Nadar con mar de fondo
Ando por Rosario, la tercera ciudad en población de la República Argentina, en un programa denominado ‘Derivas teatrales’, que aúna la celebración de varios aniversarios concurrentes, entre ellos los de la creación de un edificio cultural muy relevante en la ciudad, el Centro Cultural Parque de España y de un festival con el que mantenemos una estrecha relación, Experimenta del Rayo Misterioso. Mi labor está siendo diversa, desde una entrevista al fundador del Rayo Misterioso Aldo El Jatib, al finalizar la representación de su última obra estrenada, “Buenos días señorita Leila”, una taller de crítica teatral, una conferencia sobre la situación de la dramaturgia española actual y una clínica para revisar proyectos de obras y espectáculos de grupos de la ciudad.
Todo esto en medio de una convulsión política como no se recordaba. En Argentina y en España. Ayer domingo fue el Debate entre los dos candidatos a la presidencia que se batirán en las urnas el próximo domingo 19. Había una expectativa fuera de lo normal. Pude ver una parte y me pareció muy elaborado formalmente, la puesta en escena, la realización televisiva, la manea en contar el tiempo de intervenciones de una manera directa. Y con cambio de presentadores en cada bloque. Un detalle. Mientras tanto de España llegaban las barbaridades expresadas por la extrema derecha bicéfala. Unos aires radicales, antidemocráticos, golpistas, con unos eslóganes franquistas que cortan la racionalidad y la legitimidad de protesta y de estar en contra de cualquier acción de cualquier gobierno. Las palabras van cargadas de intolerancia y amenazas. Y eso siempre es malo.
Con este mar de fondo vamos nadando, intentando explicar las situaciones vividas. Estuve, fuera del programa oficial, en el Festival Diente de León, en su segunda edición y es una propuesta innovadora, acoge todo aquello que no siempre somos capaces de estabular desde la nomenclatura tradicional: “artivismo” es un nuevo concepto. Y así sucesivamente, porque otros ya admitidos se usan de maneras muy especiales. Estuve de oyente invitado en un conversatorio con responsables de diferentes festivales de artes escénicas y pude conocer en primera voz la diversidad de sus objetivos, la unidad de sus reclamaciones, de tal manera que surgió la necesidad formal de crea un Frente de Festivales Independientes, para formalizar un entidad que ayude a la interlocución con las diferentes administraciones concurrentes, de la municipalidad, de la provincia y de la República.
Lo escuchado viene a confirmar la existencia de una crisis global, conceptual, estructural, de supervivencia de las iniciativas más abiertas a las realidades sociales y estéticas actuales, aportando quejas tan reconocibles como es el cansancio que provoca que en cada convocatoria anual los festivales, las compañías deban presentar toda la documentación de su existencia sin que se tenga en cuenta si llevan veinte años concurriendo a las mismas. Quejas universalizadas. Situaciones administrativas y funcionariales que suceden en España de parecido modo. La diferencia más notables es que en Argentina siempre están en una economía de supervivencia, porque las ayudas que se les promete (o conceden) pueden perderse en el camino por circunstancias sobrevenidas y, al tardar meses en hacerlas efectivas, la inflación se come parte, lo que les coloca siempre al borde de lo insuperable. Van a buscar un lugar común para conocerse, reconocerse, comunicarse de manera directa sus acciones, porque parece que lo colaborativo entendido como cooperativo en todos los órdenes es lo único que puede ayudar a consolidar los proyectos individuales y colectivos.
Llevo muchos años acudiendo a diversos lugares de Argentina, de observador, de invitado y hasta formando parte de equipo de creación y sigue existiendo algo que me conmueve, el optimismo, la determinación, las ganas inmensas de Hacer, de seguir Haciendo, sabiendo que la profesionalización económica es algo muy difícil, cuando no lejano, pero la profesionalidad creativa, el compromiso con su proyecto, sea una obra, un grupo, un festival, una revista está por encima de todas las circunstancias y coyunturas. Esta fidelidad a sus ideas es importante, lo más difícil a mis ojos es coordinar estas energías creativas con propuestas productivas viables, y en su conjunto coincidir en tiempo y espacio con la realidad socio política y económica tan desesperante.
Desde esa realidad que he vivido de manera intensa las reflexiones sobre la situación de dos festivales de los que juegan en primera división en el Estado español me colocan ante la futilidad de la verborrea, de la cultura como instrumento de propaganda que ayuda a configurar una burbuja que se pincha con una facilidad rutinaria. Me refiero al Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid y el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, aunque se podría hacer un lista interminable en cuanto a lo que es su incidencia real, la atención que se les presta en los medios, la cantidad de recursos económicos destinados y la repercusión en la vida cultural a corto, medio y largo plazo.
Mantengo desde hace décadas la necesidad de replantearse de manera ecuménica y universal lo que es en este inicio del siglo XXI un Festival y, a continuación, intentar descubrir para qué, por qué, con qué fines esta concentración de programaciones se produce. Una reflexión serena, profunda, no nominativa, sino extensiva. Porque algunos creemos que se ha adulterado, de manera inocente y sin premeditación todo lo que significó la idea de festival, que se ha banalizado, que a cualquier programación que debería ser habitual, se le coloca el marchamo de festival como si eso cambiara su contenido y no es así, ni mucho menos, aunque quizás nadie lo sepa detectar. La proliferación de festivales es sorprendente, y en muchos lugares ha venido a cumplir un misión no buscada, pero evidente, que es eliminar las artes escénicas como una actividad cotidiana, semanal, mensual, trimestral en muchas localidades y ciudades de diversa demografía, para que se queda todo en el evento, en la mercantilización con rasgos publicitarios de esa actividad.
En los dos festivales que he mencionado, uno con cambio de dirección bastante curiosa, el de Otoño, deja una idea muy personalista. El director saliente utilizó de manera individual y exhaustiva el cargo, cada día durante meses se ponía en primera persona para hacer noticiable lo anecdótico, controlaba, o eso hacía ver, todos los resortes de una organización tan compleja como es un festival de estas dimensiones, y se encuentra ahora sin ese instrumento de relaciones y compromisos entre otros directores, dramaturgos, es decir se enfrenta al mercado sin tanta protección.
Lo del FIT de Cádiz es todavía más extravagante. La directora ha dado una entrevista posterior a su edición donde se acumulan lugares comunes, discursos vaciados por la realidad de la edición sucedida, proclamando una singularidad inexistente y, sobre todo, lo que más duele, es el manejo de tópicos neocolonialistas y euro centristas sobre el teatro iberoamericano actual. Obviamente debido al desconocimiento manifiesto y, me temo, a la intoxicación sufrida por su entrega a los lobbies, clanes y grupos de presión más potentes dentro de la mercantilización del teatro iberoamericano para configurar una programación de mercado. Es difícil entender esta decadencia consentida por las instituciones que la sustentan en el cargo. Esperamos noticias.