Críticas de espectáculos

Medea/Narros/Granero/Sanlúcar/Ballet Nacional de España

Maravillosa Medea

 

Arrancó la 59 edición del Festival de Mérida con la feliz reposición de la «Medea» de Narros/Granero/Sanlúcar y con la Orquesta de Extremadura haciendo de telonero. Un «bolo» más del Ballet Nacional de España que, desde que fue estrenada en el Teatro de la Zarzuela y en el Festival de Mérida en 1984, ha sido representado con éxito en cientos de sitios. Una «Medea» que es quizá la obra más lograda de teatro/danza español y que con el paso de los años la han transformado en un espectáculo emblemático, que Antonio Najarro  -actual director de la compañía- ha incorporado dentro de su programa titulado «Clásicos de la Danza Española», estructurado en dos partes: la primera, con diversas danzas que muestran el abanico de la danza española, y la segunda, dedicada a lo que es el ballet con argumento (donde se incluye esta obra griega).

Vi la versión original de 1984, que programó Monleón, un logro de gran hechizo y fascinación de esa conjunción de ballet flamenco y ballet argumental, cuyo contenido se adecuaba perfectamente a la tragedia grecolatina de Eurípides/Séneca. Un logro de los tres talentos mencionados y de una bailaora/actriz: de Miguel Narros genial en el libreto/dirección, sintetizando los textos de la tragedia, aunque centrándose en la boda entre Jasón y Creusa y en sus consecuencias; de José Granero un innovador (que siguió los pasos de Antonio Gades) de aquellos tempranos años de los 80 donde nadie imaginaba el porvenir del flamenco como un arte de vanguardia, al posicionarlo fuera de su propio ámbito, fusionándolo con otras artes y usándolo al servicio de una narrativa dramática insólita con miras a hacerlo más universal; de Manolo Sanlúcar en la música con una fascinante partitura, dúctil, sensible, expresiva en toques puramente flamencos de su propia guitarra; y de Manuela Vargas, que volcó artísticamente toda la tensión y la tragedia de su mirada en esa historia de amor perturbada del conocido personaje.

En esta reposición del Ballet Nacional de España, su director Najarro –joven talento laureado con un premio MAX-, ha realizado una coreografía fiel a la del maestro Granero, con un nuevo elenco que también logra trasvasar, la organicidad, visceralidad y el desgarramiento propios del flamenco en la tragedia griega. Consigue esa excelente atmósfera y ritmo necesarios para que brote la emoción y suba la tensión dramática hasta la tragedia final. Y que luce dotada de hermosura en el marco del teatro romano con ese friso de bailarinas y bailarines espléndidos, donde no hay un solo músculo de sus cuerpos que no exprese los sentimientos y variaciones íntimas, sorprendentes de bellas composiciones expresionistas (en los dúos y en los conjuntos).

Maribel Gallardo hace una Medea menos desgarrada de la de Manuela Vargas, pero no menos grandiosa, más cerebral en la solución de ese pathos tenebroso que la envuelve. Y Francisco Velasco borda un magnífico Jasón que va de uno a otro polo en movimiento pendular, trasunto de sus propias vacilaciones. Este contraste visual entre dos mundos tan dispares también ofrece hallazgos estéticos mágicos, de una belleza insólita.

La Orquesta de Extremadura interpretó una primera parte de la revisión musical del mito que hizo Samuel Barber en 1946, que sonó bien (esto fue una especie de relleno para sustituir la primera parte de danza española del repertorio del Ballet Nacional de España). Pero mejor se apreció la interpretación de la versión musical de Manolo Sanlúcar para «Medea», perfectamente sincronizada con las magnificas guitarras que pusieron brillo subrayando los momentos álgidos de la tragedia.

En fin, inauguración de esta edición con este clásico maravilloso que, a pesar de ser una reposición, ha recibido la muestra fervorosa de los aplausos del público.

José Manuel Villafaina


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