Críticas de espectáculos

MIKEL LABOA: EL GRITO

Mikel todavía da conciertos. Hemos presenciado el último de ellos en Lezo. Mikel estaba fuerte, potente, de voz y de mente y su mirada lejanísima ya no estaba en el concierto, estaba ya fuera de él, fuera del tiempo, fuera ya de la historia, esa historia de Euskalherria y de la música que forma parte de nuestro patrimonio de vida. Mikel nos ha cantado en inglés, en euskera, en francés, en portugués en el lenguaje de babel de los hombres para hablarnos desde su lenguaje, ése que no existe en las academias de la lengua y que suena a todos los lenguajes del mundo, podía también habernos cantado en chino, en papués, en danés… todos los lenguajes son uno, ése que Mikel utiliza, que entendemos perfectamente y que en Komunikazio-inkomunikazioa es ya komunikazioa, comunicación detenida, callada ya, donde el grito, su grito, el estremecedor grito de Mikel se ha instalado en la memoria para siempre, aunque ahora Mikel gritara en silencio, nos mirara a todos en silencio, tocara en silencio, cantara en silencio, el grito, mitad aullido, mitad irrintzi, todo desgarro, todo furia, todo rebeldía, todo agonía, sonó en nuestros oídos más potente que nunca, más estremecedor que nunca, más vigente que nunca, más doliente que nunca, porque Mikel forma ya parte de cada uno de nosotros, de los que le conocemos desde hace años y de los que le conocen de hoy y de los que ya no le conocerán mañana, también de ellos forma ya parte y su música, siempre renovada y siempre antigua nos penetra como agujas desde las teclas de Iñaki Salvador, la percusión de Luis Camino, la txalaparte de Arze, el saxo de Josetxo Silguero … envolviéndonos con las palabras de Atxaga, Sarrionaindía, y de todos los poetas que conforman nuestro universo estético: Lizardi, Rimbaud, Jacques Brel y con el dolor de todos ellos, de todas sus borracheras, de todos sus fracasos, de toda su gloria maldita por toda su rebeldía, por todo su inconformismo, por su sacrificio artístico nos llega la ofrenda carnal en una comunión pagana, más allá de todas las religiones, más allá de todos los credos y sumando todas las memorias de la guerra, del sufrimiento, del hambre, de la sed de libertad. El concierto de Mikel en Lezo, como una caja oteiziana, una caja vacía donde el escultor demiurgo ya no estaba y sí nosotros con el cuerpo lleno de metafísica y la sangre de música y nuestra voz articulando una lengua de todos los pueblos, la lengua de cada uno, ha sido el grito de todos.
felipelpayaso

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