El Chivato

Muere Salvador Távora, gran renovador del teatro

El dramaturgo, director y actor teatral Salvador Távora (Sevilla, 1930) ha fallecido esta madrugada en Sevilla a los 88 años de edad. Távora, cuyo estado de salud era delicado desde hace tiempo, fue un artista que supo renovar el teatro independiente con el mundo del flamenco y que ha dejado huella al introducir en los escenarios, con singular precisión, un nuevo lenguaje. Su larga trayectoria es reconocida y respetada internacionalmente por su especial compromiso en la búsqueda de la identidad histórica de su país y por las positivas respuestas que provocan sus obras en el campo social del arte. Su teatro siempre ha estado marcado por su «forma proletaria» de entender la vida y, como el actor reconocía, le ha acompañado en la fábrica, donde empezó a trabajar a los 14 años, en los toros, en el flamenco y en el teatro.

 

Salvador Távora

Salvador Távora nace en Sevilla en 1930 en el popular barrio del Cerro del Águila, en medio de las dificultades económicas y culturales que siguieron a la Guerra Civil española. Con una trayectoria sobre los escenarios de más de cuatro décadas, su experiencia como mecánico de una fábrica de tejidos, como torero y su concepto del flamenco y su función social provocaron en el creador versatilidad como autor, dramaturgo, actor y director, uno de los más influyentes en la escena andaluza e internacional desde la década de los años 70.

«Yo soy un andaluz trágico, casi un andaluz, como decía Lorca, de la vida y de la pena», decía Távora, que plasmó en su perspectiva teatral su experiencia de comunión entre el riesgo y arte del toreo. El entorno del barrio donde vivió, el taller, los ruedos y su manera de entender el flamenco como reflejo de la situación social de su tierra, acumularon en él un caudal de vivencias.

Sus orígenes en el mundo del teatro se remontan a finales de los sesenta, cuando el crítico teatral José Monleón lo requiere para formar parte del Teatro Estudio Lebrijano «por su singular forma de entender la expresión andaluza». Ello le hizo participar en 1971 en el Festival Mundial de Teatro de Nancy, en el elenco de ‘Oratorio’, donde ya introduce el flamenco como un elemento de comunicación equiparable al texto, la acción y el gesto.

Ese mismo año concibe y elabora ‘Quejío’, espectáculo donde arremete contra el academicismo. Presentado en Madrid y en la Sorbona de París, el montaje sorprendió por la dignidad de su compromiso social y su singular lenguaje teatral. A partir de ese momento, la vida y el nombre de Salvador Távora quedan ligados a La Cuadra de Sevilla, grupo de teatro cuya actividad alimenta durante 45 años, creando para él 26 obras que han sido portavoces de una cultura específicamente andaluza, con las que llevaron su sentir a lo largo de más de 5.000 representaciones, ante más de 3.000.000 de espectadores, en 35 países y 180 festivales internacionales. En marzo de 2007, La Cuadra inauguró un teatro propio estable en Sevilla bajo el nombre de Teatro Salvador Távora. 

Su obra

Todos sus espectáculos han sido y son reflejo de un hondo compromiso hacia su tierra, confesiones autobiográficas sobre una vida que está «tan unida a lo que hago en el teatro como el teatro es reflejante de la vida que vivo». La particularidad de ese lenguaje teatral, clásico ya, y la verdad que transmiten sus montajes, son los factores que han permitido a La Cuadra permanecer en actividad a lo largo de más de cuatro décadas.

Entre sus trabajos más relevantes como autor y dramaturgo en La Cuadra caben destacar también ‘Los Palos’ (1975), ‘Herramientas’ (1977), ‘Andalucía amarga’ (1979), ‘Nanas de espinas’ (1982), ‘Las Bacantes (1987), ‘Alhucema’ (1988), ‘Identidades’ (1994), sus afamadas ‘Carmen’ (1996) y ‘Don Juan en los ruedos’ (2000), ambas aún en cartel, o las más recientes ‘Yerma, mater’ (2005), ‘Flamenco para Traviata’ (2007), ‘Rafael Alberti, un compromiso con el pueblo’ (2010), y ‘Memoria de un caballo andaluz’ (2012).

Además de los espectáculos de su propia compañía, el creador sevillano también montó la coreografía de la ópera ‘La Traviata’, dirigida por Núria Espert (1989); creó y dirigió ‘Pasionaria ¡No pasarán!’ (1993), sobre un texto de Ignacio Amestoy, para el Teatro Gasteiz; y creó y dirigió la novedosa coreografía dramática ‘Cachorro’ para José Antonio y los Ballets Españoles (1993).

Su lenguaje teatral se caracteriza por haber introducido en los escenarios, con singular precisión, el valor poético de las máquinas, de las herramientas, de las frases visuales del color, de la sorpresa y la belleza de los animales, de la armonía del ritmo en los objetos, de la simetría poética, y una buena parte del universo sonoro y dramático del andaluz, como los pasodobles, las marchas procesionales, las corales populares, el olor de los rituales o el riesgo y el estremecimiento de las corridas de toros.

Distinciones

Miembro de Honor en la Academia de las Artes Escénicas de España (2017), el artista andaluz ha recibido numerosas distinciones, entre las que destacan la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1985), el Premio Andalucía de Teatro (1990), el Premio de Honor del Teatro Andaluz (2013), el Premio de la Asociación de Directores de Escena de España (2015), y el Premio Max de Honor de 2017 «por su amplia y transgresora trayectoria».

El Ayuntamiento de Sevilla le dedicó una calle en 1996 y el título de Hijo Predilecto en 1997. Asimismo, a petición de las asociaciones de vecinos del barrio en el que está integrado el Polígono Industrial Navisa donde La Cuadra tiene su sede social, concedió que sus calles fuesen rotuladas con los nombres de todas las obras teatrales concebidas por Távora con su grupo/compañía.

 

Salvador Távora, una historia impecable, por Carlos Gil Zamora (21 mayo, 2018)


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