Y no es coña

Mientras pasa la borrasca

Tenemos nuevo ministro de Cultura y Deportes, y por razones más que obvias, andamos un poco soliviantados. Sorprende que se haya elegido a Màxim Huerta, un novelista televisivo, un periodista tertuliano de un programa que junta el corazón con la morbosidad. Fue el último en saberse. Y esa tardanza ha dado ocasión para que se hagan todo tipo de especulaciones sobre aquellos y aquellas que le dijeron que no. Si se fija uno en informaciones periodísticas, se han citado por lo menos a ocho personas como supuestas rechazadoras del encargo. Algunas me parecen verosímiles, otras, me da la impresión que son filtraciones de autopromoción. Especialmente una, la de “un conocido productor teatral”, sin determinar, pero que todos hemos interpretado que se trata del mismo que apareció en primera fila en el acto españolista de Ciudadanos en donde Albert todo por España, Rivera, solamente veía españoles. Es conocida su tendencia a colocarse cerca del sol que más clienta. Y entonces el sol naranja daba mucho calor en las encuestas. Hoy sufre eclipse.

No conozco del señor Màxim Huerta nada más que sus intervenciones televisivas, sus declaraciones y que tiene una producción literaria al amparo de su visualización en las pantallas. No he leído ninguno de sus libros. Tengo familiares muy cercanos que lo tratan, o trataban, a menudo, y me han dicho que era un buen tipo, muy activo en redes sociales. Es decir, mi impresión sobre el ministro es superficial, me deja en un estado de duda, debo conceder por defecto esos días de cortesía para ver sus propuestas y, sobre todo, nombramientos, y el primero me resultó paradójico y regresivo, el que estaba de mano derecha con una ministra de mal recuerdo, González Sinde, tan apegada a las necesidades de la SGAE. En lo referente a nuestro gremio, tiene el INAEM como instrumento o herramienta para hacer políticas inmediatamente y puede proponer cambios de personas para darle otro vuelo. No le vamos a decir nada. Ni hacerle la lista de prioridades, para eso tendrá un enjambre de amigos y conocidos que ya están revoloteando, oportunistas que irán a visitarlo para recoger alguna migaja.

Yo quisiera reflexionar sobre el prototipo ideal que cada uno de nosotros tiene de lo que debería ser una persona al frente de una cartera de esta trascendencia, en un Estado de las Autonomías, donde hay limitaciones expresas en el ámbito territorial y la exclusividad de algunas autonomías. La lista de exministros y exministras de Cultura en España nos deja en un estado de confusión absoluta. Mi apreciación inmediata es que no se trata con la enjundia necesaria los nombramientos, porque la Cultura es para muchos partidos, algo difuso, una mezcla de gastronomía, sol, toros y pinacotecas. Existe un desamparo de la cultura en vivo. De la cultura de base. De la Cultura que fundamenta una idea más allá del folclore patriota. 

Estamos en una etapa del pensamiento aplicado, en donde con decir la palabra gestión, se apagan las luces, todo el discurso se concretiza en el Excel de la contabilidad. Gestionar lo puede hacer la tercera línea del ministerio, pero en la cabeza, a mi entender, debería existir un equipo que removiera cimientos, que propusiera cambios paradigmáticos, que alumbrase un ideario que generara ilusión y debate, que se fijara en las corrientes y tendencias venideras, no solamente aposentara lo ya hecho y complaciera a los más circunspectos gremios y sus actitudes reaccionarias que empiezan a ser un auténtico problema si no se emprenden remodelación y reformas. 

Por lo tanto, se trataría de encontrar a alguien que supiera lo que es la filosofía del arte y lo que significa la Cultura en este siglo XXI, que entendiera de la importancia de la literatura y las artes escénicas, que se rodeara de un equipo que pensara en la evolución de las artes plásticas, que afrontara la relación con el cine de una manera integral y que supiera algo más de las políticas culturales europeas. No sé si existe. Pero se debería acercar bastante a alguien que aportara valor añadido a la cartera y no que desde el ministerio hiciera un curso acelerado de prestigio.

Quizás el presidente y sus asesores han decidido poner a alguien popular, conocido por la televisión, para que nos sorprenda. Pero tengo que utilizar muchas reservas de credulidad y de ingenuidad para quedarme tranquilo, esperando el sol mientras pasa la borrasca. 


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