‘Madame Bovary’ / Flaubert / Magüi Mira
Sólo peripecias amorosas
Reducir a obra teatral un texto con la densidad y la complejidad que tiene la novela de Flaubert, es una tarea ardua y complicada que conlleva múltiples renuncias. Elegir bien esas renuncias, marca la línea que separa el éxito del mero intento. Entre los elementos a los que renuncia Emilio Hernández están las razones, los por qué. ¿Por qué Enma Bovary entra en esa espiral que la conduce a la destrucción? ¿Sólo por un matrimonio que la hastía? ¿Y por qué la hastía su matrimonio? ¿Por qué se asfixia? ¿Dónde está la presión, la violencia social que la obliga a sacrificar su derecho al placer? ¿Por qué cuando escoge una salida se equivoca tan rotundamente? Nada de eso se nos muestra, nada se nos explica y por eso la historia no convence. Tampoco ayuda que se haya elegido, tal vez en un intento por explicar todo aquello que no está, una estructura en la que prima lo narrativo sobre la propia acción teatral, resultando en exceso discursiva.
Magüi Mira, que ha dirigido espectáculos tan brillantes como aquel ‘Un cuento de invierno’ de Shakespeare, de hace algunas temporadas, realiza en esta ocasión una puesta en escena más certera en el ‘dónde’ que en el ‘cómo’. Acierta al plantear la acción en un espacio prácticamente vacío (muy bien resuelto por la escenografía) que le permite trasladar la acción de tiempo y de lugar sin apenas transiciones, pero su acierto no parece tan claro al perfilar personajes y plantear las diferentes situaciones, en especial en la forma de resolver la larga y artificiosa escena final.
En el terreno interpretativo, Ana Torrent se muestra por momentos excesiva (el grito no sustituye a la intensidad) y Fernando Ramallo caricaturiza en exceso a su enamorado bobalicón.
El público aplaudió mucho y con ganas, pero el resultado se acerca peligrosamente al melodrama. Sensación que multiplica una música monótona, reiterativa y poco adecuada. Por eso, cuando Enma dice aquellas palabras tan certeras que Flaubert puso en su boca “un hombre, por lo menos es libre, puede gozar de cualquier placer. Pero cuando un deseo nace en una mujer, ya existe una norma para reprimirlo”, y que deberían dar pleno sentido a la historia, resultan forzadas y muy poco creíbles, diluyéndose el conflicto esencial entre las necesidades de la mujer y el carácter opresivo y castrador de la sociedad. Todo, en esta ‘Madame Bovary’, queda reducido a unas caprichosas peripecias amorosas. La obra de Flaubert no es eso.
Obra: MADAME BOBARY. Autor: Gustave Flaubert. Versión teatral: Emilio Hernández. Produce: Pentacion Espectáculos. Intérpretes: Ana Torrent, Juan Fernández, Armando del Río y Fernando Ramallo. Iluminación: José Manuel Guerra. Vestuario: Helena Sanchís. Música original: David San José. Coreografías: Pilar Villanueva. Dirección: Magüi Mira. Teatro Principal de Zaragoza. 30 de marzo de 2012
Joaquín Melguizo
Publicado en Heraldo de Aragón 1 de abril de 2012