Críticas de espectáculos

Mili KK / Marc Angelet y Jumon Erra

El derecho a no aprender a matar

Una pieza breve pero intensa de teatro verbatim que se confunde con la vida de Pepe Beunza, pionero de la objeción de conciencia al servicio militar en España. 

Una historia que empieza con los testigos de Jehová y acaba con la mayoría absoluta de José Mª Aznar no parece augurar nada bueno para un movimiento acofensional y pacifista, surgido de las filas del antifranquismo. Y sin embargo es la historia del éxito fulgurante del antimilitarismo español, enmarcado entre esos dos irónicos opuestos. La historia de Pepe Beunza, autor intelectual del primer atentado pacifista de la historia de España, al presentarse en un cuartel de Valencia en 1971, desarmado y desarmante, para declinar el uniforme en nombre de la paz mundial. La historia del millón de objetores que, junto a Beunza, pidió una prestación social sustitutoria, y la de los miles de insumisos que, a partir de 1989, rechazaron incluso la prestación social, por considerarla más disciplinaria que sustitutoria. Una historia de sesudas asambleas, condenas encadenadas, madres gorkianas y punk rock. La historia que deberíamos contar todos los varones españoles que no perdimos un año de nuestras vidas en aprender a matar.

Marc Angelet y Jumon Erra han querido contar esa historia en Mili KK. Una pieza breve pero intensa de teatro verbatim (palabra por palabra) que se confunde con la vida y obra de Beunza. Y es normal, no sólo porque Beunza fue pionero de la objeción no confesional en España (la que no esperaba la guerra del Armagedón contra Jehová), sino porque cada intervención de Beunza es en sí misma un pequeño verbatim, un pozo de anécdotas personales que son históricas, un argumentario desobediente pulido durante décadas y aderezado con enorme sentido del humor. Beunza es el referente moral y escénico de un movimiento que, como decía Txell Bonet en el coloquio posfunción, basó su éxito, entre otras cosas, en un agudo sentido de la performance. Casi no se entiende que Beunza no haga de sí mismo en Mili KK (cameos virtuales aparte), devolviendo el teatro documento a sus orígenes piscatorianos: el militante militando en escena.

La función arranca con la declaración de Beunza ante su consejo de guerra de 1971, y termina con una ficticia conversación filmada entre el Beunza de los 1970 y el Beunza actual, donde el joven pregunta al veterano lo que nos preguntamos todos: ¿valió la pena? La respuesta es un paseo por los treinta años de historia (1971-2001) de una creativa lucha inerme, desde el ardor guerrero del tardofranquismo hasta el definitivo decreto de Aznar. Entremedio, los viajes de Beunza a la comunidad francesa de El Arca para conocer a Lanza del Vasto, discípulo directo de Gandhi. La preparadísima campaña internacional para denunciar el ingreso de Beunza en prisión, con un “Libérez Pépé” colgando de la fachada de Notre Dame y unas marchas europeas de la sal desde Ginebra hasta Valencia. Pero también los desnudos integrales y los humillantes cacheos en prisión. Y la insólita experiencia de Can Serra como prestación social autogestionada. De banda sonora, como no podía ser de otra manera, el militante punk de aquellos años: el Anti-militar de RIP («izquierda, izquierda, izquierda, derecha, izquierda…») y el Mili KK de Reincidentes.

En escena, Alberto Lozano es Beunza. Parecido físico no le falta. Tampoco le faltan dotes para transmitir el pacífico nervio del objetor solo ante el peligro togado (militar por supuesto), ni vis cómica para remedar al atiplado Narcís Serra, a la sazón ministro de Defensa, o a nuestro trabucado rey emérito con un mensaje que siempre suena a Nochebuena. Francesc Cuéllar y Rafa Delacroix son los compañeros de asamblea de Beunza en Can Serra, donde sostienen minuciosos debates organizativos y teóricos con inevitables dejos al cine de Portabella, desde El sopar (1974) hasta el Informe general… (1976). Todo transcurre entre unas desnudas paredes y un suelo de madera amarilla (huelga explicar el sentido del cromatismo) donde se proyectan fotos y titulares de la abultada hemeroteca antimilitarista española. Sin más atrezo que tres sillas y de vez en cuando una mesa. No hace falta más para un teatro palabra por palabra, es decir, de la palabra.

Mili KK es una obra política en el viejo sentido piscatoriano: documental y militante. Algunos echarán en falta la réplica del militarismo de izquierdas, comunista sobre todo, que completaba el cuadro de los debates carcelarios y asamblearios de la época (no todo militarismo era franquista). Habrá quien vea la personalización insistente de un relato colectivo, cuando el propio Beunza no deja de reclamar atención para sus camaradas anónimos. Y habrá incluso quien acuse pequeños excesos didácticos o de volumen (la Sala Palau i Fabre es muy pequeña). Reproches legítimos que no empañan lo esencial: Mili KK es una intensa función memoriosa, a ratos desternillante y conmovedora de cabo a rabo. Un necesario memento de quienes no sobrevivieron a la mili, de los mil años de cárcel cumplidos entre todos los desobedientes, de sus luchas pacíficas, ingeniosas y a veces poco hilarantes que ganaron para todos, como dicen algunos, el derecho a no aprender a matar.

Gabriel Sevilla

lacritica.xyz

 

Obra: MILI KK – Dramaturgia: Jumon Erra, Marc Angelet – Elenco: FRANCESC CUÉLLAR – RAFA DELACROIX – ALBERTO LOZANO – Dirección: Marc Angelet – Diseño de iluminación y sonido: Lluís Robirola – Vídeo Alejo Levis – Producción: Mithistòrima Produccions S.L., Sala La Planeta – Coproducción: Temporada Alta 2018 – Teatro: Escenari Brossa

 


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