Y no es coña

Marcos incomparables

Voy buscando explicaciones a lo obvio. Con mi carnet de baile muy restringido y acotado por tiempos y espacios, me veo gozosamente rodeado por públicos tetarles estaciónales. Esos conciudadanos que acuden a las programaciones veraniegas, que llenan butacas, sillas, asientos muy incómodos al aire libre o en lugares historiados que aportan memoria pero practicidad, que disfrutan del verso, del cante hondo, de la risa de la opereta o de la rotundidad de un Shakespeare expresado en húngaro con sobretitulación. Es una gran alegría ver a estos públicos veraniegos, turísticos o aficionados, pero todas estas circunstancias acaban en un concepto, se celebran en marcos incomparables.

Acabo de ver en los Jardines del Generalife de Granada, el espectáculo “¡Oh Cuba! Federico García Lorca” un sábado a la noche con todo lleno, repleto, y por lo auditado en paseos previos, lavabos finales, ambigú y otros vicios adquiridos para intentar palmar la realidad en las espacio de la cultura en vivo, había un conglomerado de ciudadanos de muy diversas procedencias y estatus socio-culturales y económicos, incluyendo personas de otros lugares y otras lenguas.  Además, prevalecían los autóctonos, expandiendo el término a gran parte de Andalucía, en un ambiente de respeto y de admiración.

Para quien no conozcan los detalle geográficos, estamos hablando de la Alhambra, uno de los lugares más conocidos de la Tierra, con un turismo constante durante todo el año y que desde hace quince años se presenta este programa en sus jardines, que se ha convertido en una cita clásica del verano de las artes escénicas. Quisiera señalar el fenómeno como excepcional, peor también como ejemplaridad para armar discursos sobre los públicos, la difusión, la adecuación de la oferta con la supuesta demanda y todo desde una perspectiva cultural, quizás con ribetes turísticos a mi entender sostenibles y recomendados, pero no solamente desde lo mercantil, lo económico.

Me explico, estos eventos, estoy hablando en esta ocasión en la que encima del escenario actúan vientres artista de la actuación, la música, el cante y el baile. Es decir es una producción no habitual, que debe hacerse con soporte económico público, porque a la ve se ofrece en otro espacio público, habilitado para la ocasión que ayuda a que haya esa afluencia de decenas de miles de espectadores en mes y medio, para ver algo digno, que no busque solamente la rentabilidad económica y que en este caso se centra en tres meses de la vida de Federico García Lorca en Cuba. Un buen tema. Bastante bien desarrollado sea dicho de paso.

En un marco incomparable, en un lugar mágico, por cierto, yo tuve la suerte de ver una función con la luna reventona encima del escenario, que se volvía poesía cuando la voz de Lorca la mencionaba con esa profundidad metafórica. Estas cosas suceden, en Almagro, Olite, Alcántara, Peñíscola, Castillo de Niebla, Mérida y muchos otros lugares cuyo espacio ya es conocido previamente y que se suma a un acto cultural excepcional, pero saludable al menos para crear un pensamiento positivo que reside en hacer las cosas bien, tener los medios adecuados y aprovechar las coyunturas.

Quien quiera ver un espectáculo en el sentido noble del término, la conjunción de la palabra lorquiana, un personaje duende que cose el espectáculo interpretado excelentemente por Loles León, un cuerpo de baile que mezcla disciplinas, lo mismo que la música porque se tarta de ese cruce cubano y flamenco tan rico, tan vitalista, profundo y sensual, en una dramaturgia funcional de Francisco Ortuño que firma también la dirección. Uno de esos espectáculos que gustan. Y yo añado que quizás en otro formato pudiera tener una vida posterior por los escenarios convencionales. Si pasan por allí están hasta el 26 de agosto. Una experiencia.

 


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