Molt soroll per no res/William Shakespeare/Teatre Nacional de Catalunya
Let’s do it, let’s fall in love!
Adaptar a Shakespeare a nuestro tiempo es un reto, adaptarlo musicalmente es doblemente arriesgado. El desafío lo levanta la compañía del Teatro Nacional de Cataluña con la obra Mucho ruido y pocas nueces, Molt Serrol per no Res bajo la dirección de Ángel Llàcer. Para enfrentar esta comedia, la acción se sitúa en los años 1950, en un plató cinematográfico, y se toma como apoyo (y ¡qué apoyo!) la música de Cole Porter, con una adaptación libre al catalán apoyada en el texto original. Y si se cuenta con un grupo de actores que canten, bailen y actúen, ya casi se tiene asegurado el éxito.
Aunque también debe tener ese algo, esa magia escénica, esa virtud en los cambios de escenografía, en la integración de la música y la coreografía, cualidades que encuentra con mucha habilidad el director Ángel Llàcer. Llàcer también es cómplice en escena de su compañía, puesto que actúa en la obra con el papel del director, travesura escénica digna de los mejores realizadores.
El resultado es un espectáculo muy completo que entusiasma al espectador y resalta las virtudes festivas de la obra. Dos horas y media de un puro regocijo que mantiene alerta al público y nos presenta uno de los mejores espectáculos musicales de los que tenga memoria.
La compañía del Teatro Nacional de Cataluña mantiene un ritmo endiablado en las dos horas y media de representación, acompañados por una orquesta de diez músicos perfectamente integrados al espectáculo.
Quiero detenerme en la escenografía y los cambios escenográficos. Los cuadros y transformaciones de escena ocurren de una manera vertiginosa ante nuestros ojos, como ocurre en los sets de televisión en programas en vivo. Este procedimiento es realmente deslumbrante e imprime a la acción todo su dinamismo. Las escenas ocurren en ambientes que ayudan por un lado al tono de plató cinematográfico exigido por el director y que da a la acción todo su dinamismo, por otro al embrujo que ejerce sobre el espectador. Ese movimiento escénico es fundamental y confiere al equipo de tramoyistas todo su valor escénico. De tal suerte que es muy pertinente que salgan a recibir el aplauso del público al lado de los actores y músicos, pues ellos también son artífices de la acción.
En suma: Teatro Musical de gran valía, actuaciones individuales muy buenas, voces de excelente factura, música viva y de nostalgia, escenografía espectacular y una respuesta del público envidiable; la noche en que asistimos a la representación no cabía un alma en la sala.
Molt Soroll Per No Res de William Shakespeare por el Teatro Nacional de Cataluña es un momento de gran espectáculo.
La felicidad es contagiosa, generarla es también una de las funciones primordiales del teatro.
Let’s do it, let’s fall in love!
Instrucciones para los actores del director de la obra, Ángel Llàcer.
Por Enrique Atonal