teatro de La Latina.
Música: Federico Moreno Torroba.
Libreto: Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw.
Director: Carlos Vilán.
Director musical: Tulio Gagliardo. Orquesta Sinfónica Europea Mediterránea.
Intérpretes: Luis Cansino, Carmen Aparicio, Javier Palacios, Svetla Krasteva, Miguel de Grandy, Adolfo de Grandy, Pablo Rossi, Héctor Yáñez y Jonathan Fernández entre otros.
LA MÁS QUERIDA.
Desde que se pusiera de largo el 26 de marzo de 1932 en el Teatro Calderón; la zarzuela más famosa compuesta por el maestro Federico Moreno Torroba, ha sido representada en más de diez mil ocasiones.
Los pentagramas de “Luisa Fernanda” guardan en sí lo mejor del último de los grandes compositores del mal llamado género chico; erigiéndose en el continente ideal de varios pasajes que han logrado hacerse célebres, pasando a ser considerados números con entidad propia y de enorme brillantez.
Por todo ello, no resulta extraño que esta obra sea uno de los grandes títulos de la temporada de zarzuela que José Luis Moreno está llevando a cabo en el Teatro de La Latina.
El 16 de marzo se alzaba el telón tras el cual, los amores y desamores de Luisa Fernanda y Javier, recorren las calles de un Madrid que vuelve a mirar al siglo XIX. Los monárquicos y republicanos, carlistas y revolucionarios cobijan una vez más, las desventuras de una Duquesa que no es capaz de ser amada sino es por su dinero y de un terrateniente extremeño que, al final, resulta ser quien más y mejor amó, al hacerlo con generosidad.
A grandes rasgos, éste es el argumento que sustenta una partitura ágil, que oscila entre el lirismo y los ritmos castizos; reservándonos dúos inolvidables e interpretaciones magníficas que han requerido de una enorme prestancia.
Obviando una falta de infraestructura que, en esta ocasión, se ha salvado de un modo satisfactorio, hemos de afirmar que estamos ante una puesta en escena notable a la que se suma una dirección musical, llevada a cabo, por el maestro Tulio Gagliardo, llena de precisión y buen gusto.
La partitura de Moreno Torroba, en manos de la Orquesta Sinfónica Europea Mediterránea, llega hasta el espectador con rotundidad, bien medida y con una perfecta armonía. Cierto desequilibrio encontramos en el componente humano de este montaje. Un desnivel que se centra en el cuarteto protagonista. Los cantantes de esta zarzuela; siendo el cuerpo dramático de estupenda calidad, dentro del cual hemos de reseñar la veteranía de Miguel de Grandy en el rol de Don Florito y la juventud llena de brío, de Adolfo de Grandy, en el papel de Aníbal.
Llegamos a la parte musical de este reparto y hacemos parada en el personaje de una duquesa que, si no me equivoco, es “granadina”. La Duquesa Carolina, interpretada, en uno de los repartos por Svetla Krasteva. Si bien musicalmente hemos de reconocer su lirismo y distinción; por otro lado y sin olvidar que una de las características de la zarzuela es su teatralidad, hemos de afirmar que, cuando menos, resulta chocante su acento; su actuación forzada y su pose continuo en un papel en el que parece no haberse ubicado.
Concluimos así en el trío amoroso, protagonizado por Vidal, Luisa Fernanda y Javier (Luis Cansino, Carmen Aparicio y Javier Palacios).
Carmen Aparicio y Javier Palacios no llegan al nivel que, en este reparto, marca Cansino. Palacios, aún siendo dueño de una voz potente y bien impostada, falla en su medida, mostrando su punto más débil en los tonos más graves y careciendo de matices en los compases más líricos y sentidos.
Carmen Aparicio, por su parte, queda oculta tras la sonoridad de la orquesta, en numerosas ocasiones.
Luis Cansino, además de llevarse, con sobrados motivos, la ovación más sonora y el aplauso más caluroso, es la figura indiscutible de este reparto.
Acertado en su interpretación, llena con su seguridad y dominio, el escenario, logrando lo que sólo los grandes pueden hacer: Interiorizar una melodía, reescribirla con la pluma infalible del corazón y regalársela a un público que no sólo escucha, sino siente con Vidal, una generosidad que no siempre es capaz de practicar.
Algo que en este montaje se ha acentuado es la apuesta por la interpretación sentida y veraz. Tal vez haya sido una visión personal; pero habiendo presenciado otras representaciones, siempre he observado que cuando el cantante interpreta una canción, se limita a ello, dejando a un lado la parte dramática. El cantante se limita a cantar, aunque lo que la canción exprese, interpretativamente, lo deba conducir a la emoción. En este montaje no. En un momento dado, Luisa Fernanda (Carmen Aparicio) llora y esa emoción le impide concluir con limpieza una canción; al igual que Vidal (Luis Cansino) cuando “su morena” lo abandona para marcharse con el hombre que verdaderamente ama; con esta interpretación se logra un momento dramático de enorme belleza. Tal vez haya sido una visión personal, repito, pero considero acertada esa fusión de artes. Esa apuesta por la emoción; al fin y al cabo, el arte, cuando llega frío y desprovisto de vida, al espectador, deja de ser arte para convertirse en otra cosa.