Luz y teatrólogos
El Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami cumple veinticinco hermosos años de existencia, en esta edición con México como país homenajeado, y como es habitual, además de la exhibición de espectáculos, con una parte de la programación formada por trabajos mexicanos, al igual que se reconocía la trayectoría de José Solé, el gran director, por toda una vida prolífica y extensa dedicada al teatro, se celebró como es habitual en esta cita un encuentro con investigadores, estudiosos de los asuntos teatrales latinoamericanos, por lo que tuvimos la oportunidad de escuchar brillantes intervenciones sobre aspectos muy variados de la creación teatral latinoamericana.
Por decirlo de alguna manera, la academia, la investigación desde a filología o desde las humanidades, mete su lupa en la actividad teatral y en ocasiones la mixtifica y en otras le añade una capacidad de trasformación social que parece sustentarse no en un análisis de la realidad, sino de la ideación casi subliminal de lo que pudo haber sido y probablemente lo sea, pero casi nunca, a nuestro entender, en esa magnitud de incidencia ni social, ni política, ni artística y en ocasiones, desgraciadamente, ni teatral que se intenta transmitir de manera optimista.
Al ser México y sus dramaturgias el principal centro de inspiración, tuvimos la oportunidad de constatar el gran nivel artístico general, la variedad de propuestas, la cantidad de producciones, el movimiento teatral arrollador, que se detecta en la gran cantidad de instituciones dedicadas a la formación, y no solamente en D.F. sino en todos los Estados de la República, el nivel de los estudios universitarios, la enorme producción editorial tanto de textos teatrales, como de líneas de investigación y teoría.
En el terreno concreto de las intervenciones, destacar la gran agudeza de algunas de las ponencias y, por encima de todo, nos pareció importante la incidencia, casi constante, en acercarse al feminicidio existente, que se representa y se focaliza informativamente en Ciudad Juárez, y las diferentes formas en las que desde el teatro se ha abordado este lacerante asunto, que como se puede comprender no es una exclusividad mexicana, sino que es allí donde esa lacra ha salido a la luz, se ha convertido en un asunto de conocimiento general. Las artes escénicas, desde diversas sensibilidades, ha afrontado este doloroso goteo de asesinatos, con la intención de lograr o la catarsis o la objetivación de algo que las sociedades parecen no querer afrontar de cara y se necesita del arte para encontrar otras miradas. Este es un asunto al que se debe prestar más atención, y desde la escena, cuidarse muy mucho en no caer en morbosidad o complicidades invisibles.
Conforme a uno se le acumulan horas de encuentros, sin perder un ápice de una necesidad voraz por aprender escuchando a los demás, intentar comprender lo que puede ser el teatro, desde muchos puntos de vista, ya sea partiendo de un presupuesto muy analítico, utilizando lenguajes aparentemente muy doctos, con muchas citas que parece ser la manera de auto avalar sus discursos, o sus simples apreciaciones sobre una obra concreta, empieza a resentirse mi capacidad de dar por aceptable cualquier actitud sobre el Teatro, y en estos momentos en los que podríamos asegurar que existe una confusión, quizás una falta de criterios, o liderazgos preeminentes sobre alguna corriente estética, sobre alguna formulación teórica que inspire a una mayoría, lo que se debe hacer desde la postura académica es aportar luz. Mucha luz. Toda la luz que se pueda para poder discernir, para detectar todo aquello que es sustancial y lo que es un excipiente. Y, con cierta frustración, hemos detectado últimamente una especie de búsqueda de una oscuridad a base de la utilización de un lenguaje barroco que aparenta ser científico, que evoca a la filosofía, pero que enturbia, o para ponernos en contexto mexicano, parecen que hablen como Cantinflas.
Esperemos que sea una sintomatología de algo pasajero. Bueno será que llamemos al pan, pan y no un producto comestible elaborado con harinas de cereales y el líquido elemento formado por dos parte de hidrógeno y una de oxígeno, cloruro sódico y levadura, que después de un proceso de manipulación, mezcla y oxigenación, se introduce en una concavidad calentada por materiales corpóreos orgánicos o gaseosos, elevando la temperatura hasta que se logra una textura fuerte por su exterior y jugosa por el interior. He escrito muchas palabras, pero el resultado es el mismo: pan. Por favor, luz. Mucha luz.