Críticas de espectáculos

Lulú / Paco Bezerra / Luis Luque

¿Demonio o víctima?

«Y creó Dios al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza; a imagen de Dios, varón y mujer, del mismo barro los creó.»

Hay obras que el espectador se las lleva a casa, como un alumno que hacer sus deberes, para reflexionar sobre ellas, intentando resolver sus enigmas. Eso ocurre con varias obras de Paco Bezerra y en este caso con Lulú que nos ofrece un material muy rico para la reflexión y varios niveles de lectura. Lulú de Paco Bezerra no tiene nada que ver con su homónima de Vedekind, una femme fatale, prostituta, seductora y destructora de hombres. La Lulú de Bezerra es el paradigma de lo femenino, a la vez figura mítica y concreta, universal y eterna. Un oscuro objeto de deseo que en nuestra civilización judeocristiana, marcada por la dualidad: dios y diablo, el bien y el mal, etc, se destaca por su naturaleza contradictoria, a la vez divina, benéfica y demoniaca. 

Un ser humano que acumula todos los males y bondades, mujer maléfica, vampírica, acusada de comercio con el diablo, y también figura de virginal, de pureza, de madre progenitora y nutriente. 

¿La mujer fatal o la fatalidad de nacer mujer? ¿Sexo bello o sexo maldito? ¿No hay acaso un parentesco entre Lulú y Lucifer? 

A la genealogía de estas maléficas mujeres fatales pertenecen entre otras Lilith, Eva, Pandora, Elena de Troya, Circe, Medusa, Salome, Dalila, Jezabel, Erzsebeth Batori, etc… 

Paco Bezerra se remonta a los origines del mito en el que se funda la visión siempre vigente, misógina y patriarcal de la mujer. 

Si Lulú representa este arquetipo de la mujer fatal, destructora y dominadora, Bezerra se pregunta ¿no será una figura fantasmada por los hombres que a la vez la temen, humillan y adoran? «¿(…) existe realmente este arquetipo de la mujer dañina y seductora más conocido como femme fatale o por el contrario ha sido creada por la necesidad y la mano del varón para cargar sobre ella la culpa y responsabilidad de todos los males que les ocurren?». 

¿Quién invento el mito que desde el Génesis transmite la imagen de la mujer seducida por el Diablo? 

Paco Bezerra siempre anda por sus caminos propios mirando el mundo, denunciando los males, las posturas hipócritas, los tabúes, las distintas formas de opresión en nuestra sociedad, sin nunca tomar partido, sin procurar dar lecciones.

Es la gran cualidad del dramaturgo y del artista en general.

En Lulú, su última obra, mete los pies en el hormiguero de debates, polémicas y reivindicaciones exacerbados acerca de la condición femenina en nuestra sociedad, en la que prosperan impunemente la desigualdad de sexos, el maltrato y los acosos de todo tipo a las mujeres. 

Pero también la denuncia de esos acosos, los arreglos de cuentas, en particular los de las celebridades del cine y la prensa y otros sectores de gran proyección social, están de moda. 

En este ambiente electrizado proliferan las obras feministas, inundando los escenarios, varias de ellas escritas por autores hombres demostrando su conformismo (o su oportunismo) con lo «políticamente» correcto. 

Así que uno puede preguntarse ¿Paco Bezerra en Lulú está a favor de la mujer y del feminismo? 

Su obra, a mi juicio, está absolutamente por encima de este nivel, bastante elemental, del debate que se hunde reduciéndolo a lo anecdótico. 

Sabiendo que el teatro no es una copia de la realidad, Paco Bezerra le confiere una dimensión poética y metafórica en la que lo real, lo fantástico, lo simbólico y lo mítico interfieren formando varios niveles de lectura.

Amancio, viudo y padre de dos hijos adultos, dueño de una plantación de manzanos, con una vida totalmente abnegada, obsesionado por la trágica muerte de su esposa por la mordedura mortal de una serpiente. Paco Bezerra coloca la trama de la obra en un espacio simbólico, atemporal, entre la realidad y el mito, en el que aparecen Julián y Lulú, personajes enigmáticos con una identidad ambigua. 

La plantación de manzanos evoca un Edén perverso, la serpiente que mordió a la mujer de Amancio recuerda la figura del diablo, Lulú, la misteriosa mujer con una herida en la espalda y sin memoria que Amancio encuentra debajo del manzano, encarna a toda la genealogía de las mujeres malditas.

El incendio de la plantación de manzanos puede ser la imagen de la ocultación de la verdadera historia del paraíso. 

Como en otras obras de Paco Bezerra, se encuentran en Lulú algunos elementos simbólicos o rituales, por ejemplo la prueba de las manzanas. 

Remontándose al origen bíblico del mito, Paco Bezerra apunta con su indiscreto dedo sobre a la ambigüedad en la creación de la primera pareja que Julián nos revela en la obra. Hay dos versiones contradictorias en el Génesis, según la primera, Dios creo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza del mismo barro, pero en la segunda versión corrige su creación introduciendo la desigualdad, creando a la mujer a partir de la costilla del hombre. Lo cual supone la dependencia del ser femenino respecto del masculino y estableciendo además el orden patriarcal con que la mujer se convierte en progenitora, objeto de uso sexual a veces idealizada por los poetas y amantes y frecuentemente identificada con un género débil y maléfico. 

Lilith, la primera mujer de Adán antes de Eva, considerada por la tradición judaica como un demonio femenino que seduce a los hombres, se perdió en la memoria bíblica pero sigue alimentando el concepto de lo femenino. 

Lulú es la séptima obra de Paco Bezerra puesta en escena por Luis Luque que se adentra cada vez más en la escritura de su autor cómplice. 

María Adánez que se ha incorporado a esta complicidad de Bezerra y Luque desde El pequeño Poni fue finalista, por su interpretación, del Premio Valle Inclan) encarna a Lulú, símbolo de la fatalidad femenina, de la sensualidad, provocadora y víctima del deseo sexual irrefrenable, brutal y de la violencia de los hombres. 

María Adanez es Lulú a la que Amancio encuentra, medio desnuda, herida, y en el final es Lucia, a la vez una mujer cualquiera y todas.

Sentada, casi inmóvil sobre la mesa, desvela la impostura bíblica y lo que ocurrió realmente con la mujer de Amancio. «Ella tampoco perdió la vida a causa de la mordedura de ninguna culebra: la mujer harta de que la menospreciaran y la trataran como a un desecho, una noche huyó de la finca y de la misma manera en que lo hizo Lilith del paraíso. Pero ellos, en vez de asumir lo que había ocurrido, prefirieron borrar su rastro y acabar con ella. «

La interpretación virtuosa de María Adanez, muy ahorrativa en las expresiones, justa con gran profundidad, es ejemplar. 

También sus compañeros Armando del Rio como Amancio, Cesar Mateo, Calisto, David Casillo, Abelardo, hijos de Amancio y Chema León como Julián, investigador y descubridor de la impostura del mito, son todos excelentes intérpretes de la partitura de Bezerra compuesta por diálogos, soliloquios, tríos, y relatos, que crean la distancia temporal y la perspectiva mítica.

Para contar esta historia Mónica Boromello ha concebido un espacio atemporal con solo una gran mesa que evoca a la vez un escritorio y un altar del sacrificio. Sirve para la lectura por Julián de citas del Génesis y para el sacrificio de Lulú. 

Un muro en el fondo sugiriendo un interior, detrás del que se proyectan algunas imágenes del campo de manzanos y de su incendio. 

En su puesta en escena, inteligente, muy sobria, Luis Luque no representa actos violentos, violaciones colectivas y el martirio de Lulú, realizándolo solo de forma sugestiva a través de imágenes simbólicas, que tienen algo del ritual. 

Un espectáculo semejante a la epopeya de la condición femenina vista desde las raíces profundas, ocultas, del mito creado por y para los hombres.

¿Hasta cuándo esta impostura, probablemente la más inhumana, va a condicionar nuestra sociedad? ¿Si con las leyes y reformas sociales, se pudiera instaurar la igualdad entre hombres y mujeres, como acabar con los prejuicios y todo el imaginario fundado sobre el modelo patriarcal, transmitido desde la noche de los siglos por la religión y el arte? 

 

Irène Sadowska 

Lulú de Paco Bezerra – Dirección: Luis Luque – Diseño de escenografía: Mónica Boromello – Vestuario: Beatriz Robledo – Iluminación: Felipe Ramos – Música original y espacio sonoro: Mariano Marín – Reparto: Armando del Rio – Amancio, César Mateo – Calisto, David Castillo – Abelardo, María Adánez – Lulú, Chema León – Julián – del 21 de febrero al 25 de marzo de 2018 – En el Teatro de Bellas Artes, Madrid


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