Críticas de espectáculos

Mi misterio del interior/Ron Lalá

Directos y brillantes
Obra: Mi misterio del interior
Autores: Juan Cañas, Álvaro Tato
Intérpretes: Juan Cañas, Iñigo Echevarría, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher, Álvaro Tato
Escenografía: Jesús Sanjurjo, Ron Lalá
Iluminación: Eduardo Espina
Vestuario y atrezzo: Bengoa Vázquez
Composición musical: Yayo Cáceres, Juan cañas, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher
Dirección: Yayo Cáceres
Producción: Ron Lalá
Complejo Educativo –Eibar- 17-03-07
Como siempre, el humor escénico es algo destinado a quienes tienen algo que decir y lo saben decir de una manera clara y logren la complicidad del públicos. Esta es la fórmula, el formato, pero después hay que dotarlo de contenidos, y estos cinco actores-músicos de Ron Lalá demuestran capacidad interpretativa, sutileza irónica, fuerza comunicativa y excelente trato con el idioma, con los lenguajes y unas facultades para la musicalidad y el cambio de roles. Son directos y brillantes.
Y todo se mueve dentro de la fórmula: un espacio escénico neutro que facilite las entradas y salidas de los actores a cajas para sus posteriores transformaciones, un vestuario básico negro sobre el que se colocan apliques, una iluminación elaborada, que ayuda siempre a dotar a cada tramo de un calor cromático. En estos elementos se mueve cinco dúctiles actores, capaces de transmitir con facilidad, todos cantando o tocando instrumentos, que van ofreciendo una visión del mundo en donde el absurdo, a veces el surrealismo, se roza con el hiperrealismo, con lo cotidiano, para lograr que dentro de un estadio de gracia conjunta, lo que aparentemente es la cosa más absurda y surrealista se vaya cargando de significados y nos demos cuenta que además de divertirnos, nos han dicho su opinión sobre algunas cosas. Y todo ello a partir de un uso del lenguaje que al retorcerlo, al exprimirlo nos proporciona otros aromas, otros campos semánticos, o simplemente otras dificultades técnicas.
Consiguen la participación del público de una manera absolutamente dócil, sin forzar ninguna situación y de repente se encuentran setecientas personas bailando una canción supuestamente polaca. Es una sucesión de historias diversas que tienen un hilo conductor. La vida interior, el más allá. Sin aspavientos, sin remordimientos. A lo lúcido, a lo lúdico. Y así descubrimos que cuando alguien tira a los tunos lo hace con bolas fofas, pero si les toca a ellos lanzar contra los progres lo hacen con pistolas. Directamente. Un quinteto que funciona, una evolución de otros tríos, de otros músicos que cuentan maravillosas historias. Es, lo de siempre, pero muy bien hecho.
Carlos GIL


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