Críticas de espectáculos

Merlín / Isaac Albeniz

MERLÍN

Opera en tres actos.

Autor: Isaac Albéniz (1860-1909)
Libreto: Francis Burdett Money-Coutts
Director Musical: José de Eusebio.
Director Escénico: John Dew
Intérpretes: David Wilson-Johnson, Carol Vaness, Stuart Skelton, Angel Rodríguez y Eva Marton entre otros.
Teatro Real. Estreno mundial de la versión escénica de “Merlín”.

UN ENCANTADOR DESCUBRIMIENTO
“Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, en un ignoto lugar donde sólo moran las mentes ávidas de sueños y los espíritus libres para aprehender los más increíbles encantamientos… Habitó un Mago llamado Merlín. Éste coronó a Arturo gracias a un hechizado sable, llamado Excalibur; este hecho enfureció al Hada Morgana. Tanto es así, que ayudó a Nivian a conquistar su libertad, encerrando por siempre jamás a Merlín…”

Admirablemente, hace más de un siglo, Isaac Albéniz caminó por las páginas de esta leyenda; abrió la puerta a una futura trilogía que, partiendo de MERLÍN, completarían LAUNCELOT y GUENEVERE. No fue posible ese genial proyecto, pero lo más llamativo, es que tampoco hubiéramos podido introducirnos en este maravilloso mundo, sin la curiosidad y dedicación absoluta del maestro José de Eusebio, director musical de este montaje; quien comenzó a investigar en la desconocida obra de Albéniz, en los años 90, en el Museu de la Música de Barcelona, para continuar en Francia y Londres. Reescribió nota a nota la partitura, hasta escucharla por vez primera en el ordenador. Esto constituyó el punto de partida de la misión “Albeniciana” de José de Eusebio, empeñado en demostrar el verdadero rostro musical del compositor catalán, quien manifestaba siendo un anciano a Fernández Arbós: “¡Tenías razón! He perdido años y años… Y todo esto que me proponía era una insensatez…” Isaac Albéniz vivió siempre entregado a su producción lírica, mientras luchaba “contra” un prestigio reduccionista que lo consagró como genial compositor y pianista. Es pues, la realización de este montaje una misión propia de “magos y duendes” capaces de crear mundos etéreos y épocas sempiternas.
El director escénico, John Dew, manifestó la dificultad que entrañaba reflejar un mundo imaginario; por ello consideró indispensable escuchar lo que la música describe. Si algo logró el autor fue contar, hablar y dibujar ese mundo mágico. Albéniz nos indica, en su partitura, cuándo Merlín está en escena, elaborando un conjuro con el que hará rey a Arturo; Nos presenta a Nivian, como una “wagneriana” Walkiria, seduciendo a Merlín por una libertad que, tal vez, la encadene al Hada Morgana; marca, perfectamente, los pasos de las danzas hipnóticas de Nivian y sus compañeras, unos pasos que se acercan prodigiosamente a su inolvidable “Iberia”, habiéndonos mostrado previamente, un mayo glorioso en el que los osados amantes, desoyen los sabios consejos de un mago celoso.
La misión del director británico ha consistido en plasmar escenográficamente el universo colorista que Isaac Albéniz nos dejó en su obra.
Junto al color, eje sobre el que descansa la esencia del montaje del Teatro Real, hemos de resaltar la división casi constante de dos mundos. El terrenal, constituido por la Corte del Rey Arturo y el mundo mágico donde Merlín despliega sus artes, donde Nivian y sus compañeras ejercitan sus danzas; sin olvidar que hay tres personajes que deambulan entre estos dos planos: El Hada Morgana, su hijo y el propio Mago Merlín. La luz y el color son los elementos utilizados por Dew para indicar estos dos mundos, así como el momento histórico que los habita. Concluye el primer acto con un momento glorioso, la coronación de Arturo como Rey. Una claridad dorada invade el escenario, sobre un fondo repleto de “hombres” coronados a su vez, con una aureola cuyo dorado se hace cada vez más intenso. En el segundo acto, el color rojo de la traición, va introduciéndose en la corte de Arturo, desde las ropas de los soldados hasta el perfil de esos “hombres” que ya no están coronados por una dorada aureola. Ahora aparecen ahorcados. La traición viste de una tonalidad gris el mundo terrenal, a partir del cual nos deslizamos al mundo mágico del Hada Morgana y Su hijo. Negro e intensamente encarnado. Ambos hacen pública su aversión al Rey. Maravilloso contraste el que nos ofrece el comienzo del tercer acto, que “amanece” en un mayo magnífico. Una claridad verde y rosada dará paso al fin último de Merlín y a la libertad de Nivian.
David Wilson-Johnson, como Merlín; Carol Vaness como Nivian; Eva Marton como Morgan Le Fay y Stuart Skelton como Arthur, se encuentran perfectamente caracterizados en sus roles; de igual manera, considero indispensable señalar no sólo la interpretación vocal de estos artistas, sino también la interpretación puramente dramática en unos papeles que en sí mismos, poseen una propia y poderosa identidad.
No puedo olvidar el protagonismo y belleza que esta partitura ha reservado para un coro magnífico, que, sin lugar a dudas, llena de gloria el final del primer acto. La coronación de Arturo.
Mucho se ha tardado en hacer realidad el sueño de Isaac Albéniz, a quien hay que dar gracias por arriesgarse, “perder” años y años y proponerse insensateces como ésta… Aunque haya tenido que transcurrir más de un siglo para comprobar que de insensato no tenía nada.


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