Memoria frágil
Hasta donde me acuerdo la memoria es otro de los factores fundamentales para nuestro correcto ser y hacer. Y que quede claro que no considero necesariamente hacer lo correcto como aquello que responde a la trilogía de lo que se debe hacer, cuando se debe hacer y cómo se debe hacer según los patrones comúnmente aceptados por la sociedad o grupo humano con el cual se viva.
Recordar acciones pasadas nos sirve para no repetir errores, economizar tiempo y energía por no tener que aprender cada vez algo ya hecho y permitirnos ir mejorando progresivamente en base a experiencias ya vividas.
Quizás la principal característica de la memoria sea la de brindarnos el regalo de poder elevar nuestro espíritu a mundos oníricos de placenteras experiencias idealmente repetibles pero con el gran valor de ser únicas.
Ese primer beso intrascendente en lo práctico pero grabado a fuego en nuestros sentimiento, jugar en la plaza con los compañeros de barrio no para ganar sino para divertirse, el nacimiento de un hijo fruto del amor, aquello que consideramos un éxito personal como justo premio a nuestro esfuerzo,…
Pero la memoria es frágil.
Fácilmente es engañada e incluso anulada por la pirotecnia distractora del día a día.
En su inmensa sabiduría la vida va gradualmente diluyendo los dolores y exaltando los aciertos.
Creo que lo nefasto e incluso maquiavélico es cuando se nos obliga a olvidar o recordar con fines que quizás sospechemos pero preferimos ignorar.
En nuestro fuero interno los recuerdos siempre están ahí y la consabida mano negra por siempre ha tratado de manipularlos a su conveniencia, por supuesto para obtener egoístas beneficios.
En Chile no tuvimos un dictador, tuvimos un tirano.
El tiempo pasa inexorablemente y la manipulación de los recuerdos es patéticamente real en mi país.
Los medios de prensa, casi al unísono desvían nuestra atención para hacernos creer lo que sus dueños quieren en pos de aumentar su poder. Ya ni siquiera es una cuestión de dinero sino de poder.
Que los desaparecidos no fueron tantos, que el actual éxito económico bien valía un «pequeño sacrificio», que más vale mirar hacia el futuro y no quedarse en un pasado ya lejano.
No se debe olvidar y no se olvidará jamás. A pesar de los enormes esfuerzos por hacernos olvidar, quizás el recuerdo se atenúe pero jamás habrá olvidó.
La única forma de no olvidar es recurrir de vez en cuando a la biblioteca de nuestras experiencias, las buenas y las malas, para re leer todos aquellos capítulos que nos han hecho ser quienes somos.
Órgano que no se usa se atrofia y a pesar de que la memoria no lo es, de no entrenarla puede atrofiarse hasta desaparecer y convertirnos en un habitante inconsciente de este «Mundo feliz».
El poder de las artes es el mejor ejercicio para nuestra memoria; una buena obra de arte es capaz de remover nuestras conciencias al punto de hacer presentes recuerdos debilitados.
Eso según recuerdo.
El filósofo Paul Ricoeur explica el recuerdo como una imagen. Al recordar representamos un acontecimiento pasado. Se da así una estructura común entre memoria e imaginación en el momento que tiene lugar en nuestra mente la representación de algo ausente.