N.E.V.E.R.M.O.R.E.
“Nunca máis!” ¡Nunca más!
N.E.V.E.R.M.O.R.E. así, con las letras separadas y mayúsculas, como si fuesen emitidas de manera intermitente, como señal de alarma. Un título que evoca las pulsaciones eléctricas del código morse, utilizado en las transmisiones por radio, sobre todo en el mar y en el aire, esos lugares excepcionales por los que también se mueve el ser humano.
N.E.V.E.R.M.O.R.E. es la última pieza del grupo Chévere, en coproducción con el CDN, estrenada el 17 de septiembre de 2021 en el Teatro María Guerrero de Madrid. Yo pude verla en el Auditorio del Centro Social Afundación de Pontevedra, el 18 de noviembre de 2021.
La revisión de la memoria colectiva, tomando lo local como universal, es la tónica en los últimos montajes de la veterana compañía gallega. Para ello echa mano de materiales documentales ficcionados y jugados en escena desde la convención consciente. O explicado de otra manera, manteniendo la tensión lúdica entre la realidad escénica de la performance y los referentes mostrados o evocados.
En esa onda podríamos situar sus producciones de la última década, desde Citizen (2010), sobre cómo levantar un imperio económico a partir de la explotación de la mano de obra, centrado en el caso de Amancio Ortega y su multinacional textil; Eurozone (2013), sobre la subyugación de los sistemas democráticos al dictado del capital, tomando como referencia la crisis económica; Ultranoite ao país dos ananos (2014), un mosaico de sketches que caricaturizan o parodian, con mucha retranca, las derivas de un territorio maltratado por especuladores y gobernantes, una comunidad y una cultura subalternas; Eroski Paraíso (2016), un drama realista que condensa, en una historia familiar, las historias de desapego y diglosia, tomando como punto de referencia la discoteca Paraíso de Muros, localidad costera coruñesa, convertida en un supermercado; Curva España (2019) sobre los entresijos del trazado del ferrocarril para jerarquizar el Estado, pivotando sobre la historia de la curva en la que se mató el ingeniero José Fernández España en 1927; y N.E.V.E.R.M.O.R.E. (2021), recuperando las voces de testigos de la catástrofe ecológica del petrolero Prestige en las costas gallegas, presagio de otras calamidades provocadas por la mala praxis en la gestión política y por la primacía de intereses económicos, que operan como si no hubiese un mañana.
En N.E.V.E.R.M.O.R.E. el formato teatral responde a un concepto dramatúrgico explícitamente posdramático y metateatral, en el que las actrices y los actores muestran y exponen los personajes que simulan y que se corresponden con personas reales que tuvieron algún tipo de intervención en el suceso del Prestige. También las actrices y actores conversan sobre dónde estaban en aquellos días funestos, cómo reaccionaron y qué hicieron. Nos cuentan su recuerdo y, a la vez, se convierten en actores portavoces de otros testimonios, seleccionados para componer este mosaico. Este ejercicio de memoria histórica reciente se erige en metáfora de la catástrofe que estamos viviendo actualmente, tanto en lo que se refiere a los problemas climáticos como a la pandemia de la Covid 19.
Cuando Patricia de Lorenzo, Miguel de Lira, Manuel Cortés, Mónica García, Arantza Villar y Borja Fernández nos presentan y representan a esas personas escogidas, lo hacen enunciando sus trazos básicos socioculturales: nombre, profesión, lugar de trabajo y el papel desempeñado en aquellas circunstancias, y también algunos rasgos de su voz y de su singularidad lingüística. Pero, sobre todo, siendo capaces de mostrarnos la idiosincrasia compleja y sutil del pueblo gallego. La capacidad de resistencia, la paciencia, la rebeldía anti-exhibicionista, el humor a prueba de bombas, la comunión existencial con el paisaje y la naturaleza… Los testigos escogidos son personas auténticas, sin poses, sin victimismo ni grandilocuencia, personas directas y luchadoras. Cuando representan a los políticos que estaban a los mandos de la operación, esa distancia entre el personaje y el actor, se vuelve crítica, jugándolos desde el estilo de la caricatura de trazo fino y certero.
El mismo cuidado primoroso que ponen en la reproducción de los testigos escogidos, lo ponen también en la ejecución del espacio sonoro que recrea, como en una radionovela o como en el teatro radiofónico, las atmósferas, a modo de postal sonora, de los diferentes escenarios. Las comunicaciones entre el petrolero resquebrajado, vertiendo toneladas de fuel al mar, y los puestos de vigilancia y salvamento marítimo. Las conversaciones privadas entre los diferentes mandos y autoridades con competencias en el asunto, en contraste con sus declaraciones públicas a los medios de comunicación y también la manipulación mediática de la información. Los programas de radio N.E.V.E.R.M.O.R.E., una emisora alternativa de A Costa da Morte, ofreciendo la versión informativa de las vecinas y los vecinos que vivían al lado del mar, frente a la información sesgada de las grandes corporaciones de comunicación.
El montaje de Chévere da voz y sonido a aquella marea negra. Del mismo modo que, en su día, hicieron los colectivos que se manifestaban indignados y todo el enorme movimiento de voluntariado que acudía para limpiar las costas y quitarles la mordaza. Porque el mar había dejado de sonar, cubierto por una espesa capa de chapapote.
Barcos con mercancías altamente peligrosas pasaban y continúan pasando por delante de nuestras costas. La catástrofe del Prestige no fue la única ni la primera, antes sucedieron otras y la historia puede volver a repetirse. Ante esto, N.E.V.E.R.M.O.R.E. despliega los sonidos y despierta las voces del recuerdo. Lo hace con humor y eso, para mí, es fundamental, porque aún así, debo confesar que recordar todo aquello me vuelve a angustiar. Hay, por tanto, la dureza de enfrentarnos a la revisión de ese pasado reciente, pero también la reconciliación que supone reconocer toda la movilización popular de contestación. La reconciliación que supone, también, certificar los errores para tomar consciencia.
El espacio escénico, de Carlos Alonso, y la iluminación, de Fidel Vázquez, no ocultan el escenario para representar un espacio dramático de ficción. Evocan, eso sí, un pabellón donde están las colchonetas y las mantas para albergar a los voluntarios. El escenario es como una especie de instalación plástica, de gran relevancia icónica y simbólica. Por ejemplo, cuando está lleno de paraguas negros abiertos, evocando la manifestación en Compostela de los paraguas negros. Los monos blancos, de los voluntarios que limpiaban la contaminación, colgados formando una espesa capa que cubre el foro. Los paraguas cerrados por las actrices y los actores y colgados de las barras horizontales que ascenderán, igual que ascienden las grúas de los barcos remolcadores y de los pesqueros para subir los aparejos llenos de chapapote pringoso. El escenario como laboratorio de operaciones, con las mesas llenas de objetos para realizar artesanalmente todos los sonidos que crean las escenas que reproducen algunos de los momentos clave de aquella historia. O la exposición de una nutrida selección de pancartas de denuncia y reivindicación que van bajando de los telares del teatro. La primera en bajar creo que fue una pancarta negra en la que se leía, en letras mayúsculas blancas: “O futuro non é o que vai pasar senón o que imos facer” (El futuro no es lo que va a suceder sino lo que vamos a hacer), en una clara invitación a la movilización y a una actitud activa y participativa.
La escena inicial consiste en cómo una persona le quita el traje de protección y los EPIS (equipos de protección individual) a uno de los voluntarios que viene de realizar las tareas de descontaminación. La escena transcurre en silencio, mientras escuchamos los sonidos que otros actores ejecutan simultáneamente, amplificando los sonidos de las pequeñas actividades que conforman esa tarea, para generar una atmósfera de ciencia-ficción que espectaculariza ese momento. El voluntario, como un héroe mítico (la historia se repite, pese a su ejemplaridad), es despojado de su armadura.
De una espectacularidad más intensa o climática son los pasajes que recrean, trazando un paralelismo con The War of the Worlds (La guerra de los mundos), el episodio de radio de Orson Wells, las comunicaciones cruzadas, por radio y por teléfono, en los momentos más críticos del accidente del Prestige.
La ambientación sonora, en todo el espectáculo, no solo crea contexto situacional, sino que, además, por su dimensión musical, se conecta con nuestras emociones de una manera directa. Los sonidos y la música, igual que los olores, suelen tener esa capacidad evocativa, que moviliza de una manera visceral, sin que medie el raciocinio, nuestras emociones y recuerdos.
Por eso el humor, la retranca y la actitud vitalista y luchadora, ayudan a digerir y sobrellevar esta revisión sobre uno de los eventos más desgraciados de nuestra historia reciente.
El cuervo de Edgar Allan Poe, en el poema “The Raven”, contestó: “Nevermore” y esta historia nos lo vuelve a recordar, por si acaso.
P.S. – Otros artículos relacionados:
“Chévere”, publicado el 18 de febrero de 2013 (Sobre Citizen).
“Risa y teatro. XXXI MITCF de Cangas”, publicado el 5 de julio de 2014 (Sobre As fillas bravas).
“El género de la Ultranoite”, publicado el 25 de julio de 2014.
“Eroski Paraíso y lo que venimos siendo”, publicado el 7 de agosto de 2016.
“Berberecheira Chévere y Anatomía de una Sirena Iria Pinheiro”, publicado el 15 de abril de 2019.
“Curva España Chévere”, publicado el 29 de julio de 2019.