Críticas de espectáculos

Mingus, Cuernavaca/ Inconstantes

Acerca de Mingus, Cuernavaca.
Se trata de la última hora en la vida de Charly Mingus. Un personaje totalmente volcado en follarse a más mujeres y hacer, siempre -cada vez, la mejor música.
Esta obra debería ser importante, en especial, para un espectador al que le gusta el jazz, o los músicos que viven la ciudad y sus problemas para comunicarse, pues de eso trata.
Su desarrollo nos permitiría acercarnos, en un cortísimo tiempo, a conocer una vida desenfrenada y comprometida con el momento que le había tocado vivir.
Por eso la interpretación de Chete Lera, el actor que hace este personaje es formalista, ya que no trasciende del texto. Solo nos explica el libreto, lo que no es mucho. No existe ninguna verdadera implicación del actor con lo que le ocurre al personaje. Sus gritos, enfados, insultos,/exabruptos suenan totalmente artificiales, sin un claro interés real. Están huecos. Por ejemplo: ¿Cuando recuerda quién fue y cuando sabe de su situación real? En que momento de la representación ¿Qué hecho nos permite saberlo? Ninguno. Sin embargo sabemos, y él sabe perfectamente que se muere y podemos seguir, hasta el último momento, como hace de todo por retrasar ese final. Se cabrea con él mismo, porque no consigue hacer ni sentir, lo que siempre le importó: sacar placer de las mujeres y de la música, no siempre en ese orden. Sueña con eso constantemente y se recuerda, en el pasado, como fue. Todo ello no pasa del escenario al público, al no existir emociones que las vehiculen y le permitan enfrentarse a los sentimientos que invaden al personaje. Solo oimos hablar al actor. Nada más.
Las dos mujeres sobran. Pueden estar o no. ¿Para qué están realmente? Da exactamente igual, y es que su papel en escena no es necesario. Mingus da su vida, cada vez que está con una hembra, igual que cuando hace música, pero el momento que pasa con la enfermera transcurre solo con palabras y cuando ella le dice que le quiere, le desea, a escuchado su música,… Él se quiere encender, no puede y la rechaza /la llama = ven/vete, con una marejada de contradicciones tal como la que sufre un hombre al que se le va la vida con su hombría. Ese gran momento se tira a la basura y se desperdicia, de esa forma, una gran situación poética -poema musical- Lo mismo ocurre con el trio al que nos lleva el director y querríamos ver, soñado por Mingus. Esta situación es resuelta por este director como si de una función de colegio se tratara. Apenas unas insinuaciones, y es por su propia gracia de dirección, que el gran músico queda reducido a un gritón mal hablado que sueña con mujeres pornográficas. Menos mal y gracias al cuarteto de jazz en directo, aguantaríamos otra función más, pero no, ahora eso no nos lo dan.
La escenografía e iluminación no ayudan a entender lo que el director nos quiere proponer, con una alfombra circular donde parece que transcurre la acción, pero entonces… ¿Por qué el vestuario y sus cambios, tanto de la mujer como del personaje, unas veces se hacen a la vista del público y otras fuera? En concreto, los cambios de la mujer- su mujer, qué significan, ¿cual es su función? Y el de Charles Mingus (¿?) Al final cuando se viste y deja la bata, ¿es para morir vestido? Mas que ayudar distrae al público.
Con el decorado-atrezzo, existe un problema semejante,ya que por un lado tenemos a Chete haciendo un gran ejercicio físico con la silla de ruedas a mano, para que al final nos aparezca -era un golpe de efecto- otra totalmente motorizada y ahí, nos realizan unos pasos de baile más propio del «Rocky horror picture show» o de los frikys californianos que de este autor en concreto.
En fin, una pena, porque del poema musical que es, se convierte en un texto que incluso cuando nos deja ver, al final, el compromiso vital de Mingus, cuando aparece como el activista social que fue, ya tiene a un público tan cansado que lo único que quiere saber es cuando se muere de una vez este personaje maldito.


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