Marta Carrasco: “Mi única manera de formar parte de la sociedad es actuando”
Marta Carrasco, Premio Nacional de Danza, protagonizó ayer, miércoles 14 de mayo, en la tercera de las conferencias del ciclo “Viajeros de la escena” que se desarrolla, dentro del FESTIVAL TEATRO GAYARRE; Otras miradas, otras escenas en la sede de la Escuela Navarra de Teatro. El viernes, día 16 de Mayo, el actor Javier Gutiérrez, protagonista de “Argelino, servidor de dos amos” de la compañía Animalario, protagonizará, la cuarta y última de las conferencias del ciclo. A Marta Carrasco, premio nacional de Danza, se siente incluso más cómoda hablando a los alumnos de teatro que a los de danza. Ayer se hizo patente en la charla que dio a los estudiantes de la Escuela Navarra de Teatro, que no dejaron de interrumpir sus reflexiones con aplausos. Porque sus espectáculos rompen la barrera entre estas dos disciplinas. Por eso, las estanterías de su casa guardan galardones de danza y varios premios Max de Teatro. Y quizá por eso cuando presentó su última obra J’arrive, en la que repasa toda su trayectoria, “los críticos de danza y los de teatro se peleaban por ver quien tenía que acudir. Unos dicen que no es danza sino teatro y otros lo contrario. Pero a mi me da igual, es creación”, explicó la artista catalana.
Con un matiz, que escapa de etiquetas como “teatro-danza” o “teatro visual”: “Lo que hago es una creación que parte desde cero, porque no te basas en un texto como las obras de teatro sino que tienes que ir creando tu propio texto”, un lenguaje “visual” que apenas usa palabras. Esa dificultad hace que “parir una obra puede durar como un embarazo, nueve meses”. Aquí reside el principal problema con el que se encuentran las compañías de danza. “La producción es más larga con lo que hace falta más dinero que en una obra de teatro convencional. Pero cobramos menos y además los espectáculos no suelen estar mucho tiempo en cartel”.
No ocurre así con su primera obra, Aiguardent, una de las pocas que ha logrado mantenerse en los escenarios más de trece años y con la que la artista catalana logró “un nuevo lenguaje en el que se fusionan el teatro y la danza”. Un lenguaje que ha ido puliendo en cada una de las representaciones ya que “la ventaja de trabajar y salir a escena sola es que la obra nunca es igual y la obra se va creando conmigo”. En tantas representaciones, también hay lugar para los errores, que va incorporando a su creación. “De un error tiene que salir algo mejor”, indica la artista, quien indica que “lo imperfecto tiene una belleza única. Por eso me gusta trabajar con actores, que tienen menos riqueza técnica que los bailarines”.
Carrasco encarnaba a una alcohólica, “un papel duro” de los que gustan a la artista catalana. “Elijo personajes duros porque me gustan y porque el teatro es conflicto”. También “humanidad. La ternura y la emoción siempre están en mis espectáculos, como la ira, porque son innatos al ser humano”.
Para crear esta primera obra echó mano de una de las armas que reivindica para el trabajo del artista, “la inconsciencia”. “Me encerré sola en una sala con una silla con ruedas y comencé a moverme. Y cuando entraron me dijeron: ‘¡Si estás haciendo un espectáculo!”.
La misma “inconciencia” que a los 18 años le impulsó a dejar su oficio de pianista y comenzar sus estudios de baile y teatro, pese a la oposición de su padre. “Parecía que decir ‘papá, quiero bailar’ era decirle ‘papá, quiero ser yonki’. Pero sabía con ese grado de inconsciencia que tenía que dedicarme a esto. Y ojalá no perdamos esa parte de inconsciencia”.
Otra de las herramientas que utiliza la artista es la curiosidad por todo lo que le rodea. La que le llevó a utilizar un plástico transparente como uno de los elementos fundamentales en su segunda obra, Blanc d’ Ombra, en la que encarnaba a la esposa del escultor Rodin, Camile Clodet, que pasó 15 años en un manicomio.