Made in Salvador/Egly Larreynaga/FIT Cádiz 2016
¿Quién es el explotador?
«Nicaragua, El Salvador, Honduras, China, Indonesia, Bangladés, Filipinas…» Con estas palabras finaliza la obra «Made in Salvador… Y de bordar en bordar se me fue la vida» de la compañía Teatro del Azoro. Le sigue un prolongado y atronador aplauso unánime del público puesto en pie. Lo hemos vivido en la sala Teatro del Títere La Tía Norica de Cádiz, dentro de la programación de la 31 edición del Festival Iberoamericano de Teatro (FIT) de Cádiz.
La compañía Teatro del Azoro ha regresado a España tras su éxito anterior «Los más solos» que también se paseó por toda España partiendo del FIT. Con idéntico proceso de trabajo que consiste en la investigación antropológica a la búsqueda de historias, personajes y realidades que por ser evidentes son intencionadamente obviadas, y que por razones políticas interesadas hay que esconder, ahora la compañía salvadoreña se ha adentrado en el mundo rural de Santo Tomás y Panchimaco en El Salvador donde una población importante de mujeres subsisten trabajando desde sus casas para la maquila bordando y bordando más de 17 horas diarias a fin de recibir un salario mísero, la incomprensión y violencia familiar y el desprecio laboral.
El texto de Egly Larreynaga, Luis Felpeto y Paola Miranda da voz a unas mujeres anónimas que malviven gracias a la explotación de un sistema de producción y consumo capitalista que no entiende de condiciones humanas si no es la rentabilidad.
La obra es la síntesis de una investigación a lo largo de un año recopilando entrevistas personales, visitas convivenciales con las familias, recopilación bibliográfica y periodística junto a la observación geográfica y social.
Con estos materiales y un riguroso trabajo escénico a través de la improvisación y el encuentro con otros artistas críticos de su trabajo, Teatro del Azoro ha construido un relato estremecedor que golpea la conciencia del espectador. Las cuatro excelentes actrices se meten en la piel de cuatro mujeres –que representan un universo entero- que bordan desde niñas, que tienen «el vicio de bordar» para sacar adelante a su familia, que apenas les queda tiempo de ocio y descanso para recuperarse del cansancio y del dolor que tendrán de por vida, pero que también –cuando se reúnen en la puerta de sus casas para reconfortarse con la colectividad- sin dejar de bordar, les queda un poquito de humor para contarse chistes como: «Lo duro entra en lo blando y quedan dos colgando», o «Lo chupo y lo meto por el culito».
Los personajes toman conciencia de su situación y piensan que hay que protestar, pero el patrón no les volverá a dar trabajo y eso significa un mal mayor. Los personajes son víctimas de la indefensión, de sus circunstancias sociales y familiares, del sistema de producción; son víctimas de sí mismas que quieren «salir del hoyo» pero carecen de los mecanismos para liberarse, son personas explotadas hasta la extenuación.
Por 15 jornadas de trabajo a razón de 17 horas diarias para bordar una pieza de tela, el patrón les paga 1,8 dólares, si es que no le rebaja o rechaza el trabajo alegando pequeños defectos de la elaboración. Por su parte, él vende la pieza por 70 dólares. Pura y cruda explotación.
La puesta en escena dirigida por Egly Larreynaga y Luis Felpeto participa del tipo de teatro documento donde los diálogos y las acciones están al servicio de recrear una dolorosa realidad. Unas chapas onduladas, unas pobres sillas, un neumático de coche y poco más nos sitúa en un espacio donde se palpa la pobreza y la marginalidad.
Aparte de los cuatro personajes que comparten diálogos sustanciosos tanto por la crudeza que narran como por los atisbos de humor (los pendientes y el hilo), la pieza presenta a otros personajes que no aparecen en escena pero que están implícitos, presentes, colaborando en el drama. De este modo, aparecen los hijos que pronto han de dejar la escuela para aportar sustento; aparece el marido que, después de robarle 5 dólares que la mujer tenía ahorrados, usa la violencia física y sexual; aparece el patrón que es el gran explotador.
Y aparece, está el público consumidor que se aprovecha de las miserias de un mercado injusto. El público, los de acá, quienes habitamos en el mundo del consumo desmesurado también participamos de la triste explotación. Es el sistema comercial establecido. Porque, claro, si no se compraran esas piezas bordadas con sufrimiento y enorme dolor físico, si la cadena se rompiese, ¿qué sería de esas mujeres?
El dilema que plantea este trabajo de la compañía salvadoreña no es fácil de resolver, pero cuando se toma conciencia de las condiciones de producción de lo que consumimos…, duelen las historias que hay detrás.
Con todo, el espléndido trabajo de Teatro del Azoro no solo es un teatro de denuncia, sino que se enmarca dentro del teatro útil al que nos tiene acostumbrados el FIT de Cádiz. Es útil en cuanto que nace de las necesidades de las gentes de abajo, sin intelectualismos, que parte de la gente que muestra su identidad; y que se dirige a todo un público consumidor que ha de reflexionar.
Manuel Sesma Sanz
Espectáculo: Made in Salvador… Y de bordar en bordar se me fue la vida. Dramaturgia: Egly Larreynaga, Luis Felpeto y Paola Miranda. Intérpretes: Ana Ruth Aragón, Alicia Chong, Paola Miranda y Egly Larreynaga. Escenografía y vestuario: Teatro del Azoro. Iluminación: Luis Felpeto. Dirección: Egly Larreynaga y Luis Felpeto. Compañía Teatro del Azoro. Sala La Tía Norica de Cádiz, en la 31 edición del FIT de Cádiz.