Maruxa / Amadeo Vives / Paco Azorín
Stabat Mater, Un himno a la Galicia doliente y luchadora
Galicia, mítica, encantada, rural pero también contemporánea, industrializada, luchadora, cual ave Fénix renace siempre de catástrofes naturales, industriales y de los excesos especulativos, esta es la visión que, de esta tierra en los confines de Europa, propone Paco Azorín en su versión de Maruxa, ópera de Amadeo Vives. Estrenada en 1914 en el Teatro de la Zarzuela, Maruxa, ópera pastoral, escrita sin partes habladas, inspiró dos películas en 1923 y 1968 y se estrenó de nuevo en el Teatro de la Zarzuela en 1971. Dos particularidades han alejado Maruxa de los escenarios: la debilidad del libreto y una partitura muy difícil, llena de desafíos vocales. Por lo tanto, aplaudimos la iniciativa de recuperar esta obra esencial de nuestro repertorio musical lírico, con una nueva versión del libreto de realizado por Paco Azorín que confiere a Maruxa una dimensión a la vez mitológica y contemporánea.
Su espectáculo pretende ser un homenaje a la Galicia atemporal, mágica, y al pueblo gallego, a su solidaridad y capacidad de luchar contra las agresiones medio ambientales que devastan permanentemente su tierra, pero también es una crítica feroz de la irresponsabilidad y del apetito insaciable de beneficios de las industrias y empresas que provocan desastres ecológicos.
Pero estas buenas y luminosas intenciones en la puesta en escena se concretizan en imágenes simplistas, ostensibles, a menudo caricaturescas, sin una gota de realismo mágico, al menos en la figura mitológica que representa la esencia de Galicia.
Con Maruxa Amadeo Vives renueva el género musical lírico español, ambientando su obra con las influencias musicales europeas de su tiempo, como las referencias perceptibles a Wagner o a Strauss, combinándolas con temas populares del folklore gallego.
A la partitura de Vives, compleja y muy exigente, no le han salido arrugas pero el libreto de Maruxa, con su argumento bucólico, el ambiente pastoral y las peripecias e intrigas amorosas, sí.
Paco Azorín traslada esta historia rural al año 1976 cuando el petrolero Urquiola se hundió frente a la Coruña vertiendo al mar 100.000 toneladas de petróleo, más aún que el Prestige en 2002.
Todo el pueblo gallego, solidario, reacciono contra las especulaciones de la empresa propietaria del petrolero y la irresponsabilidad y pasividad de los políticos, defendiendo su tierra y entregándose de lleno a limpiarla.
Azorín introduce también en su versión la figura mítica de Galicia, deplorando las catástrofes que azotan constantemente su tierra.
De esta forma se desarrollan tres hilos argumentales: el mítico, el de las peripecias amorosas de dos parejas, los jóvenes campesinos Maruxa y Pablo y los propietarios ricos Rosa y Antonio, y el de los depredadores industriales, encarnados por la empresa de Rosa, que se interrelacionan en la obra. Así, aparece con más nitidez el paralelismo entre el dominio destructivo que ejercen Rosa y Antonio sobre la pareja de campesinos y la actuación depredadora de los especuladores.
La estructura de la partitura con los preludios antes de cada acto y los pasajes únicamente instrumentales, permite, sin alterar la trama musical, las inclusiones en la dramaturgia escénica del poema de Rosalia de Castro que habla de esa Galicia mítica, y de unas escenas sin texto, solo mímicas, del consejo de administración simultáneas a la acción representada y cantada.
Los versos de Rosalía de Castro, con voz en off, acompañan en el prólogo, sin música, el nacimiento de la figura mitológica, Galicia, símbolo de la tierra y de la cultura gallega, y en el final (estamos en 2002) Rosalía de Castro se lamenta de la suerte de Galicia, mientras que, tras la catástrofe del Prestige, se forma un nuevo consejo de administración de la empresa naviera.
Galicia aparece en el escenario en algunas otras ocasiones, cubierta de una piel de oveja, símbolo de la naturaleza.
Pero la Galicia que vemos aquí, fuera de los tópicos turísticos, no tiene nada de pintoresco ni del ambiente pastoral.
La escenografía de Paco Azorín concentra los tres planos de su dramaturgia escénica: mítico, amoroso y el de la empresa naviera. El suelo de pizarras negras evoca a la vez la tierra devastada y las mareas negras de petróleo.
En el centro del escenario una gran mesa con sillas del consejo de administración. Sobre la mesa una maqueta del petrolero de última generación. En el fondo un ciclorama.
En el II acto la mesa y las sillas quedan suspendidas en el aire como una amenaza planeando sobre la tierra gallega.
En la pared del fondo se proyectan imágenes de la naturaleza: campos, rebaños de ovejas, pero curiosamente no hay ninguna imagen del mar.
Después se proyectan imágenes de la botadura y la explosión del petrolero Urquiola frente al puerto de la Coruña.
Al mismo tiempo la maqueta del petrolero arde sobre la mesa. Una redundancia totalmente inútil, como también el chorro de agua que sale de la maqueta cuando el buque se hunde.
La idea de hacer llegar, desde el patio de butacas, al pueblo que limpia la mancha protestando contra la empresa de Rosa, la inacción de las autoridades y la impunidad de los culpables, no es mala. Pero tanto la llegada del pueblo solo por un lado del patio de butacas, bastante lenta, como toda la escena, están exentos de nervio, de dinamismo y resultan un poco artificiales.
Las reuniones del consejo de administración, mímicas, con una buena dosis de humor e irrisión, expresan el cinismo de especuladores que tienen en cuenta solo sus intereses y sus beneficios.
Algunas escenas en las que aparece Galicia y las intrigas amorosas, a veces, tienen algo de artificial.
Asimismo Paco Azorín recurre a algunos trucos humorísticos fáciles, gastados, como por ejemplo en la escena de la carta de Maruxa a Pablo, que escribe una secretaria con una máquina de escribir.
Salvo algunas reservas relativas a la puesta en escena hay que destacar la perfecta adecuación entre la dramaturgia escénica y la musical en que los elementos instrumentales y los cantos de folklore gallego, como imágenes sonoras, expresan la identidad de Galicia y la perennidad de su cultura.
La orquesta, encabezada por José Miguel Pérez Sierra, destaca, sin subrayar, el registro de colores y los contrastes entre los momentos bucólicos, alegres, con reminiscencias straussianas y la atmósfera de las especulaciones o de la tormenta en el preludio del 2º acto, algo wagneriana.
Los solistas muy adecuados a las personalidades y características vocales de los protagonistas.
Maite Alberola, soprano, como Maruxa, muy natural y extremadamente cómoda en las partes más equilibristas con los agudos y sobreagudos de su papel, está deslumbradora en sus dúos inicial y final con Pablo, Rodrigo Esteves, barítono, que crea un campesino amable, un poco desorientado por los intentos de Rosa de seducirle.
También Rosa, Svetla Krasteva, soprano, y Antonio, Carlos Filgado, tenor, forman una pareja muy ajustada a las exigencias de sus partes vocales. Simón Orfila, bajo, Rufo, cantante de ópera que se enfrenta por primera vez al estilo zarzuelístico, encanta no solo con la famosa y esperada romanza Golondrón, sino que imprime su presencia y su talento de actor a las situaciones conflictivas o un tanto cómicas.
Y no puedo olvidar el formidable quinteto al final del 1er acto que tiene algo de la ligereza y pureza rossiniana que alcanza aquí el virtuosismo.
Se puede esperar que Maruxa, tras décadas de ausencia, sacada a la luz con una visión muy pertinente, vaya a iniciar una nueva carrera.
Irène Sadowska
Maruxa – Égloga lírica en dos actos – música de Amadeo Vives – libreto de Luis Pascual Frutos – dirección musical de José Miguel Pérez Sierra – dirección de escena y escenografía de Pazo Azorín – vestuario de Anna Güell – iluminación de Pedro Yagüe – video Pedro Chamizo – 1er reparto: Maite Alberola – Maruxa, Rodrigo Esteves – Pablo, Simón Orfila – Rufo; Svetla Krasteva – Rosa, Carlos Fidalgo – Antonio, Julia Arellano –Eulalia, Carles Pachon – Zagal, María Cabeza de Vaca – Galicia (Diosa) – gaitero : Alejandro Aijon – Orquesta de la Comunidad de Madrid – Coro titular del Teatro de la Zarzuela – Nueva producción del Teatro de la Zarzuela – del 25 de enero al 11 de febrero 2018 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid