Manada de hormigas
Desde hace un par de meses estoy trabajando en un barrio donde hay una concentración especial de oficinas. Mucha empresa multinacional con su sede principal en mi país, mucho hípster circulando entre milenials con su café Starbucks en la mano, por supuesto gigante.
Hoy detenido en mi scooter frente a una luz roja, no pude dejar de impresionarme por la manada de hormigas alineadas cruzando la calle.
En general en mi país los pasos de peatones no se respetan demasiado y la gente, incluyéndome, cruza por cualquier lugar, muchas veces corriendo para evitar ser atropellado por el incomprensivo conductor que no está dispuesto a disminuir la velocidad por un simple peatón sin la capacidad económica como para comprarse un buen vehículo.
Pero esto era diferente; los peatones esperaron pacientemente a que el hombrecillo verde indicara el momento adecuado y, ordenaditos, casi como orientales, en fila india, atravesaron por el camino a franjas. Prácticamente me sentí en otro país, incluso en otro planeta.
Cuál de todos más fashion según los cánones actuales. Zapatillas con diseño, pantalones pitillo, camisas muy in, cabellos teñidos de arcoíris, tatuajes visibles, piercings perforando lugares inusitados…
Y yo, un bicho raro; zapatos negros, pantalón negro y camisa blanca. En la normalidad de este barrio, definitivamente yo era el raro.
¿Crítica?
En un primer momento quise criticar esos aspectos demasiado cuidados en desmedro de una honestidad al actuar.
¿Y quién soy yo para criticar a otros?
La libertad debe ser absoluta, bueno, casi absoluta porque todos sabemos que la libertad individual termina donde empieza la libertad del otro.
Si al empleado del piso 10, un joven de entre 20 y 30 años le gusta acomodarse el peinado en el espejo del ascensor, es cosa de él. Si la mujer del piso 14 más que piel tiene un mural cutáneo y la del 18 tiene tanto piercing que de seguro llegaría antes al aeropuerto por todo el tiempo que demoraría en sacárselos antes de pasar por el detector de metales. Cada cual puede hacer lo que quiera con su vida y por supuesto con su aspecto.
Claro que lo óptimo sería adoptar una postura plena y no disfrazarse, por ejemplo, de anarquista anti sistema mientras se chatea contra la sociedad contemporánea desde su notebook apple sentado cómodamente en la cafetería de moda.
¿Acaso el rock and roll, esa música hoy añeja para gran parte de la juventud, no fue una música desquiciada en su momento para la gente mayor?
Por tratar de ser diferentes en una postura contra uniformarse, terminamos todos uniformándonos de anarquistas, punks, hípsters, ecologistas, …, las hormigas terminamos pareciéndonos unas a otras.
¿Y de que nos extrañamos si nos agrupamos con quienes somos afines para sentirnos acogidos?
Por naturaleza somos seres grupales. Son pocos los capaces de vivir en solitario, aunque más que una virtud, es una incapacidad de empatizar con otros.
A ser lo que queramos ser, no solo disfrazándonos sino compartiendo los ideales de cierta postura que adoptaremos como la nuestra.